lunes, 26 de abril de 2010

Mysore y camino hacia Ooty

Bien queridos y queridas, sin que sirva de precedente me reitero en mis excusas por la anterior entrada tan larga y tediosa, gracias por vuestros comentarios sobre todo por el de mi compadre Roberto quien, evidentemente, gusta más de las chufleterías que de unas líneas de historia, pero que parece dispuesto a decirme lo que piensa y eso se agradece. Un beso Robertito hijo.

Después de nuestros días en las ruinas y el fascinante paisaje de Hampi seguimos camino al sur sin salir de Karnataka parando un día en Mysore, una ciudad de las muchas que ya vamos conociendo en la India con su tráfico y sus cosas y con no mucho que ver salvo el palacio real, una construcción de principios del siglo XX cargada de lujos y colorines que no pudimos fotografiar nada más que en el exterior porque no se permitían las fotos dentro. Era un palacio totalmente ignífugo porque justo lo mandaron hacer cuando el anterior fue devorado por un incendio que se originó en unas celebraciones de una boda, claro ¡si es que se ponéis locos encendiendo velas! Todo estaba hecho de piedra o de hierro como las columnas, que no había pocas, todo con muchísima talla y muchísima policromía, era un palacio de cuento de verdad, parecía de juguete.

Una cosa que nos encantó del verbo encantar del palacio es que está totalmente cubierto de bombillas y por la noche lo encienden como la portá de la feria ¿qué os parece? Tierno ¿eh? Aquí os muestro unas fotos de día que son las que pude hacer, muy fantasía oriental ¿verdad? La foto de noche es prestada de intenne. Gracias intenne.

En Mysore intentamos otra actividad más que era subir a una montañita que se suponía que iba a ser muy bonita, Chamundi Hill, pero subimos y aquello era como acercarse a la ermita que hay en muchos pueblos en lo alto de una colinita sólo que ésta además estaba rodeada de muchas tiendas de souvenirs y heladerías y vacas, porque se ve que la gente aquí es muy devota de la diosa Chamundi, debe ser como la virgen de la Cabeza en Andujar o la Reina de los Angeles en Alajar, no creo que llegue a la devoción que despierta la Marismeña, como tú la llamas Juanfran. Nosotros estuvimos allí un ratito viendo las vistas que tampoco eran la bomba y cogimos el bus de vuelta, que ¡menos mal! Porque cuando íbamos en el bus cayó una granizada que parecía una garbanzada, nos quedamos de piedra, como casi todo el resto del autobús ¿eh? Que eso allí no era habitual se ve, y menos con el calor que estábamos pasando durante el día.

Bien, pues con nuestro susto pasao y nuestra mochila vuelta a empaquetar nos fuimos hacia Ooty, no quedaba muy lejos, apenas cinco horas de tortuosa carretera ascendente hacia un puerto de montaña que nos habían recomendado visitar en varias ocasiones, el chófer un cafre por supuesto que tocaba el claxon hasta para avisar de que iba a tocar el claxon, de locos. Lo peor fue al principio del viaje; habíamos contratado un servicio privado con el que íbamos a hacer un viaje más rápido y más cómodo. Nos recogieron en el hotel y nos sentamos donde nos pareció bien, estuvimos eligiendo asiento porque el micro bus (que pa la caló que daba podía ser micro…ondas) había sido diseñado el día después de la boda de la hija del diseñador de autobuses y todos los asientos tenían una incomodidad, o no podías meter las piernas hacia delante o no las podías meter hacia detrás, tú elegías, pero encontramos unos que estaban bien. El resto de asientos cómodos estaban ocupados por familias con hijos y de repente el acomodador del autobús nos dijo que allí ¡noooooo! Que ahora venían unas personas ¿¡¿¿¿¿¿¡¡¡perdoooon??!!!?!?!! Y nosotros que somos ¡no me tires de la lengua! Total que Antonio Ecuanimidad Susperregui me ayudó a descontracturarme y moverme al asiento de atrás del todo, donde daba una solana que pa qué. Al minuto entran dos chicas calladitas como es habitual y el nota le dice a una de ellas que se siente delante en el asiento solitario del copiloto dejando a su amiga también sola junto a él, porque ese parecía el asiento del acomodador, ya que estaba justo al lado de la entrada de pasajeros. En esto se para el autobús y el acomodador (le llamo así porque, aunque hacía las funciones que habitualmente realiza el cobrador, en este viaje los billetes son de prepago en la recepción del hotel, es decir que no pintaba ¡naaaa! Solo que molestar y que molestar) se bajó del autobús no se a hacer qué gestiones, el chofer desaparece y nos tuvieron allí cerca de una hora, señoras y señores con la calor tan mala, yo me moría, y además con los pies pa lante todo el rato porque ese asiento no tenía hueco debajo. Al cuarto de hora de abandono le dije a Antonio ¡Shhss! ¡Niño! ¡pa lante! Y nos colocamos en el asiento que nos gustaba (a todo esto no os penséis que el asiento era a tó compló, que no llegaba ni a media espalda y las rodillas raspaban con el de delante, pero era el más cómodo) y ya tenía en mi mente el discurso que le iba a soltar al acomodador cuando me dijera que me moviera. Bueno pues resulta que empieza a subirse gente individual así cada uno a lo suyo y a sentarse donde querían, el señor este se subió a la hora de tenernos allí (ignorando totalmente nuestro cambio de asiento) y en cinco minutos se volvió a bajar para no subir más, ¡toma castaña! Ni discursito ni ná le pude decir, nos dejó allí con esa cara de maravilla que se te queda cuando tu hermano te dice que no hables tan alto y luego se pone los Walkman a toa pastilla, ¿por qué nos cambiaba a todos de sitio señor? No no le pregunto al señor del autobús, se lo pregunto al Señor nuestro dios todopoderoso y omnisciente, sabes que nunca te molesto con tonterías y que mis lagunas de fe las soluciono en casa pero ¡esto! Esto me lo tienes que contestar tu Jesusito-de-mi-vida-eres-niño-como-yo.

