domingo, 20 de febrero de 2011

Aguantando el tirón en Bangkok y Kuta Bali para, por fin, poder disfrutar de Nusa Lembongan

Bangkok no da la talla

Y de Hong Kong, de nuevo en Air Asia, volamos a Bangkok para pasar allí una semana. Este sería el retorno al sudeste asiático tras nuestra estancia en China, y desde allí continuar la ruta rumbo a Indonesia y Australia. Unos meses antes habíamos decidido no visitar Tailandia por dos razones principales. En primer lugar porque íbamos a visitar Laos y Camboya, países también budistas y de historia muy vinculada a Tailandia aunque menos turísticos. Y segundo, porque siempre será más accesible y económico volar a Tailandia desde Europa que hacerlo a Laos o a Camboya -esto pensando en futuros viajes-. Pasados ya unos cuantos meses podemos asegurar que no nos arrepentimos de la decisión.

¿Y por qué entonces pasamos una semana en Bangkok? La razón es que para volar desde Hong Kong a Denpasar -ciudad que acoge el aeropuerto internacional de Bali- con Air Asia, lo mismo era hacer escala en Kuala Lumpur que en Bangkok. Como “Kuala” ya la habíamos visitado, pues por qué no visitar Bangkok. También podríamos haber pasado de Bangkok y hacer el enlace de vuelos lo más rápidamente posible, lo cual ahora pensamos que podía haber sido lo más acertado, pero no lo hicimos así.

Con esto y con el título de esta media entrada os adelanto que Bangkok no cumplió las expectativas que nos habíamos creado, o al menos las mías. Imaginaba Bangkok como la ciudad más emblemática del sudeste asiático, una gran metrópolis con una mezcla de tradición, religión y arquitectura, atravesada por una red de canales sinuosos que albergaría mercados flotantes y la actividad vertiginosa de la población local. Evidentemente era una idea romántica, la cual no tardó en desaparecer al cruzar la ciudad en bus desde el aeropuerto, en el este, hasta la famosa zona de Khao San, distrito de turistas en el oeste del centro histórico.

Resulta que Bangkok es una ciudad tomada al cien por cien por el tráfico, difícil e incómoda para el peatón y de arquitectura más bien fea. Nada de edificios tradicionales sino todo lo contrario, masas de cemento que se amontonan sin mucho orden ni concierto. Entre este amasijo de ladrillo y metal aparecen edificios más modernos y altos de vidrio y acero, que acogen oficinas y centros comerciales, así como templos que han quedado acorralados en un ambiente hostil muy lejano de proporcionar la tranquilidad y espiritualidad que allí se espera encontrar. A todo esto, la única línea de metro y las dos líneas de sky train no terminan de facilitar el movimiento de pasajeros en la gran urbe, ya que cubren sólo parcialmente la zona oriental de la ciudad. Evidentemente nosotros nos alojábamos en la zona occidental del centro, teniendo que resolver el secreto mejor guardado de la capital, es decir, el funcionamiento de las paradas y los recorridos de las numerosas líneas de autobús; ni que decir tiene que no existían mapas de los recorridos y por supuesto, los números que aparecían en la parada no tenían nada que ver con las líneas que por allí pasaban. Adicionalmente, el espeso tráfico impedía a los buses acercarse a la acera para permitir el subir y bajar de viajeros, y por tanto había que cruzar los dos o tres carriles que te separaban del vehículo y subirte a él en marcha. Ideal. Y nos quejamos del Tussam.

Con la experiencia vivida puedo colocar a Bangkok en el tercer puesto del ranking de capitales feas e incómodas para el viajero en Asia, por detrás de Delhi y Hanoi. Así, si alguien que lee esto tiene intenciones de viajar a Tailandia, le recomendaría salir de Bangkok lo más rápidamente posible; seguro que hay mil cosas en el país que merecen más la pena, no lo dudo. Aitor, ahora entiendo cuando me preguntabas el por qué de una semana en Bangkok.

A pesar del panorama teníamos que hacer algo durante esos siete días, y sitios para visitar parecía que no faltaban. El primero que visitamos, y que estaba bastante cerca de nuestro alojamiento, era el palacio real, el cual acoge en un templo al afamado buda esmeralda -que es de jade en realidad-, quien por un tiempo se alojó en Laos hasta que el ejército tailandés se lo arrebató al país vecino. La verdad es que ya no me acuerdo muy bien de la historia del buda ni de cómo éste llegó primero de Tailandia a Laos para posteriormente volver a la capital de Siam. El conjunto arquitectónico y los jardines del palacio real ya en desuso, la realeza ahora se aloja en otro palacio al norte de la ciudad, son bastante llamativos. Comparándolo con el palacio real de Camboya, en Phnom Penh, este segundo no desmerece la visita, lo cual se nos había insinuado cuando lo visitábamos allá por el 35 cumpleaños de Andrés en agosto. Seguramente, lo que pasaría es que, de nuevo, esperábamos más del palacio real de Bangkok.

Una de las cosas que más nos gustó fue visitar el tesoro de la familia real que incluía regalos de otras monarquías y países a los reyes tailandeses, así como los dos atuendos de oro que en ese momento no estaba vistiendo el buda esmeralda. Este budita, que es pequeñito en realidad, tiene tres vestidos, uno para la época seca, otro para la época lluviosa y otro para el invierno, los tres muy monos y dignos para residir en el palacio real. Aquí unas fotos del conjunto.




La verdad es que era bastante bonito ¿no? Quizás sea demasiado criticón, perdón




Aquí algunos detalles de los guardianes de los templos del recinto y de los fieles. Por supuesto petado de turistas claro, no estábamos solos


Ofrendas de todo tipo. ¿A que parece que el cochino se está riendo? La verdad es que con ese final que le esperaba no sé de qué se reía


Y todo muy arreglaíto


Ese mismo día continuamos de paseo por barrios vecinos, buscando el mercado y algún sitio donde comer baratito. Con deciros que acabamos comiendo en un “7 Eleven” os lo digo todo, ¿no decían que en Tailandia se podía comer a cualquier hora en los puestos de la calle que estaban por todos lados? Finalmente seguimos hasta el barrio chino donde tuvimos la oportunidad de ver al dragón que nos había dado esquinazo en China.


