domingo, 20 de febrero de 2011

Aguantando el tirón en Bangkok y Kuta Bali para, por fin, poder disfrutar de Nusa Lembongan

Bangkok no da la talla

Y de Hong Kong, de nuevo en Air Asia, volamos a Bangkok para pasar allí una semana. Este sería el retorno al sudeste asiático tras nuestra estancia en China, y desde allí continuar la ruta rumbo a Indonesia y Australia. Unos meses antes habíamos decidido no visitar Tailandia por dos razones principales. En primer lugar porque íbamos a visitar Laos y Camboya, países también budistas y de historia muy vinculada a Tailandia aunque menos turísticos. Y segundo, porque siempre será más accesible y económico volar a Tailandia desde Europa que hacerlo a Laos o a Camboya -esto pensando en futuros viajes-. Pasados ya unos cuantos meses podemos asegurar que no nos arrepentimos de la decisión.

¿Y por qué entonces pasamos una semana en Bangkok? La razón es que para volar desde Hong Kong a Denpasar -ciudad que acoge el aeropuerto internacional de Bali- con Air Asia, lo mismo era hacer escala en Kuala Lumpur que en Bangkok. Como “Kuala” ya la habíamos visitado, pues por qué no visitar Bangkok. También podríamos haber pasado de Bangkok y hacer el enlace de vuelos lo más rápidamente posible, lo cual ahora pensamos que podía haber sido lo más acertado, pero no lo hicimos así.

Con esto y con el título de esta media entrada os adelanto que Bangkok no cumplió las expectativas que nos habíamos creado, o al menos las mías. Imaginaba Bangkok como la ciudad más emblemática del sudeste asiático, una gran metrópolis con una mezcla de tradición, religión y arquitectura, atravesada por una red de canales sinuosos que albergaría mercados flotantes y la actividad vertiginosa de la población local. Evidentemente era una idea romántica, la cual no tardó en desaparecer al cruzar la ciudad en bus desde el aeropuerto, en el este, hasta la famosa zona de Khao San, distrito de turistas en el oeste del centro histórico.

Resulta que Bangkok es una ciudad tomada al cien por cien por el tráfico, difícil e incómoda para el peatón y de arquitectura más bien fea. Nada de edificios tradicionales sino todo lo contrario, masas de cemento que se amontonan sin mucho orden ni concierto. Entre este amasijo de ladrillo y metal aparecen edificios más modernos y altos de vidrio y acero, que acogen oficinas y centros comerciales, así como templos que han quedado acorralados en un ambiente hostil muy lejano de proporcionar la tranquilidad y espiritualidad que allí se espera encontrar. A todo esto, la única línea de metro y las dos líneas de sky train no terminan de facilitar el movimiento de pasajeros en la gran urbe, ya que cubren sólo parcialmente la zona oriental de la ciudad. Evidentemente nosotros nos alojábamos en la zona occidental del centro, teniendo que resolver el secreto mejor guardado de la capital, es decir, el funcionamiento de las paradas y los recorridos de las numerosas líneas de autobús; ni que decir tiene que no existían mapas de los recorridos y por supuesto, los números que aparecían en la parada no tenían nada que ver con las líneas que por allí pasaban. Adicionalmente, el espeso tráfico impedía a los buses acercarse a la acera para permitir el subir y bajar de viajeros, y por tanto había que cruzar los dos o tres carriles que te separaban del vehículo y subirte a él en marcha. Ideal. Y nos quejamos del Tussam.

Con la experiencia vivida puedo colocar a Bangkok en el tercer puesto del ranking de capitales feas e incómodas para el viajero en Asia, por detrás de Delhi y Hanoi. Así, si alguien que lee esto tiene intenciones de viajar a Tailandia, le recomendaría salir de Bangkok lo más rápidamente posible; seguro que hay mil cosas en el país que merecen más la pena, no lo dudo. Aitor, ahora entiendo cuando me preguntabas el por qué de una semana en Bangkok.