Buff, al fin y al cabo no pasó nada, a mi me duraron un par de horas las ganas de darle una colleja al acomodador pero nada más. El viaje fue como pudo y a mitad de trayecto se puso a llover desconsoladamente, nosotros sufríamos por las mochilas que estaban en el tejado del bus cubiertas con lonas. Cuando llegamos a Ooty aún llovía y el autobús se paró sin más. Todo el mundo seguía en sus asientos incluido el conductor. Nadie decía nada, parecía como si estuviésemos esperando algo, seguía lloviendo. Al final un señor que venía con niños dijo ¿qué, huevo o bisté? Y entonces el chofer dio la orden a un ayudante con cara de susto para que empezara a bajar las maletas y mochilas de todos. Justo enfrente de donde habíamos parado había un hotel que tenía un soportal para refugiarnos de la lluvia ¿casualidad? Nada de eso queridos, en la India no existen las casualidades. El chofer del autobús se convirtió en un abrir y cerrar en botones del hotel, meneando las maletas por la recepción con la agilidad de una ardilla después de tres cafés turcos, Antonio entró a preguntar y le pareció muy caro, nos quedamos en la puerta un rato pensando qué hacer y esperando que escampara, al instante salió el chofer y nos pidió dinero ¡si! Por el morro, por nada, es más el tío decía ¡gift, gift! (regalo regalo) que el viaje había sido muy difícil con la lluvia y que le diéramos algo. Ya me conocéis y sabéis que siempre tengo respuesta y que salto con facilidad, pero en esa ocasión el hombre se deshizo en un murmullo lejano con solo mirarme a la cara, seguro que mirándome a los ojos pudo ver la mala leche de todos mis antepasados guardiaciviles juntos. Por favor señor, un poco de respeto, que nos has dejado aquí en la nada al lado del hotel que te da comisión y como no lo has conseguido ¿nos pides un regalo?

Antonio hizo una pequeña excursión y encontró un hotel más baratito, vale, hoy nos quedamos y mañana buscamos otro.

Os dejo que hoy no me salto el yoga ni de coña.

Muchos besos, Andres

lunes, 19 de abril de 2010

Algunas playas y muchas ruinas

¡Hola de nuevo a todos! Estoy encantado de que me haya tocado escribir este post, que corresponde a unos días en los que primero nos relajamos en las playas de Goa y Gokarna y luego volvimos al turismo más activo visitando las ruinas de Hampi.