A estas alturas no distingo un chino de un tailandés, camboyano o vietnamita… a no ser que tenga cara de dragón claro, ¡ese es chino fijo!


Al día siguiente paseamos por el barrio de Silom, zona comercial y de oficinas que por el día congrega a trabajadores, y por la noche acoge bares y clubes de muy distinta calaña. Gran parte de los locales que otorgan a Bangkok su fama de destino turístico sexual se concentran en este barrio, sean también salones de masajes, bares de ambiente y otros que ofrecen el tan famoso “ping pong show”. No os puedo explicar a ciencia cierta de qué se trata dicho espectáculo, le dejo la tarea a vuestra imaginación.

Y de ahí anduvimos hasta el centro comercial de Siam Square. Este shopping mall, plagado de tiendas de lujo, centros de belleza y restaurantes de comida rápida, así como las calles adyacentes, tan visitadas por locales y turistas, fue el centro de las protestas de los Camisas Rojas allá por mayo de 2010, ocasión en la que anulamos nuestro vuelo de Calcuta a Bangkok. Las explosiones en dicha zona, la acampada de los “rebeldes” y la posibilidad del cierre del aeropuerto fueron razones suficientes para postergar nuestra visita a Burma volando desde la capital Tailandesa. Será entonces para la próxima vuelta al mundo.

Y las dos visitas más interesantes de los días posteriores fueron al templo Wat Pho y al Wat Arun, también conocido como templo del amanecer. A los dos pudimos ir en el barco público que recorre el río que atraviesa la zona occidental de Bangkok de norte a sur. Cerca de nuestro alojamiento había un embarcadero-parada de dicho barco, el cual va pasando de una orilla a la otra y avanzando de norte a sur y viceversa. En Wat Pho pudimos ver el enorme buda acostado (no recuerdo cuantos metros de largo, pero unos cuantos), postura en la que Siddharta murió por última vez alcanzando el nirvana y saliendo así del ciclo de reencarnaciones. El conjunto arquitectónico religioso estaba plagado de otros pequeños templos y santuarios, además de alojar la escuela oficial de masaje tailandés. Aitor, si es aquí donde me recomendaste que nos diéramos el masaje completo asegurando que tú me invitabas, ¡¡en cuanto esté en Sevilla me lo pagas!! Nos dejaron baldaos por dos días… ¡en mala hora me tumbé en ese colchón! Quizás me tocó el alumno de primer día, y a Andrés su colega, porque vaya tela. Desde luego, todavía no he encontrado nada comparado con el masaje y baño turco de Estambul. Ana y Raúl, ¿podéis comparar también? ¿Qué decís?


¿Y esta familia de dónde será?


Este es otro de los templos del complejo de Wat Pho. Y con esta foto acabamos el reportaje de templos budistas del sudeste asiático. Gracias a los que habéis aguantado el tirón


He de decir que como los templos de Laos nasti de plasti. No sé en otras ciudades de Tailandia. Los de Camboya tampoco, eran bastante ordinarios. En Laos realmente se palpaba la espiritualidad del lugar, se vivía la amabilidad y el contacto de los monjes, y estéticamente eran inigualables. Esta es nuestra opinión y recomendación personal.

Como he comentado antes también visitamos al templo Wat Arun, un templo en forma de pirámide cónica o estupa gigante en la orilla del río, desde el que se podían disfrutar vistas del nada estético Bangkok. Un centro de arte contemporáneo en la zona de Siam Square y el mercado de Chatuchak al norte de la ciudad completaron nuestra agenda. Nada espectacular por cierto.


Bali: pasando de Kuta Bali y encantados en Nusa Lembongan

Parece que Bali es uno de los principales destinos turísticos del sudeste asiático desde los años 60 y 70. Otra vez no descubrimos nada nuevo, a pesar de lo cual puedo asegurar que hemos disfrutado absolutamente Bali y Lombok. La primera semana en Bali la pasaríamos Andrés y yo solos, pero en breve nos reuniríamos con Ana y Raúl, “nuestros amigos del Puerto”, para terminar de explorar Bali y pasar una semana fantástica en Lombok, la isla vecina.

Ya en Khajuraho, India, allá por el mes de mayo de 2010, unas cincuentonas canadienses muy entretenidas nos habían recomendado prescindir de Kuta Bali una vez nos encontráramos en la isla, y mejor huir a Ubud, en el centro de la misma, desde donde sería fácil y cómodo explorar los alrededores. ¿Qué es lo que pasa? Que volar a las cinco de la mañana desde Bangkok nos obligó a pasar la noche en el aeropuerto, así como nos privó de dormir adecuadamente. Cuando el avión aterrizó en Denpasar, ciudad a cinco kilómetros de Kuta Bali, y a eso de las doce del medio día, lo único que queríamos era encontrar un alojamiento rápido y poder echar una siesta.

Un taxi prepagado nos llevó rápidamente a Kuta Bali cuyo centro estaba plagado de posibilidades de alojamiento. Una habitación con olor a humedad y un baño literalmente de miedo por unos doce euros era exactamente lo que buscábamos. Evidentemente era la piscina en el jardín lo que nos entró por el ojo, porque vaya tela con el cuarto de baño… Y efectivamente las canadienses llevaban razón. Todavía no entendemos la congragación de turistas en Kuta Bali, o bueno sí que lo entendemos, en España tenemos muchos Torremolinos, Arenales y Lloretes de Mar. Pues lo mismo, solo que con palmeras, surfistas y flores como telón de fondo. Las calles principales de la ciudad se abarrotaban de bares, restaurantes, tiendas y agencias de turismo, mientras que los callejones más recónditos escondían hospedajes como el nuestro y pequeños warungs -restaurantes de gastronomía local- donde comer barato y bien.