A pesar del panorama teníamos que hacer algo durante esos siete días, y sitios para visitar parecía que no faltaban. El primero que visitamos, y que estaba bastante cerca de nuestro alojamiento, era el palacio real, el cual acoge en un templo al afamado buda esmeralda -que es de jade en realidad-, quien por un tiempo se alojó en Laos hasta que el ejército tailandés se lo arrebató al país vecino. La verdad es que ya no me acuerdo muy bien de la historia del buda ni de cómo éste llegó primero de Tailandia a Laos para posteriormente volver a la capital de Siam. El conjunto arquitectónico y los jardines del palacio real ya en desuso, la realeza ahora se aloja en otro palacio al norte de la ciudad, son bastante llamativos. Comparándolo con el palacio real de Camboya, en Phnom Penh, este segundo no desmerece la visita, lo cual se nos había insinuado cuando lo visitábamos allá por el 35 cumpleaños de Andrés en agosto. Seguramente, lo que pasaría es que, de nuevo, esperábamos más del palacio real de Bangkok.

Una de las cosas que más nos gustó fue visitar el tesoro de la familia real que incluía regalos de otras monarquías y países a los reyes tailandeses, así como los dos atuendos de oro que en ese momento no estaba vistiendo el buda esmeralda. Este budita, que es pequeñito en realidad, tiene tres vestidos, uno para la época seca, otro para la época lluviosa y otro para el invierno, los tres muy monos y dignos para residir en el palacio real. Aquí unas fotos del conjunto.




La verdad es que era bastante bonito ¿no? Quizás sea demasiado criticón, perdón




Aquí algunos detalles de los guardianes de los templos del recinto y de los fieles. Por supuesto petado de turistas claro, no estábamos solos


Ofrendas de todo tipo. ¿A que parece que el cochino se está riendo? La verdad es que con ese final que le esperaba no sé de qué se reía


Y todo muy arreglaíto


Ese mismo día continuamos de paseo por barrios vecinos, buscando el mercado y algún sitio donde comer baratito. Con deciros que acabamos comiendo en un “7 Eleven” os lo digo todo, ¿no decían que en Tailandia se podía comer a cualquier hora en los puestos de la calle que estaban por todos lados? Finalmente seguimos hasta el barrio chino donde tuvimos la oportunidad de ver al dragón que nos había dado esquinazo en China.


A estas alturas no distingo un chino de un tailandés, camboyano o vietnamita… a no ser que tenga cara de dragón claro, ¡ese es chino fijo!


Al día siguiente paseamos por el barrio de Silom, zona comercial y de oficinas que por el día congrega a trabajadores, y por la noche acoge bares y clubes de muy distinta calaña. Gran parte de los locales que otorgan a Bangkok su fama de destino turístico sexual se concentran en este barrio, sean también salones de masajes, bares de ambiente y otros que ofrecen el tan famoso “ping pong show”. No os puedo explicar a ciencia cierta de qué se trata dicho espectáculo, le dejo la tarea a vuestra imaginación.

Y de ahí anduvimos hasta el centro comercial de Siam Square. Este shopping mall, plagado de tiendas de lujo, centros de belleza y restaurantes de comida rápida, así como las calles adyacentes, tan visitadas por locales y turistas, fue el centro de las protestas de los Camisas Rojas allá por mayo de 2010, ocasión en la que anulamos nuestro vuelo de Calcuta a Bangkok. Las explosiones en dicha zona, la acampada de los “rebeldes” y la posibilidad del cierre del aeropuerto fueron razones suficientes para postergar nuestra visita a Burma volando desde la capital Tailandesa. Será entonces para la próxima vuelta al mundo.