Actualmente estamos en… bueno, mejor no lo adelanto, lo dejo para siguientes entradas del blog. Lo que sí os cuento es que tengo a Andrés un poco malito. Sí, ha estado todo el día en el hotel en una situación similar a mi episodio de Jaipur. Ahora ya parece que la cosa está controlada, pero hasta mañana no echaremos las campanas al vuelo. Ayer empezó a sentirse mal, no sé si a raíz de haber ido a un ciber café y ver que… ¡no había ningún comentario en su entrada del blog! Con lo que se lo ha currado el tío y la de cosas que hemos aprendido todos con esa pedazo de entrada. ¡Sois todos un@s frívol@s! Sólo queréis chochás y monás, evadiros un poco del trabajo del día leyendo el blog, porque la mayoría de vosotros lo lee en el trabajo, y nada, carpetazo al ordenador y hasta la siguiente… Así que hacedme el favor de comentarle algo al chiquillo, ¡en esta entrada no vale!, sino en la suya. Y a ver si se anima más de uno que todavía no ha dicho nada. (Mientras colgaba esta entrada he visto que Roberto y Dianita si que han dicho algo; adem'as parece que Roberto piensa algo parecido a lo que nosotros y aintuimos desde tan lejos. Besos a ellos dos).

Vamos al lío. Después de visitar Old Goa y sus iglesias, y sin haber superado todavía el mes de viaje, decidimos hacer nuestro primer alto en el camino y disfrutar de las playas de Goa, tan afamadas por sus fiestas trance y su ambiente neo-hippie. Pero nada de eso era lo que nosotros buscábamos, así que hicimos caso de un par de guías turísticos indios que conocimos en Mumbai. Coincidimos con ellos en una mesa de un restaurante, y tras acabar toda la comida nos dimos cuenta de que hablaban un español casi perfecto, sobre todo uno de ellos… menos mal que somos bastante comedidos y no vamos por ahí poniendo verde al personal. Esa etapa pasó, ahora ya somos post-adolescentes.

El caso es que nos recomendaron que fuéramos a Palolem, en su día una playa poco visitada de Goa en comparación con el resto, quizá por ser la última del estado en dirección sur antes de pasar al estado de Karnátaka. Actualmente no está tan olvidada, pero igualmente conserva el encanto y puedo decir que es una de las playas más bonitas que he visto en mi vida. Ver foto, aunque se me ve más a mí que la playa… eso es lo que hay.


Nosotros decidimos buscar algo más tranquilo, y esta vez siguiendo nuestro libro de viaje, la Loly Planet, nos fuimos a Patnem Beach. Esta playa está más al sur todavía y es bastante más tranquila que Palolem. A decir verdad no es tan bonita como la primera, aunque seguía siendo una playa tropical rodeada de cocoteros y poblada por miles de cangrejos que salían al atadecer.


Y nada, allí nos alojamos en una cabaña hecha con hojas de palmera y por supuesto, en primera línea de playa, ¡lo normal vamos! ¡Qué experiencia! Os imagináis ¿no? Durmiendo con el ruido de las olas y despertando con los pájaros… y también despertando con los ladridos de las jaurías de perros semi-salvajes sueltos por la playa y con el kirikikí del gallo que por supuesto tenía el horario cambiado. Eso, una de cal y una de arena, pero no nos podemos quejar, mirad que caritas.




Y allí estuvimos regalándonos durante cuatro noches y sus correspondientes días sin nada más que hacer que pasearnos, bañarnos, leer, comer y dormir. Una de las cosas más curiosas es que el agua estaba exactamente a la temperatura del cuerpo, era como un caldito. Esto, que a primera vista puede dar un poco de cosita, a mi me venía de perlas. Ya sabéis que yo no soy muy de baños, más bien todo lo contrario. Pues he estado en el agua sin querer salir durante horas… bueno, horas tampoco, pero baños de media hora o tres cuartos y salir todo arrugadito sí. Andrés no salía de su asombro. El problema era que como aquí el sol pega que no veas, había que tener la precaución de protegerse durante el chapoteo, y así me veis bañándome con el velo por lo alto, vamos, una morita en la playa de Essaouira.


Aquí os regalo un par de fotos de las puestas de sol en la playa. Vaya artista está hecho el Andrés con su cámara… ¿o alguna de ellas la hice yo? Da igual, las dos son de los dos.






Y como no habíamos tenido suficiente nos dispusimos a seguir disfrutando de más días de sol y playa a unos pocos kilómetros más al sur, pero esta vez en el estado de Karnátaka, concretamente en Gokarna. Estas playas también nos fueron recomendadas, primero por una española enamorada de la India, como ella misma se autodefinía, en Jaipur, y unas horas más tarde en la misma ciudad por Sitara.