En el único día que pasamos en la Kuta Bali, decidiendo hacia dónde escapar para esperar a Ana y Raúl, exploramos el lugar y observamos atónitos las inversiones millonarias de Sheraton y compañía en una ciudad cuyo turismo debería haber pasado de moda hace ya veinte años. Hordas de surfistas venidos de todo el mundo plagaban con sus motos alquiladas, sus tablas y sus novias rubias todos los rincones de Kuta. A ellos se sumaba un turismo no menos elegante de australianos, todos ellos fácilmente identificables por su camiseta de Bintang, la cerveza local de Bali, y un sinfín de timadores y maleantes locales haciendo las veces de captadores para bares, restaurantes, tiendas y agencias. Un panorama que dejaba mucho que desear tras haber aterrizado en el tan exótico y afamado BALI.


Una estampa típica de los callejones de Kuta Bali, motos y turistas


Esta es la playa de Kuta Bali al atardecer. Una playa de lo más normal, aunque parece que para los surfistas tiene mucha fama. Yo creo que para los surfistas de poca monta, los posturitas vamos


De todos modos confiábamos en los innumerables comentarios buenos que a lo largo de estos meses de viaje nos habían hecho otros viajeros que ya habían pasado previamente por la isla. Algo bueno tenía que tener, seguro, y más vale que fuera así, porque Ana y Raúl habían decidido unirse a nosotros a pesar de correr la época lluviosa en la isla.

Decidimos dejar Kuta Bali lo antes posible, y lo que habíamos leído de una pequeña isla al sudeste de Bali nos hacía bastante gracia; se llamaba Nusa Lembongan (nusa significa isla). Al día siguiente concertamos el traslado a Sanur, ciudad vecina al este de Kuta Bali, desde cuya playa tomaríamos el barco público que en un par de horas nos dejaría en la pequeña isla.


El barco a Nusa Lembongan era un típico barco balinés. Unos arcos de madera a cada lado sujetaban un madero longitudinal, el cual mantendría la posición vertical de la nave a pesar del fuerte oleaje


Pronto, concretamente esperando la salida del barco, y temprano, a eso de las ocho de la mañana, presenciamos la primera de las celebraciones religiosas balinesas, las cuales deben ocurrir bastante a menudo. Todo turista que se precie ha de cruzarse con improvisadas ceremonias y ritos, a los cuales los balineses te invitan a unirte sin mucho problema. La verdad es que eso es de lo mejor de la isla, ya que a pesar de sufrir un turismo masivo siguen siendo excelentes y amables anfitriones. En este caso en particular no conseguimos enterarnos qué era lo que se estaba celebrando, y poco pudimos hacer por enterarnos, ya que, con un ojo puesto en el barco para que no se fuera y otro en las mochilas, nos vimos rodeados por cientos de jóvenes, mujeres y hombres todos ataviados y engalanados con camisas blancas, sarongs (pañuelos grandes que tanto hombres como mujeres utilizan a modo de falda o pareo), y ellos con un pañuelo en la cabeza anudado al frente de forma bastante singular.


Lo de las ofrendas a los dioses toma en Bali un sentido muy especial, y el ritual de colocarlas por todos lados cada mañana sin falta es de lo más pintoresco del hinduismo balinés. Ya os enseñaremos otras fotos


Parasoles


Bali es uno de los pocos sitios que hemos visitado donde los hombres aún siguen utilizando la vestimenta tradicional de forma más o menos asidua. En el resto de lugares sólo las mujeres conservan el atuendo tradicional, y los hombres visten ropas totalmente occidentalizadas. Una pena


De verdad que había un montón de gente


Resulta que Bali es la única isla de todo el archipiélago de Indonesia que profesa el hinduismo, ya que el resto del país es islamista. A pesar de que el hinduismo balinés indudablemente procede de la India, éste dista mucho del original, tanto en estética como en rituales, arquitectura de templos e imaginería. Por suerte para nosotros nada nos recordaba a la India, y digo por suerte porque tras tres meses en el subcontinente acabamos bastante saturados de una religión que nos acabó pareciendo más un conjunto de supersticiones y leyendas increíbles con libertad absoluta de interpretación y participación. Y esto lo digo desde el respeto, ojo, ya que me parece mejor que, puestos a pertenecer y practicar una religión, te dejen a tu libre albedrío a que te sometan de manera dogmática. El caso, que me hago la picha un lío, que poco tiene que ver el hinduismo de la India con el de Bali, eso se entiende ¿no?

En un par de horas nos plantamos en Nusa Lembongan, y en pocos minutos encontramos el alojamiento perfecto, con piscina y bar frente al mar y la habitación en la parte trasera rodeada de jardines y flores. A decir verdad tampoco había muchas cosas que hacer en la isla, y nosotros planeábamos quedarnos cuatro días hasta que llegaran Ana y Raúl, así que nos lo tomamos con tranquilidad. El primer día tras la llegada nos apuntamos a una excursión para hacer snorkelling en distintos puntos alrededor de la isla. La fauna marina y los corales no competían ni en broma con la disfrutina que vivimos en las islas Perhentians de Malasia, pero el entorno y los paisajes que teníamos como telón de fondo eran insuperables. Abajo enseño unas fotos.

Como teníamos tiempo nos dedicamos también a pasearnos por el pueblo, como siempre buscando las mejores ofertas y precios para comer y cenar, conectarnos a internet, comprar fruta y alquilar bicis o una scooter para recorrer la isla.


Una calle cualquiera del pueblo, bastante tranquilo y agradable


Andrés siempre tuvo bastante reparo, pero al final lo convencí para que alquiláramos una moto y así poder recorrer la isla a nuestro aire. La ventaja era que en la isla no había policía, con lo cual no podríamos ser objeto de presiones ilícitas por parte de los agentes y con cualquier excusa para aplacar su sed de dinero fácil. Además podríamos visitar Dream Beach -algo así como “playa de los sueños”- al norte de la isla, y los manglares al sur.