Y las dos visitas más interesantes de los días posteriores fueron al templo Wat Pho y al Wat Arun, también conocido como templo del amanecer. A los dos pudimos ir en el barco público que recorre el río que atraviesa la zona occidental de Bangkok de norte a sur. Cerca de nuestro alojamiento había un embarcadero-parada de dicho barco, el cual va pasando de una orilla a la otra y avanzando de norte a sur y viceversa. En Wat Pho pudimos ver el enorme buda acostado (no recuerdo cuantos metros de largo, pero unos cuantos), postura en la que Siddharta murió por última vez alcanzando el nirvana y saliendo así del ciclo de reencarnaciones. El conjunto arquitectónico religioso estaba plagado de otros pequeños templos y santuarios, además de alojar la escuela oficial de masaje tailandés. Aitor, si es aquí donde me recomendaste que nos diéramos el masaje completo asegurando que tú me invitabas, ¡¡en cuanto esté en Sevilla me lo pagas!! Nos dejaron baldaos por dos días… ¡en mala hora me tumbé en ese colchón! Quizás me tocó el alumno de primer día, y a Andrés su colega, porque vaya tela. Desde luego, todavía no he encontrado nada comparado con el masaje y baño turco de Estambul. Ana y Raúl, ¿podéis comparar también? ¿Qué decís?


¿Y esta familia de dónde será?


Este es otro de los templos del complejo de Wat Pho. Y con esta foto acabamos el reportaje de templos budistas del sudeste asiático. Gracias a los que habéis aguantado el tirón


He de decir que como los templos de Laos nasti de plasti. No sé en otras ciudades de Tailandia. Los de Camboya tampoco, eran bastante ordinarios. En Laos realmente se palpaba la espiritualidad del lugar, se vivía la amabilidad y el contacto de los monjes, y estéticamente eran inigualables. Esta es nuestra opinión y recomendación personal.

Como he comentado antes también visitamos al templo Wat Arun, un templo en forma de pirámide cónica o estupa gigante en la orilla del río, desde el que se podían disfrutar vistas del nada estético Bangkok. Un centro de arte contemporáneo en la zona de Siam Square y el mercado de Chatuchak al norte de la ciudad completaron nuestra agenda. Nada espectacular por cierto.


Bali: pasando de Kuta Bali y encantados en Nusa Lembongan

Parece que Bali es uno de los principales destinos turísticos del sudeste asiático desde los años 60 y 70. Otra vez no descubrimos nada nuevo, a pesar de lo cual puedo asegurar que hemos disfrutado absolutamente Bali y Lombok. La primera semana en Bali la pasaríamos Andrés y yo solos, pero en breve nos reuniríamos con Ana y Raúl, “nuestros amigos del Puerto”, para terminar de explorar Bali y pasar una semana fantástica en Lombok, la isla vecina.

Ya en Khajuraho, India, allá por el mes de mayo de 2010, unas cincuentonas canadienses muy entretenidas nos habían recomendado prescindir de Kuta Bali una vez nos encontráramos en la isla, y mejor huir a Ubud, en el centro de la misma, desde donde sería fácil y cómodo explorar los alrededores. ¿Qué es lo que pasa? Que volar a las cinco de la mañana desde Bangkok nos obligó a pasar la noche en el aeropuerto, así como nos privó de dormir adecuadamente. Cuando el avión aterrizó en Denpasar, ciudad a cinco kilómetros de Kuta Bali, y a eso de las doce del medio día, lo único que queríamos era encontrar un alojamiento rápido y poder echar una siesta.

Un taxi prepagado nos llevó rápidamente a Kuta Bali cuyo centro estaba plagado de posibilidades de alojamiento. Una habitación con olor a humedad y un baño literalmente de miedo por unos doce euros era exactamente lo que buscábamos. Evidentemente era la piscina en el jardín lo que nos entró por el ojo, porque vaya tela con el cuarto de baño… Y efectivamente las canadienses llevaban razón. Todavía no entendemos la congragación de turistas en Kuta Bali, o bueno sí que lo entendemos, en España tenemos muchos Torremolinos, Arenales y Lloretes de Mar. Pues lo mismo, solo que con palmeras, surfistas y flores como telón de fondo. Las calles principales de la ciudad se abarrotaban de bares, restaurantes, tiendas y agencias de turismo, mientras que los callejones más recónditos escondían hospedajes como el nuestro y pequeños warungs -restaurantes de gastronomía local- donde comer barato y bien.