Estábamos comiendo en un restaurante de Jaipur cuando una chica –según mi parecer que no veo muy bien de lejos- insistía en hablar con nosotros a distancia estando sentada dos mesas más allá. Resultó ser una canadiense de Montreal que muy amablemente se paró en nuestra mesa antes de abandonar el local. Al final resultó no ser tan joven, sino más bien una madurita medio colgada y con pamela, y unas gafas de sol de esas que cubren media cara. Por si fuera poco llevaba tapones en los oídos, muy recomendable para evitar la contaminación acústica de la ciudad pero no para hablar con otros guiris que están dos mesas más allá. Su extravagancia era tal que se hacía llamar Sitara. Este pseudónimo resulta de la feminización del nombre de un instrumento de cuerda indio llamado sitar, vamos, otra enamorada de la India. Eso es como si yo soy un japonés loco por el flamenco, me voy a Sevilla y me hago llamar Castañuelo… ¡por Dios! ¡me recuerda a los nombres de los Fruitis! Mochilo, Gazpacho… ¡qué tontería! Je, je. El caso es que ella nos recomendó que fuéramos a Gokarna, y parecía que había pasado allí temporadas enteras. De hecho presumía de que en todos los locales de Gokarna la conocían, y pretendía que fuéramos por los restaurantes y hoteles de la ciudad diciéndole a los lugareños “Citara says hello!”, que traducido sería algo así como “Citara os manda saludos”. El caso es que después de decirnos esto ella misma se reía se sí misma, y nos reconoció que eso es lo que le gustaría, que todo el mundo la conociera en Gokarna. Al final fue hasta graciosa la mujer.


Al final decidimos ir a Gokarna, pero nuestra queridísima Loly Planet recomendaba mejor Kudle Beach, una playa más al sur, ya que la playa de Gokarna tenía poco interés y estaba incluso un poco sucia. Sitara también nos recomendó Kudle. Pues nada, a Kudle. Una vez instalados una excursión a Gokarna nos reveló que su playa era ideal. Una playa abierta, amplia, con escasos chiringuitos y casi desierta. Yo particularmente no entendí la preferencia por Kudle y disfruté mucho mi paseo por la playa de Gokarna. Aquí la foto. Futuros visitantes, tomen nota.




El plan en Kudle fue bastante similar al de los días anteriores en Patnem Beach de Goa, con la única diferencia de que estuvimos más a gusto, ya que tuvimos la suerte de alojarnos por casualidad en “Jazmin Café & German Bakery”, un sitio nuevo de esta temporada 2009-2010 que no aparece en ninguna guía. El caso es que solamente dispone de dos cabañas para huéspedes, y está regentado por un matrimonio de un indio, Badal, y una chica argentina, Patricia. Ambos encantadores. Las cabañas son nuevas y están muy cuidadas, y aunque no tienen baño, las instalaciones comunes también están en muy buenas condiciones, por no decir perfectas. El matrimonio vive en el mismo recinto ajardinado que aloja las cabañas frente a la playa y a escasos metros del agua, por lo que comparten las instalaciones y mantienen todo en condiciones óptimas. Claro, es su casa. Desde aquí manda un saludo a Badal y Patricia, quizá nunca lo reciban, pero por si acaso les hago buena publicidad. ¿Quién sabe? A lo mejor alguien ajeno a nosotros lee esto y se pasa por allí… yo ya estoy como Sitara… je, je. ¡Ah! Se me olvidaba. ¡Badal conocía a Sitara! Al final resultó no estar tan majara. Según nos contó Badal Sitara había sido asaltada por unos indios en algún camino que une las playas y discurre entre los bosques… si ya lo avisa la guía. Pobre Sitara, desde aquí otro saludo para ella.

Aquí abajo las fotos de Andrés haciendo sus labores de costura frente a nuestra cabaña.




Y una vez descansado y recuperados por completo emprendimos de nuevo la ruta, esta vez adentrándonos en el interior con Hampi como siguiente parada. Hampi está también en Karnátaka, al igual que Gokarna, y durante los siglos XIII al XVI fue una importante capital que acogió a la realeza y llevó a su máximo exponente al arte Vijayanagar. En ella se construyeron numerosos templos y esculturas monolíticas que quedaban desperdigadas en un entorno natural que nos ha sorprendido por su belleza y singularidad. Luego os lo enseño en unas fotos. Primero una fotos de algunos templos entre palmeras y bananeros.