La opción más cómoda resultó ser también la más barata: alquilarle la moto al camarero del bar de nuestro hotel es decir, su moto particular, nada de papeleo, recibo, seguro etc. Las cosas en Indonesia funcionan así, y en gran parte del sudeste asiático también. Nosotros por lo menos tenemos nuestro seguro de viaje, que es de lo más importante. El camarero, al que llamábamos Tetitas porque tenía la pechera como un gallo de pelea, -resulta que en Indonesia son muy populares las peleas de gallos-, fue muy amable, llenó el depósito y me enseñó en un momento el manejo del vehículo. La cosa no fue fácil del todo, ya que además de haber algunas cuestas que subían los cerros de la isla la carretera estaba llena de boquetes, imaginaos. Aunque no creo que yo, el conductor, tuviera todo el mérito; Andrés le echó muchos cojones para venir sentado de paquete todo el día (perdón por la expresión).


Esta foto no es improvisada claro, sino que me la hice especialmente para vosotros

Y por último os dejo con las fotos del atardecer más espectacular que vimos en Bali, según recuerdo ahora. Tras atravesar los manglares y esquivar decenas de cangrejos de tierra que huían a sus agujeros al asustarlos con nuestra moto, llegamos a una playa desde la que se divisaba el Gunung Agung, volcán más alto y venerado de la isla de Bali, con 3142 metros.


Ya os he comentado que las peleas de gallos es un espectáculo muy popular en Indonesia. El cuidado de estos animales es por tanto muy importante, y sus dueños los acarician y peinan, los pasean e incluso los dejan refrescarse en las aguas poco profundas con vistas espectaculares


Sin palabras

Me dirigía a posar para la cámara, pero esta instantánea que me pilla de espaldas me parece muy romántica. Un poco más allá de donde rompen las olas fue uno de los puntos donde estuvimos haciendo snorkelling

  
Una de las principales fuentes de ingreso para los habitantes de la isla es la cría de algas para la venta al mercado de cosmética japonés. Se traen un tejemaneje con las algas todo el día que no veas. ¡Algas para el agua!, y las colocan en el fondo, ¡algas para fuera!, y las ponen a secar al sol; es importante para el visitante soportar la peste a algas en toda la isla, ¡cosas peores hemos olido ya en este viaje!


Y aquí os dejo, feliz por haber sido capaz de escribir de nuevo, que ¡me ha costao la vida! Mil besos a todos y hasta pronto,

Antonio

viernes, 14 de enero de 2011

¿Por dónde iba? Yangshuo (China) y Hong Kong (casi China)

Huelga decir que hemos estado muy ocupados, huelga decir que hemos estado muy perezosos, huelga decir que nuestro ritmo ha cambiado en los últimos tres meses y que por ello no hemos podido o no hemos tenido ganas de sentarnos a escribir. Hace ya tres meses casi que nos encontramos con Ana y Raúl en Bali para pasar unas maravillosas vacaciones por la isla y por la vecina Lombok. Antes de eso nosotros teníamos las tardes libres pero de repente podíamos jugar al continental porque nos trajeron ¡dos barajas españolas! ¡Yupiiiii! Así que el blog se fue postergando a cambio de apasionantes tardes de cartas en la playa. Fatal de bien, vamos.

Pero bueno, no me adelanto a los acontecimientos porque antes de llegar a Bali aún os tenemos que contar el final de China -Hong Kong y Bangkok (Tailandia). Ya casi no me acuerdo qué fue lo último que conté pero sé que os dejé a las puertas de Yangshuo, una ciudad pequeñita pero muy bonita y muy turística, más bien un pueblo de vacaciones. Unas semanas antes, en Kunming estábamos buscando alojamiento por Couch Surfing, que es esa organización no lucrativa que sirve para que los viajeros que van por el mundo puedan quedarse en casa de otra gente sin pagar. Antonio se hizo su perfil y nos pusimos a buscar alojamiento gratis en los sitios por los que queríamos pasar. En esa búsqueda nos encontramos que en Yangshuo hay una escuela de inglés que te da no solo alojamiento sino también comida a cambio de que dos horas al día participes en lo que ellos llaman el English corner. ¡Pues venga!

Al cabo de nada el encargado de contestar las solicitudes de alojamiento en la escuela nos dijo que sí, que ningún problema, así que llegado el día aparecimos por allí un poco cariacontecidos pero sabiendo que nada malo nos podía ocurrir ¿no? La verdad es que la bienvenida no fue muy calurosa. El recepcionista un poco relamido y estiradete nos dijo que el responsable de los voluntarios (nosotros) estaba fuera porque era domingo y que mejor que dejáramos el equipaje y volviéramos por la tarde-noche. Eso hicimos. A las nueve en punto estaba allí Henry, un chino guapísimo pero más hermético que la madre que lo parió, ¡osh! Con la de preguntas que teníamos que hacerle (que se la habrán hecho mil veces) y no nos ahorró ni una el tío. Era buen chico, pero poco comunicativo, ¿he dicho ya que era guapísimo?

Al llegar al dormitorio común con Henry (nombre no chino que todos los chinos se ponen porque pasan de aguantar cómo los no chinos hacemos el pato para intentar decir su nombre de verdad) resultó que los compañeros de cuarto estaban durmiendo. Después de golpear un par de veces salió a abrirnos un chico con cara de dormido, ¡qué pereza! Ahora a instalarnos a oscuras. Henry y nuestro nuevo compañero, Mitch, hablaban de alguien más y señalaban a una cama con un bulto envuelto en mantas. Bueno, pues ya estamos en casa, intentaremos no despertar al bulto. Cuanto Henry salió por las puertas el chico somnoliento encendió la luz y de repente ¡Chaaaaan! ¡ya no tenía cara de dormido! Además ¿sabéis qué? ¡también era guapísimo! Al mismo tiempo de la manta con bulto salió una china vestida (por cierto muy estilosa aunque algo arrugada ahora) que no tenía pinta de ser una voluntaria de la escuela. ¡Cielos! ¿Qué se cuece aquí? ¡Nuestro dormitorio es el lupanar!