En el único día que pasamos en la Kuta Bali, decidiendo hacia dónde escapar para esperar a Ana y Raúl, exploramos el lugar y observamos atónitos las inversiones millonarias de Sheraton y compañía en una ciudad cuyo turismo debería haber pasado de moda hace ya veinte años. Hordas de surfistas venidos de todo el mundo plagaban con sus motos alquiladas, sus tablas y sus novias rubias todos los rincones de Kuta. A ellos se sumaba un turismo no menos elegante de australianos, todos ellos fácilmente identificables por su camiseta de Bintang, la cerveza local de Bali, y un sinfín de timadores y maleantes locales haciendo las veces de captadores para bares, restaurantes, tiendas y agencias. Un panorama que dejaba mucho que desear tras haber aterrizado en el tan exótico y afamado BALI.


Una estampa típica de los callejones de Kuta Bali, motos y turistas


Esta es la playa de Kuta Bali al atardecer. Una playa de lo más normal, aunque parece que para los surfistas tiene mucha fama. Yo creo que para los surfistas de poca monta, los posturitas vamos


De todos modos confiábamos en los innumerables comentarios buenos que a lo largo de estos meses de viaje nos habían hecho otros viajeros que ya habían pasado previamente por la isla. Algo bueno tenía que tener, seguro, y más vale que fuera así, porque Ana y Raúl habían decidido unirse a nosotros a pesar de correr la época lluviosa en la isla.

Decidimos dejar Kuta Bali lo antes posible, y lo que habíamos leído de una pequeña isla al sudeste de Bali nos hacía bastante gracia; se llamaba Nusa Lembongan (nusa significa isla). Al día siguiente concertamos el traslado a Sanur, ciudad vecina al este de Kuta Bali, desde cuya playa tomaríamos el barco público que en un par de horas nos dejaría en la pequeña isla.


El barco a Nusa Lembongan era un típico barco balinés. Unos arcos de madera a cada lado sujetaban un madero longitudinal, el cual mantendría la posición vertical de la nave a pesar del fuerte oleaje


Pronto, concretamente esperando la salida del barco, y temprano, a eso de las ocho de la mañana, presenciamos la primera de las celebraciones religiosas balinesas, las cuales deben ocurrir bastante a menudo. Todo turista que se precie ha de cruzarse con improvisadas ceremonias y ritos, a los cuales los balineses te invitan a unirte sin mucho problema. La verdad es que eso es de lo mejor de la isla, ya que a pesar de sufrir un turismo masivo siguen siendo excelentes y amables anfitriones. En este caso en particular no conseguimos enterarnos qué era lo que se estaba celebrando, y poco pudimos hacer por enterarnos, ya que, con un ojo puesto en el barco para que no se fuera y otro en las mochilas, nos vimos rodeados por cientos de jóvenes, mujeres y hombres todos ataviados y engalanados con camisas blancas, sarongs (pañuelos grandes que tanto hombres como mujeres utilizan a modo de falda o pareo), y ellos con un pañuelo en la cabeza anudado al frente de forma bastante singular.


Lo de las ofrendas a los dioses toma en Bali un sentido muy especial, y el ritual de colocarlas por todos lados cada mañana sin falta es de lo más pintoresco del hinduismo balinés. Ya os enseñaremos otras fotos


Parasoles


Bali es uno de los pocos sitios que hemos visitado donde los hombres aún siguen utilizando la vestimenta tradicional de forma más o menos asidua. En el resto de lugares sólo las mujeres conservan el atuendo tradicional, y los hombres visten ropas totalmente occidentalizadas. Una pena


De verdad que había un montón de gente


Resulta que Bali es la única isla de todo el archipiélago de Indonesia que profesa el hinduismo, ya que el resto del país es islamista. A pesar de que el hinduismo balinés indudablemente procede de la India, éste dista mucho del original, tanto en estética como en rituales, arquitectura de templos e imaginería. Por suerte para nosotros nada nos recordaba a la India, y digo por suerte porque tras tres meses en el subcontinente acabamos bastante saturados de una religión que nos acabó pareciendo más un conjunto de supersticiones y leyendas increíbles con libertad absoluta de interpretación y participación. Y esto lo digo desde el respeto, ojo, ya que me parece mejor que, puestos a pertenecer y practicar una religión, te dejen a tu libre albedrío a que te sometan de manera dogmática. El caso, que me hago la picha un lío, que poco tiene que ver el hinduismo de la India con el de Bali, eso se entiende ¿no?