Durante el primer día de nuestra estancia en Hampi paseamos a pie por las ruinas más cercanas al centro urbano. Nos acompañó Doros, dicho así con acento guiri, diminutivo de Dorothy, una alemana muy simpática que conocimos el día anterior en el autobús rumbo a Hampi. Ella muy educada nos pidió por favor si podía venir con nosotros ya que había leído en la Loly que podía ser peligroso pasear sola por las ruinas, más aún al atardecer. Mucho más precavida que Sitara, claro, alemana.


El segundo día Andrés y yo, esta vez sin Doros ya que no apareció -esperemos que esté bien-, alquilamos unas bicis e hicimos cicloturismo por las ruinas y templos más alejados. Aquí un par de fotos de las esculturas y detalles de alguno de ellos.




Y ahora os cuento una excursión que hicimos el primer día en Hampi después de comer. En ella subimos a un templo situado en lo más alto de una colina desde la cual pudimos apreciar el fantástico entorno natural del lugar. Pero para ello primero tuvimos que cruzar el río Tungabhadra. Lo curioso es que no hay ningún puente para hacerlo, y todo el tráfico tiene lugar mediante barcazas de mimbre en las que se transportan incluso las motos. He aquí una muestra.




El templo está dedicado a Hanuman, el dios mono, o mejor dicho el dios con cara de mono. Bien bien no sabemos por qué tiene cara de mono, lo que si tenemos claro es que era sirviente del dios Rama, y lo adoran porque era perfecto en su labor. Parece que valoran el trabajo bien hecho. Se cree que Hanuman nació en esta colina donde ahora está situado el templo, y como no, el lugar está poblado por decenas de monos que más que simpáticos gastan una mala leche… primos hermanos de los de Gibraltar. En la primera foto aparezco con Doros camino del templo, y al fondo y pintadas de blanco las escaleras que ascienden a la cima. En la segunda y tercera foto aparece una vista general del templo y sus habitantes, y en la cuarta Andrés con el sadhu local del templo. Los sadhus son personas dedicadas en exclusiva a la religión y que tratan de alcanzar la iluminación total, más o menos. En esta última se intuye en entorno natural de Hampi.







Y para el final he dejado las fotos que más me gustan. Si tenéis intenciones de visitar la India, no os dejéis Hampi, y aquí visita obligada al templo de Hanuman, es un must. Desde allí arriba se puede ver como repartidas en los 360 grados aparecen enormes colinas formadas por cientos de piedras gigantes amontonadas. Como si algún gigante las hubiera tirado y hubieran quedado así. Además el color rojizo de las rocas destaca sobre el fondo verde intenso de las palmeras, los bananeros y los cultivos de arroz, los cuales se asientan sobre las planicies de sedimentos que hay entre las colinas. El río Tungabhadra discurre por entre las montañas de rocas y está salpicado de enormes piedras que forman pequeñas islas. Sinceramente creo que es de lo más bonito que he visto en mi vida. Me he quedado con las ganas de subir otra vez. Im presionante.





Por último una puesta de sol a la orilla del río en los ghats de Hampi. Creo que no he visto tantas puestas de sol seguidas en mi vida… lo que tiene el tiempo libre.



En relación a la bronca inicial de esta entrada, he de decir que nos encanta que nos comentéis cosas, aunque sean chorradas. Así nos sentimos conectados con vosotros de alguna manera. De todos modos no estamos escribiendo el blog únicamente para que comentéis. Lo hacemos porque queremos compartir estos meses con vosotros. Además, al ser un viaje tan largo tenemos tiempo para hacerlo, y por ahora lo estamos disfrutando los dos, esperamos que vosotros también. Muchos besos a todos, os echamos de menos, y… ¡Feria, feria!... ♫ ♪♪… Pedazo de caseta que nos vamos a montar… ♫ ♪