Cuando la chica se hubo despedido precipitada y abochornada salieron los dos por patas y nos dejaron con una cara de tonto que pa qué. Unos minutos más tarde Mitch volvió y nos explicó la peripecia. Resulta que Mitch es un escalador de Texas monísimo, rubio, con el pelo largo y rizado y los ojos azules, la carita de angelito algo tostada por las horas de deporte al aire libre y unas espaldas así de anchas aunque esbelto y estilizado. Os parecerá que invierto demasiado tiempo en describirle pero tiene sentido porque resulta que el tejano apolíneo (os podréis imaginar) se ligaba a todas las alumnas de la escuela una tras otra, cola habia. Ésta en concreto que salió de las mantas estaba casada y se había vuelto totalmente loca por él. Cosas que pasan.

Me imagino que con cierta urgencia por cambiar de tema Mitch nos contó que su amiga, para esconderse, se metió en la cama de Joan Albert, un catalán que era nuestro cuarto compañero de habitación y que volvería en un ratito, que era muy simpático y que siempre andaba de fiesta. No tardó mucho y cuando entró por las puertas comprendimos que era imposible que Henry se hubiera tragado que aquel bulto que había en la cama de Joan Albert fuera él, porque nuestro amigo Joanal es bastante alto y grandote, como dos veces la china, ji, ji.

Estaremos una semana en Yangshuo y tendremos tiempo con Joan Albert de irnos de fiesta varias veces y de hacer muchas risas. Él mismo fue nuestro cicerone en la escuela el primer día. Nos enseñó dónde y cómo se comía, cómo iban las clases y todo lo de la escuela. Mi primer día no fue muy bien. Después de la cena que nos daban a las cinco de la tarde nos metimos a las clases. Lo que ellos llaman english corner era una sesión de dos horas en la que te soltaban en una clase de unos seis u ocho alumnos, te daban un tema del que hablar y un rotulador de pizarra blanca que generalmente no pintaba. Era lunes y “mis alumnos” tenían cero ganas de hablar de nosequé tema peregrino. Al rato comprendí el asunto y empecé a preguntarles cosas de sus vidas y ellos a mí de la mía. No obstante la mayoría estuvieron apáticos y hacían los deberes mientras yo charloteaba con algunos de ellos más animados. El segundo día y siguientes fueron como la seda, después de quitarse el cansancio del lunes todos los días me lo pasé pipa preguntándole a los alumnos cosas de China que me llaman la atención como qué opinaban ellos del Feng Shui o que si había pensiones para los jubilados.

Antonio posa con sus alumnos del "corner"

La verdad es que lo mejor de la estancia en Yangshuo ha sido el contacto con los alumnos, los chinos son muy simpáticos y muy normales. Ni son frikis ni son raros ni aburridos ni están todo el día trabajando ni nada de nada. Son divertidos, les gusta salir con los amigos y faltan a clase para irse a ligar. Normal normal. Casi cada noche salen por los bares del pueblo a pasárselo bien. Hay que decir que la mayoría de los alumnos de esta escuela son mayores de veinticinco años, trabajadores o incluso que han dejado su trabajo para venir aquí y poder buscar un trabajo mejor.

De nuestras clases hemos aprendido muchísimas cosas como que la ley de un solo hijo sigue vigente y ha provocado que toda esta generación de hijos únicos se las vean con una realidad algo estresante. Según nos dijo nuestro amigo Terry (luego hablamos más de él) los chinos han perdido calidad de vida, los hijos únicos tienen que ayudar económicamente a los padres con jubilaciones por norma bastante pequeñas e incluso a los abuelos. Además está el paso a sociedad consumista radical que han experimentado en los últimos lustros y que les hace vivir en una constante insatisfacción por la capacidad adquisitiva. Terry tenía un cochazo y cambiarlo por uno mejor era su único objetivo a corto-medio plazo. Cuando le decíamos que nosotros lo veíamos un coche estupendo, lo consideraba un cumplido y se reía. En serio era un coche muy grande y muy nuevo. Por supuesto ni le hablaras de comprarse un coche chino; alemán o por lo menos japonés.

El pueblo es muy bonito y está en un entorno geológico privilegiado, una serie de montañitas de roca caliza parecidas a aquellas que os enseñamos de Vietnam rodean el pueblo por todas partes, es como de dibujos animados, bellísimo.


Un día hicimos una excursión en barco con Joanal, otro fuimos a un macro espectáculo malísimo que había sido dirigido por el mismo creador de las ceremonias de las olimpiadas en Pekín, otro fuimos a tomar cervezas con Joanal, otro fuimos a tomar cervezas con Joanal y nos comimos un pincho de pilila de cerdo… ¡en serio! Por la noche había chiringuitos de comida por las calles y uno de las especialidades era picha de guarrino en un pinchito y a la brasa y ¡no estaba mal! La verdad es que lo hicimos por la risa pero el tercer día que fuimos a tomar cervezas con Joanal ¡repetimos churrita! Je je. Ese último día venía con nosotros Irene, una profesora de la escuela de origen Venezolano-Brasileño que tiene un sentido del humor maravilloso y que ni por todo el oro del mundo se comía una picha de cerdo, un besazo Irene.

Un señor practica la pesca con cormorán cerca de Yangshuo

Testimonio gráfico de Antonio comiendo pilila de cerdo a la brasa

Los ratos muertos en la escuela y algunas sesiones de cervecita en la puerta del edificio de los dormitorios los pasamos con unos voluntarios muy especiales. Petra, Bryan y su hijo de cuatro años Roni estaban pasando un tiempo en la escuela, como nosotros. Ellos eran finlandesa y estonio y acababan de comenzar un viaje de vuelta al mundo que duraría tres años con el niño por delante, ele. Son muy especiales, ellos mismos dicen “a nosotros nos va el rollo hippie” y nos contaban las fiestas psicodélicas y nos enseñaban los dibujitos fluorescentes que les encantan. Una familia preciosa con un niño pa comérselo. Un saludo para vosotros aunque no sé si el nivel de español de Bryan entenderá algo más que ¡Qué pasa locoooo!