En un par de horas nos plantamos en Nusa Lembongan, y en pocos minutos encontramos el alojamiento perfecto, con piscina y bar frente al mar y la habitación en la parte trasera rodeada de jardines y flores. A decir verdad tampoco había muchas cosas que hacer en la isla, y nosotros planeábamos quedarnos cuatro días hasta que llegaran Ana y Raúl, así que nos lo tomamos con tranquilidad. El primer día tras la llegada nos apuntamos a una excursión para hacer snorkelling en distintos puntos alrededor de la isla. La fauna marina y los corales no competían ni en broma con la disfrutina que vivimos en las islas Perhentians de Malasia, pero el entorno y los paisajes que teníamos como telón de fondo eran insuperables. Abajo enseño unas fotos.

Como teníamos tiempo nos dedicamos también a pasearnos por el pueblo, como siempre buscando las mejores ofertas y precios para comer y cenar, conectarnos a internet, comprar fruta y alquilar bicis o una scooter para recorrer la isla.


Una calle cualquiera del pueblo, bastante tranquilo y agradable


Andrés siempre tuvo bastante reparo, pero al final lo convencí para que alquiláramos una moto y así poder recorrer la isla a nuestro aire. La ventaja era que en la isla no había policía, con lo cual no podríamos ser objeto de presiones ilícitas por parte de los agentes y con cualquier excusa para aplacar su sed de dinero fácil. Además podríamos visitar Dream Beach -algo así como “playa de los sueños”- al norte de la isla, y los manglares al sur.

La opción más cómoda resultó ser también la más barata: alquilarle la moto al camarero del bar de nuestro hotel es decir, su moto particular, nada de papeleo, recibo, seguro etc. Las cosas en Indonesia funcionan así, y en gran parte del sudeste asiático también. Nosotros por lo menos tenemos nuestro seguro de viaje, que es de lo más importante. El camarero, al que llamábamos Tetitas porque tenía la pechera como un gallo de pelea, -resulta que en Indonesia son muy populares las peleas de gallos-, fue muy amable, llenó el depósito y me enseñó en un momento el manejo del vehículo. La cosa no fue fácil del todo, ya que además de haber algunas cuestas que subían los cerros de la isla la carretera estaba llena de boquetes, imaginaos. Aunque no creo que yo, el conductor, tuviera todo el mérito; Andrés le echó muchos cojones para venir sentado de paquete todo el día (perdón por la expresión).


Esta foto no es improvisada claro, sino que me la hice especialmente para vosotros

Y por último os dejo con las fotos del atardecer más espectacular que vimos en Bali, según recuerdo ahora. Tras atravesar los manglares y esquivar decenas de cangrejos de tierra que huían a sus agujeros al asustarlos con nuestra moto, llegamos a una playa desde la que se divisaba el Gunung Agung, volcán más alto y venerado de la isla de Bali, con 3142 metros.


Ya os he comentado que las peleas de gallos es un espectáculo muy popular en Indonesia. El cuidado de estos animales es por tanto muy importante, y sus dueños los acarician y peinan, los pasean e incluso los dejan refrescarse en las aguas poco profundas con vistas espectaculares


Sin palabras

Me dirigía a posar para la cámara, pero esta instantánea que me pilla de espaldas me parece muy romántica. Un poco más allá de donde rompen las olas fue uno de los puntos donde estuvimos haciendo snorkelling

  
Una de las principales fuentes de ingreso para los habitantes de la isla es la cría de algas para la venta al mercado de cosmética japonés. Se traen un tejemaneje con las algas todo el día que no veas. ¡Algas para el agua!, y las colocan en el fondo, ¡algas para fuera!, y las ponen a secar al sol; es importante para el visitante soportar la peste a algas en toda la isla, ¡cosas peores hemos olido ya en este viaje!


Y aquí os dejo, feliz por haber sido capaz de escribir de nuevo, que ¡me ha costao la vida! Mil besos a todos y hasta pronto,

Antonio