Según la Wikipedia –vaya comienzo-, se
datan asentamientos en los alrededores de la ciudad de Aberdeen (Escocia) desde
al menos el año 6.000 antes de Cristo. Si bien hoy en día su principal fuente
de riqueza es el crudo extraído en las estaciones petroleras del muy fructífero
Mar del Norte, y también el gas, en su momento fue la pesca la actividad que
aseguraba los ingresos y el condumio a sus pobladores.
Y me imagino que así ocurría cuando en las
décadas de 1840 y 1850 la flota británica “ganó” al impero chino la actual isla
de Hong Kong en la primera guerra del opio. Fue entonces cuando los marineros
británicos entraron en contacto por primera vez con la original香港, cuya traducción fonética al inglés es “hongkong”. Esta era una pequeña
población pesquera situada en la costa suroeste de la isla, y frente a una isla más pequeña conocida hoy en día como Ap Lei
Chau.
Y la anécdota se originó cuando los
colonos equivocaron el nombre de 香港 (Hongkong) y comenzaron a aplicarlo a todo el territorio de la
isla secuestrada, en lugar de seguir restringiéndolo a la pequeña población
pesquera. Para cuando los forasteros se quisieron dar cuenta consideraron que
no era muy práctico resolver el entuerto. Entonces aplicaron oficialmente el
nombre a la isla entera y decidieron rebautizar al asentamiento pesquero como
Aberdeen, por su parecido con su hermana mayor escocesa. Punto.
El Aberdeen de Hong Kong sigue manteniendo
hoy en día cierta actividad pesquera, alojando a su flota en las aguas
tranquilas tras la barrera anti-tifones. Sin embargo actualmente sus habitantes
se ocupan mayormente en piscifactorías, en el sector servicios vinculado al
turismo gastronómico de productos del mar, y a otros trabajos industriales en
tierra en la vecina Wong Chuk Hang.
Todas estas circunstancias unidas a la,
imagino, muy feroz competencia en el mercado de las piscifactorías de la cercana
provincia de Guandong, al otro lado de la frontera con la China continental,
han provocado que la población local de Aberdeen que vivía en casa flotantes
haya disminuido de manera drástica.
Como en otras muchas poblaciones de la
Región Administrativa Especial de Hong Kong que se sitúan lejos de los barrios
financieros y Kowloon, los habitantes de Aberdeen también se ordenan en
inmensas torres de apartamentos que asoman al mar. Generan así un telón de
fondo espectacular para las rudimentarias y sencillas embarcaciones que aún
resisten en el negocio de la pesca.
Casa flotante y uno de sus habitantes pescando.
Contraste de formas de vida a tan sólo unos metros de distancia.
Al fondo la barrera anti-tifones calma las aguas del canal que acoge viviendas y restaurantes flotantes.
Me siguen sorprendiendo el tamaño, la geometría y la fotogenia de las viviendas.
Restaurante flotante Jumbo, uno de los más grandes restaurantes
flotantes del mundo y que puede recibir hasta 2.300 comensales a la vez. Su fisonomía quiere recordar a un palacio chino. Toma Ya.
Pero todo esto no tiene nada que ver con
la razón primera por la que vinimos de excursión a Aberdeen hace unos días. Y
es que el motivo tenía más relación con saciar nuestro apetito de una manera
más o menos sui generis, a base de productos frescos en el mercado
local, cerveza bien fría y a buen precio, todo ello sobre un mantel de bolsa de
plástico rajada por la mitad y servilletas de papel higiénico. Un auténtico BYO
-bring your own- en el que tú mismo
compras en el mercado lo que quieres comer y lo subes a la zona de bares para
que te lo cocinen de inmediato, eso sí, al estilo chino.