Antonio

miércoles, 14 de abril de 2010

Amdavad, Bombay y Goa

Hasta la última vez, cuando hablábamos de Udaipur, todo lo que habíamos visitado menos Delhi pertenecía a Rajastán, ese estado del oeste lleno de palacios y fuertes. Teníamos la sensación de estar visitando el pasado de cortes poderosas con una cultura relativamente bien conservada y sin mucha afectación occidental. Pero yo me preguntaba ¿dónde está la huella colonial? En muchas de las ciudades los últimos palacios se construyeron ya empezado el siglo XX con los ingleses más que apalancados y gobernando todo el país. Teniendo en cuenta que las primeras expediciones europeas y entre ellas las inglesas para quedarse con todo el cotarro de las indias fueron en el XVI pensé ¿Qué pasa, es que aquí no llegó la Compañía Británica de las Indias orientales y posteriormente la corona británica como en toda la India? Por supuesto que sí, los ingleses reunieron casi más tierras bajo sus dominios en la India que nunca antes, más que ahora, ya que con la independencia sobrevino la escisión del estado de mayoría musulmana, Pakistán, cuya ala este, Pakistan oriental, se convirtió finalmente en Bangla Desh en 1971. Lo que ocurre es que los ingleses tuvieron que convivir con las casas reales hasta el final, en algunos casos los Maharajás habían “cedido” el poder a la corona y en otros no. En algunos palacios se puede ver la foto del consejo de príncipes en los que se reunían los Maharajás y príncipes con el virrey inglés a la cabeza. Eran como la foto de familia que se hacen los presidentes en las cumbres internacionales de hoy día pero todos con unos turbantes imponentes y unos modelos la mar de monos. No, en serio, iban guapísimos. En medio ponían al virrey que aparecía siempre blancucho, escuálido y cariacontecido al lado de tanta salud y color, con su terno británico y su chistera debajo del sillón. Claro, algunos maharajás vivían divinamente como la casa real española, que son para hacer bonito y dar cohesión, y los que mandaban de verdad pues a sus anchas, pero el virrey tenía que comerse los marrones y dar la cara en Buckingham. Gajes del virreinato.

Primer Maharawal de Jaisalmer que accedió al trono después de la independencia


Voy a hacer un inciso para comentar algo sobre la Compañía británica de las Indias Orientales: imaginaos cómo tuvo que ser esta compañía, una empresa, para llegar a gobernar, sí a gobernar, toda la India hasta 1856 cuando, tras una insurrección de unidades militares y reinos rebeldes denominada el “Motín Cipayo”, la corona británica intervino para hacerse cargo del gobierno por la inestabilidad. ¡Qué morro!, lo que pasaba es que la Reina Victoria estaba que se moría de ganas por nombrarse primera emperatriz de las Indias, ella es que era muy curiosa y gustaba mucho de lo exótico.

No obstante yo seguía pensando que los ingleses no habían dejado tanta huella para haberse llevado casi cuatro siglos por aquí. Parecía que la India era un país de hombres con turbantes y mujeres con cántaros en la cabeza. En el Rajastán sí amigos y amigas, en el Rajastán sí.

Pero un aciago día de finales del mes de marzo salimos de Udaipur camino de Ahmedabad (o Amdavad) la capital de Gujarat, otro estado del oeste. Nos habíamos olvidado ya de Delhi y de su tráfico y polución y esto nos pareció peor aún que la capital, sólo os cuento una: Una tarde, para ir a ver una mezquita, intentamos cruzar una avenida de unos tres o cuatro carriles por los que circulaban coches como si fuera una avenida de ocho. Nunca vimos la mezquita, fue totalmente imposible cruzar aquel horror.
¡Dios mío! ¿Dónde están los palacios con celosías?, ¿dónde los camellos tirando de un carro sin conductor?, las vacas tranquilas, ¿dónde está mi sueño de viajar por un país de gente exótica y relajada? Nadie me contestó, el primero que me despertó de mi fantasía oriental al llegar a Amdavad fue el pirata conductor del rickshaw, que primero compitió con sus compañeros ofreciéndonos un precio irrisorio para captarnos y luego nos quiso cobrar el precio que habría sido lógico; después nos acompañó al hotel e hizo que dijeran que no tenían habitaciones para así llevarnos él a otro hotel y cobrar su comisión, al final nos pudimos deshacer de él no con poco esfuerzo. Según nos dijo luego un chico de la ciudad allí todo el mundo era muy pirata, ya.

Era una ciudad con el ruido del tráfico y la polución como absolutos protagonistas, hasta las religiones parecían más estridentes allí, me inventé que al ser una ciudad de mayoría musulmana, los demás tenían que hacer más ruido que en otras ciudades para no pasar inadvertidas bajo el canto remolón y estridente de los moecines. En Amdavad las pujas o rituales hindús se hacían en la calle porque el sanctasanctórum del templo daba en la mayoría de los casos ¡a la avenida! ¡venga, de par en par! cuando lo habitual hasta entonces había sido que estuviese oculto y que prácticamente no te dejasen entrar en casi ninguno. Por supuesto el fragor de tambores y campanas se podía sentir desde tres calles más allá y los megáfonos de las mezquitas tenían una potencia que cualquier tombolero de España ardería en deseos, vamos que a los cinco minutos de estar en la calle querías teletransportarte aunque fuera a la calle el infierno a refrescarte los tímpanos.