Pues después de una semanita entre clases, cervecitas y paseos por el río tocó la hora de la despedida. Resulta que, como siempre, nos cogió el día nacional del país y nos dijeron que el alojamiento sería más caro en esos días. Nosotros nos dirigíamos a Hong Kong directamente pero había que coger un tren hasta Shenzhen, la ciudad fronteriza con Hong Kong y luego pasar a la ciudad de los rascacielos. Para los que se estén preguntando si al final los ingleses no devolvieron Hong Kong a China, os diré que sí, en 1997 como estaba previsto. Lo que ocurre es que para China incorporar una mole capitalista en el seno del país comunista por excelencia no era cualquierilla cosa. Para evitar líos y como Hong Kong no podía perder sus privilegios financieros por contrato en la devolución de los territorios, China decidió nombrarlo Territorio Administrativo Especial. De este modo está controlado por China pero desde fuera, un juntos pero no revueltos que parece irles de maravilla.

Para llegar a la estación de tren desde Yangshuo había que coger un autobús y una vez en la estación teníamos que buscar al señor X que nos daría los billetes. Demasiado difícil para dos occidentales. ¿Encontrar a un señor que no habla inglés (por tanto da igual si teníamos móvil o no) en una estación enorme para que nos de nuestros billetes? Teníamos claro que jamás llegaríamos a Shenzhen. Por mano de dios, bueno, en China por mano de Confucio resultó que Terry, un alumno de la escuela iba también a Shenzhen y nos podíamos enganchar de su pata para todo el tema de los billetes. Para no perder el bus decidimos comer juntos y luego salir a la estación. Cuando le contamos que igual buscábamos alojamiento en Shenzhen para una noche porque igual en Hong Kong era muy caro por ser sábado nos dijo que para nada. Que nos quedaríamos en su casa. Su suegro estaba de visita pero decía que por un día no pasaba nada, que el dormiría en el sofá y Sophie (su novia) iría a dormir a casa de su hermana que vivía cerca.

Terry es encantador, pagó el billete de tren más caro de los tres que tenían para nosotros y luego durmió en la litera más barata para que nosotros dos fuéramos en el mismo vagón, nos llevó a su casa, Sophie nos dio de comer unas empanadillas hervidas que había hecho para nosotros, nos dieron un ratito para descansar en su dormitorio y luego nos pusieron un almuerzo estupendo, nos sacaron de paseo a un parque y por el frente marino para que el papá de Sophie, un señor de cincuenta años viera el mar por primera vez. Luego nos llevaron a cenar y pagaron ellos. De vuelta a casa nos enseñaron a jugar al Mah Jong porque yo me moría de ganas y a la mañana siguiente nos prepararon leche de soja casera y un desayuno delicioso.

Hasta que no nos vieron alejarnos en el bus que nos llevaba al paso fronterizo hacia Hong Kong no se fueron a casa. El padre de Sophie estuvo todo el rato con nosotros pero no hablaba mucho el pobre. Era muy gracioso y se rompió la cabeza sin éxito para comprender qué demonios hacíamos tan lejos de casa. Por un motivo parecido Terry y Sophie nos trataban tan bien. Ellos están convencidos (como decía Confucio) que a los extranjeros hay que tratarles muy bien porque vienen desde muy lejos. Pero se lo tomaron tan deliciosamente a pecho que no puedo parar de decirle a todo el mundo que tienen que ir a China, que los chinos son encantadores y que la mitología urbana sobre ellos es una patraña imperdonable e incomprensible. China definitivamente mola y nosotros pensamos volver ¿alguien se apunta?

El papá de Sophie, Sophie, Antonio y Terry. Una cena inolvidable

El parque donde nos llevaron estaba lleno a rebosar de gente porque todo el mundo estaba de vacaciones, había mucha gente volando cometas y decoración de fiesta porque se cumplía el 30 aniversario de la ciudad. Hay que decir que Shenzhen es una ciudad que el gobierno de China “se inventó” como respuesta a Hong Kong y lo que hace treinta años era un pueblo de pescadores de cinco mil habitantes hoy es una bulliciosa ciudad de ¡quince millones de almas! que si a día de hoy no tiene tantos rascacielos como Hong Kong los tendrá en tres meses. Los chinos o lo hacen a lo grande o nada. Son la bomba.

El sabor de boca de dejar amigos tan generosos atrás nos invitaba a afrontar nuestro siguiente reto con unas ganas especiales. Para llegar a la ciudad de Hong Kong había que pasar andando por una especie de aduana y luego coger un tren que te lleva a Kowloon. Esta parte de Hong Kong está en tierra firme y fue la segunda fase de lo que los ingleses se anexionaron tras la isla de Hong Kong, como tercera entrega obtuvieron los Nuevos territorios, que es lo que hace “frontera” con China. La zona de Kowloon que toca el mar es la zona de los alojamientos baratos, las tiendas caras y los auditorios y también el muelle de los ferrys para ir a la isla de Hong Kong. Junto al muelle hay un paseo marítimo que acoge “La avenida de las Estrellas” una serie de placas de latón incrustadas en el suelo junto a la huella de las manos de artistas chinos de cine. Por supuesto está la de Jackie Chang y de Bruce Lee hay hasta una estatua. Espeluznante pero divertido. Desde esta misma avenida se puede disfrutar cada noche de un espectáculo de luz y sonido en el que “participan” numerosos edificios de la isla iluminándose con neones y cañones, muy kitch pero muy entretenido. Lo vimos varios días.

Antonio posa ante el impresionante despliegue de fluorescentes y leds de colores

¡Maestro!

Una de esas noches mientras tomábamos unas cervecitas y una bolsa de patatas fritas sabor sushi viendo los rayos de colores y los neones se sentó con nosotros un chico austríaco que hablando hablando nos contó que iba a la escuela de inglés de Yangshuo. ¡Toma! Nos pareció mucha casualidad y para aprovecharla le dimos una nota de saludo para Joan Albert. El mismo Joanal nos contó después que se le puso la piel de gallina cuando el rubito le dijo ¡hola soy el nuevo! ¿tú eres Joan? Pues toma. Je je. ¡Ay Joan Albert! espero que ligaras en la escuela ni siquiera el 10% de las veces que tiraste la caña. ¡Un besote!

¡Pero bueno! Sigamos en Hong Kong, yo ya sabía que sería un sitio de rascacielos y que me gustaría pero es que ¡me encantó!
Para salir de la terminal de ferry en la isla hay un pasillo elevado sobre la calle que la primera vez que los recorrimos nos tuvimos que parar pensando ¿Cuándo se acaba este pasillo? Y ¿a dónde lleva? Es que cuando sales del ferry estás directamente en la zona financiera y los pasillos son una red de calles sobre las calles que conectan unos edificios con otros o sencillamente te sirven para cruzar las avenidas evitando el tráfico. En una ocasión nos veíamos dando vueltas en una esquina y es que para cruzar la calle había que entrar en un edificio, coger el ascensor, bajarse en el primer piso, salir al puente sobre la calle y luego hacer lo contrario en el edificio de enfrente. Muy extraño pero muy práctico.

Un tramo del laberinto de puentes peatonales

La verdad es que a mí todo eso me divertía y la altura sobre la calle me daba una perspectiva y tranquilidad para hacer mil fotos de los edificios, que me encantan. Lo más gracioso es que cuando te diriges hacia la montaña que preside la isla se sale del laberinto de pasillos del puerto para entrar en la red urbana de escaleras mecánicas más grandes del mundo. Es total, aquí cualquier cosa menos andar por la calle, pensé yo. Pero es muy entretenido y muy descansado subir esas cuestas de vértigo mirando a la gente pasar sin ningún esfuerzo. Esa zona de la ciudad se llama el Mid Level (nivel medio) y es donde se encuentra el Soho, la zona donde están todos los restaurantes modernillos y las tiendas de diseñadores. Es muy agradable. ¡Qué moderrrno madreeee! Es como ir todo el rato arriba y abajo por las plantas de El Corte inglés pero al aire libre.

Las escaleras mecánicas del Mid Level

Hablando de corteingleres, no os podéis hacer una idea de la cantidad de centros comerciales y de tiendas en general que hay en Hong Kong. ¡De locos! Hemos visto gente haciendo cola para entrar en Chanel porque sólo dejan entrar a un número limitado de clientes a la vez. ¡Qué te parece! Te vas a gastar tres mil euros en una funda para el móvil y tienes que hacer cola, muy fuerte. Además como era fiesta nacional en China pues todos estaban allí como locos comprando a destajo. Daba cosita de ver ¿eh? Y digo bien, sólo de ver, porque nosotros de comprar nada de nada. Lo más que hicimos fue ir al súper para comprarnos algo de comer para la habitación. También íbamos al súper a última hora porque cuando iban a cerrar rebajaban algunos alimentos perecederos y cenábamos bandejones de sushi a precios de risa. ¡Me encanta el sushiiii!

Una instantánea de Hong Kong

Por las mañanas yo me levantaba antes que Antonio, claro, y bajaba todos los días a comprar sándwiches del Seven Eleven (un 24 horas) que eran muy baratitos y nos los comíamos con café soluble en la habitación. Como en todas partes en China en nuestro hostal había una máquina que dispensaba agua hirviendo porque los chinos no pueden vivir sin su té (verde, claro). ¡Ah! no os había hablado de la habitación. Efectivamente el alojamiento era más caro esos días por la fiesta nacional y tuvimos un regateo de campeonato con el dueño del hostal para pagar menos cuando se pasara la fiesta de marras. Nuestra habitación estaba en uno de los infinitos hostales que había en un viejo edificio de Kouloon que se llama Chungking Mansions, suena terrorífico y lo es. Son dieciséis plantas con unos cuantos hostales u hoteles para todos los gustos en cada planta. El nuestro estaba limpio y la habitación estaba bien aislada del ruido de la calle, además tenía una luz bonita. Cuando salías y entrabas por la puerta principal te encontrabas con una multitud babélica entre los que destacaban los indios que ofrecían acompañarte a los hostales para llevarse una comisión. Muy pintoresco y terriblemente cosmopolita.

Al otro lado del paso de peatones está la entrada de la Chungking Mansions

Nosotros hemos vivido la semana de Hong Kong como un descanso del ajetreo que traíamos en el cuerpo. Cada día hacíamos una visita o una actividad pero con calma. Antonio tenía curiosidad por visitar la Universidad de Hong Kong, al parecer es importantísima y tiene mucho prestigio. Tenían una sala de exposiciones en la que pudimos ver algunas fotos antiguas de la ciudad con especial interés en la evolución de los transportes en la isla. Otro día visitamos una galería que alberga una muestra explicativa del pasado, el presente y el futuro de las infraestructuras de los territorios de Hong Kong. Muy interesante. Ahí supimos que China planea ampliar la zona económica especial para incluir también a Shenzhen y otras ciudades financieras de la zona. ¡Tiembla Wall Street!

Figura y fondo

Cuando paseábamos por el distrito financiero yo no paraba de preguntarle al viento, ¿en qué trabaja toda esa gente? Hay mil edificios altísimos llenos de oficinas. Que si el banco de China, que si el HSBC que si… en fin, todos bancos habidos y por haber y entidades de crédito, de seguros, inversoras, etc. Yo no entiendo mucho pero aquello es muy fuerte. Otra de las visitas que más me gustaron fue la torre del banco de China. Te dejan subir gratis a una planta como a la mitad de la torre para disfrutar de vistas sobre el barrio de oficinas. Absolutamente urbano y muy impresionante.