De todos modos habíamos parado allí para no hacer un viaje demasiado largo hasta Bombay y porque había un museo textil que pintaba muy bien. Además estaba el ashram de Gandhi desde dónde, al parecer, se gestó en parte la marcha contra los impuestos de la sal y la campaña para que los ingleses dejaran la India.






Un ashram era una especie de comunidad en la que se trabajaba, rezaba y vivía bajo unas normas un poco estrictas, aunque coherentes y muy sostenibles. Gandhi defendía el trabajo manual e hizo de su rueca para hilar un símbolo nacional que estuvo a punto de aparecer en la bandera de la India libre de ingleses.





Según él la rueca representaba el rechazo del pueblo indio a las mercancías textiles que provenían de Inglaterra. La estrategia del imperio fue cerrar las fábricas textiles en la India y obligar a la población a comprar las prendas occidentales que llegaban a los puertos desde donde previsiblemente había salido la materia prima. Brillante ¿no? Pues a grandes problemas grandes soluciones y Gandhi, apodado Mahatma (alma grande) por el pueblo, inició una campaña de desobediencia civil y rechazo a los artículos que venían de Inglaterra. La campaña, entre otras acciones, incluyó la quema de prendas en hogueras. Gandhi había vestido el atuendo occidental durante muchos años de su vida pero en lo sucesivo siempre vestiría un khadi cuyo hilo –supuestamente- hilaba él mismo cada tarde y después se tejía en los telares del ashram. Tuvo buenas ideas el hombre y le fue muy bien, se merece salir en todos los billetes de todos los valores y tener una avenida y estatuas en todas las ciudades y que le veneren como uno más de los cientos de dioses, bueno, esto último quizá ni siquiera a él le haría gracia, pero aquí le pintan con una aureola en la cabeza como a los santos católicos, bueno, menos hicieron la mayoría de santos y tienen aureola, ¡ay no sé! Nosotros pasamos una tarde muy agradable en el jardín y en el porche que había delante de la casa de Gandhi, era el sitio más agradable que habíamos visto en Amdavad.

Del resto de la ciudad ya os he hablado, imagino que lo que sufre esta ciudad es la peor cara de la huella colonial, esa que ando yo buscando no sé por qué. No sé si es porque estoy aquí y un poco sensible pero me ha dado por pensar que como nación esquilmada por el imperio británico, la India tiene que ponerse las pilas no sé bien al son de qué batuta para estar al día y hacer algo en este mundo obsesionado con el crecimiento económico. No es que yo piense que la India se tiene que quedar con el carro de camellos y mujeres resecas e iletradas sacando agua de un pozo porque sea más pintoresco, pero es que esto es muy loco, de verdad. Quizá occidente entero debería volver a sus colonias con el rabo entre las piernas, pedir perdón y ayudar a estos países a ponerse “a la altura” si eso es lo que desean sin cargarse a sus propias poblaciones en una masa de humo y mierda en el aire y en el agua. Pero no, lo que hacemos los occidentales es mandar a los responsables de Zara y H&M a buscar talleres baratitos para producir jerséis de 19.90. Primero les obligan a consumir lo fabricado en Europa y ahora se ven obligados a fabricar lo que consumimos allí. La vida tiene ironías.

Como os comentaba, había otra digna excepción en Amdavad, la capital de Gujarat, el museo textil, se llama Calico Museum y pertenece a una fundación privada. Se trata de un museo extensísimo para albergar una colección casi exclusivamente textil. Nos enseñaron bordados de toda la India, sedas profusamente pintadas a mano, lanas tejidas de mil maneras, trajes para hombres, mujeres, niños, camellos, elefantes y caballos, carpas de lana y de algodón, tapices, sábanas, turbantes, saris, chales, alfombras, sombrillas, y más, hasta un carro ornamental de procesiones hindús, algo parecido al carro de los simpecaos, pero con más color y enorme. El museo está en una antigua mansión preciosa (una Haveli), con una arquitectura que no habíamos visto antes en la India pero que nos recordó a los edificios musulmanes de Andalucía, era realmente agradable y la colección es sencillamente una maravilla.
Desgraciadamente para mí y afortunadamente para los tejidos, no se podían hacer fotos, las telas y los pigmentos sufren mucho con la luz y te llevaban a golpe de silbato por las salas encendiendo y apagando luces , sólo se podía visitar en grupo, con la guía del museo y los niños están prohibidos, normal. Así que ya sabéis, si venís por la India y tenéis interés por el mundo textil vais a tener que pasar por Amdavad, lo siento de verdad. ¡Ah! y se me olvidaba, si alguien cae por allí, también se pueden visitar unos pozos subterráneos de cinco plantas estupendamente talladas en piedra. Muy interesante, este en concreto se construyó para recreo de una princesa.