Muy Hong Kong, taxis y cuestas

También fuimos al museo de Historia de la ciudad y la verdad es que quedé impresionado por la calidad de la exposición y lo curioso del pasado de este sitio, haceros un Wikipedia porque no quiero enrollarme pero tiene gracia. Sólo os diré que en la historia de Hong Kong el opio jugó un papel crucial. Los ingleses no tenían qué ofrecer a los chinos a cambio de sus mercancías porque en China estaban seguros de no necesitar nada del exterior y el gusto inglés les parecía de lo más aburrido y vulgar. Justamente lo contrario de lo que pensaban los ingleses de las cosas de China: el té, la porcelana y la seda volvieron locas a todas las señoras inglesas que recibían sus visitas en salones que habían de decorarse a la última. Pero esto provocaba un balance negativo en las cuentas inglesas así que, ni cortos ni perezosos, los astutos ingleses introdujeron el opio que producían a precio de risa en su India imperial. Muchos chinos acabaron enganchados al opio y la balanza se equilibró, pero el gobierno chino se cansó y se armó la de San Quintín. Las guerras del opio les llamaron. En cada intentona los chinos perdían un trocito más y los ingleses acabaron teniendo un buen pedazo de tierra y libertad absoluta para comerciar con lo que quisieran, incluido el opio. Apasionante.

El té, como decía es muy importante para los chinos y para los ingleses así que, como no podía ser menos, tienen un precioso museo del té. Antonio me tuvo que sacar a rastras porque yo no me cansaba de ver teteras y tazas y de aprender y apuntar cómo preparan el té en diferentes sitios de China. Había una muestra muy graciosa del trabajo creativo de los estudiantes de las escuelas de artes y oficios de Hong Kong con teteras y tazas inspiradas en las cosas más peregrinas. Genial.

Y siguiendo con la vena creativa de los Hongkoneses nos fuimos al Hong Kong Art Centre donde vimos una exposición de cosas en tres dimensiones, había esculturas en papel, maquetas de ciudades hechas en trapo dentro de maletas antiguas y la maqueta de un teatro monumental que están construyendo en alguna de esas ciudades de quince millones de habitantes que hay en China y que nosotros no hemos oído ni nombrar. Me encantó un grupo de colegiales que no paraban de hacerse fotos por la galería. Son muy pintorescos, van con uniformes como los de los dibujos animados de Doraemon. Una herencia inglesa muy bien orientalizada.

Una colegial persigue a su amiga hacia el interior de una maqueta

Entre tanto cemento no podía faltar alguna que otra zona verde ¿no? Uno de los últimos días, y viendo que la bruma no nos iba a dar ni un dia despejado decidimos subir de todos modos a la montaña de la que os hablaba, el Victoria Peak. Prácticamente en la cima hay un edificio al que llega el funicular, ese tren que está diseñado expresamente para subir cuestas y ¿qué pensáis que era el edificio? ¡Bingo! ¡Un centro comercial! Increíble de verdad. Por supuesto para tener unas vistas buenas buenas de verdad había que pagar una entrada a la terraza panorámica. ¡Ni hablar!, nos pedimos un café en el BurriKing que, aunque más baja, también tenía terraza ¡Hombre ya! Todo pagando todo pagando. También nos dimos un paseíto por la montaña y la verdad es que fue precioso.

Señor: "Se agarre usted que se nos cae para detrás del funicular"

Otro día visitamos el Kowloon walled city park que está en una zona donde antes había edificios pero, al parecer no debía ser un barrio muy seguro y decidieron barrer con él. En fin, cosas que pasan en las ciudades. También visitamos algún templo, el Wong Tai Sin temple, al estilo Taoísta tradicional, una especie de parque de atracciones de la religión mezclado con oráculo. La gente meneaba unos cubiletes llenos de palitos con letritas y cuando se caían los iban guardando aparte, una vez tenían tres ya podían apuntar lo que les había salido y se iban a unos mostradores donde les decían las verdades del barquero. También había muchos quiromantes, es decir, especialistas de leer la mano. Muy pintoresco, nosotros nos conformamos con mirar y hacer unas fotitos, no fuera ser que nos dijeran que en España hay crisis y que mejor que no volvamos ¿os imaginais? ¡qué susto!

Los palitos de la suerte
Los fieles agitan el cubilete ¿qué saldrá?...
El pasillo de la verdad

A Antonio le encantan las tortugas y en el templo había un montón

Bueeeno, y para terminar con Hong Kong os cuento que un día nos regalamos unas entradas para ir al teatro. Un espectáculo estilo Ópera de Peking que se llamaba algo así como “Un cuento de la ciudad prohibida” y contaba la última noche del último emperador de una dinastía en sus palacios de la ciudad prohibida. En su delirio de tristeza y desolación se le aparece el arquitecto que construyó la ciudad y le acompaña en un último paseo por los edificios y avenidas que habían sido suyos hasta ese día. Precioso, delicado y emocionante. Me gusta que los chinos hayan empezado a superar el olvido de su propia cultura. Poco a poco han recobrado la confianza con su pasado y ya no ven la historia de los emperadores como un enemigo de la revolución ni del comunismo. Total, en ese auditorio del siglo XXI rodeado de rascacielos de bancos tampoco va a hacer mucho daño un poco de nostalgia por aquello que decidieron olvidar nadie sabe ya por qué.

Y para relajar los pies de tanta caminata nos paramos en uno de los parques que tienen masaje de pies al aire libre, en este caso debe ser masaje para elefantes porque los piedrolos son cosa fina. La cara es de "¡Por dios Antonio haz la foto ya que no aguanto más!

Muchas gracias por volver, intentaremos no tardar tanto esta vez.

Andrés