Rumbo al sur llegamos después de unas horillas de tren nocturno a la gran urbe, Bombay. Este nombre le viene del portugués bom bahía, pero hace unos años, en los noventa, le cambiaron el nombre por Mumbai, en honor a la diosa Mumba que se veneraba mucho en esta zona por los pobladores originales, antes de los portugueses, si es que tienen dioses para todo. El asunto es que en la ciudad hubo como una fiebre por borrar la huella británica (que vinieron tras los portugueses al ser regalado Bombay como parte de una dote en un matrimonio intercorona) y comenzaron a cambiar el nombre a todo lo que se llamaba Victoria o Príncipe de Gales por otros más de aquí, de algún guerrero, o de algún líder legendario, lo normal. El problema es que no sé qué queda más raro, si tener una estación en una ciudad totalmente india que se llame Victoria Terminus o que se llame Chhatrapati Shivaji y que por fuera sea enteramente una catedral neogótica victoriana que podría estar en cualquier rincón de Londres y ser uno de los edificios más visitados. De hecho en Mumbai lo es (es Patrimonio de la Humanidad), junto con el antiguo museo Príncipe de Gales (que también se llama ahora Chhatrapati Shivaji) el edificio de la Universidad y la High court. A mí personalmente me encantó la estación, es que el estilito inglés me tira bastante.

Aquí la Estación




Aquí la Universidad de lejos y de cerca, puritito gótico tropical, me encanta.




A decir verdad casi todo el mundo le sigue llamando a los edificios por el nombre inglés, porque es más de toda la vida y mucha gente dice Bombay y no Mumbai, ya se sabe, la fuerza de la costumbre. Pero más famosa aún y fotografiada que todos estos edificios y alguno más está la no tan impresionante India Gateway que fue un arco de triunfo que le construyeron en basalto color miel al rey George V y la reina Mary de Inglaterra para que les recibiera en su visita en 1911 y que en 1948 sirvió para la salida de las últimas tropas inglesas destacadas en la India (la independencia fue declarada en el 47). A los indios les debió encantar verles salir por allí, je.





Como veis en Mumbai no tuve que esforzarme mucho para localizar la huella colonial, lo que sí tuve que buscar es quién había sido este señor Chhatrapati. Sigo buscando la verdad, tendré que tirar de wikipedia. Perdonen esta laguna por favorsito.
Dentro de la visita a Mumbai también es imprescindible pasar una mañana en Elephanta Island, donde hay un grupo de templos-cueva tallados directamente en la roca y declarados patrimonio de la Humanidad por la Unesco donde reside, entre otros dioses, bailarinas cósmicas y elefantes de piedra la imponente imagen de un Shiva tricéfalo: el Creador, el destructor y el conservador del universo, bellísimo.





En los días que pasamos en Mumbai paseamos bastante para sentarnos un rato mirando a la bahía, desayunamos en bares de estilo occidental y cenamos en chiringuitos totalmente locales en la playa más popular de Bombay, Chowpatty Beach, nombre el cual se traduce como Playa Playa (en Hindi y en inglés).

Parece una ciudad más tranquila y sobre todo si la comparas con Amdavad, nosotros recordaremos con gran cariño que los taxis de Bombay funcionen con gas y que el tráfico parezca el de una ciudad europea algo irrespetuosa con los peatones. Bueno es que ese temita… en la India el peatón es ¡una! ¡segunda! ¡cosa! para todo el mundo, tu vida no vale nada de nada para nadie que lleve cualquier tipo de vehículo, el peatón sólo molesta, nunca esperan a que pase para arrancar y jamás levantarán el pie de un acelerador para que uno no tenga que ir pegando botes ni corriendo al cruzar cualquier calle. Mortal en sentido literal. Aunque en Mumbai parece que se puede uno mover sin ver a la de la guadaña cada cinco minutos.
Por cierto, lo de los taxis con gas puede sonar muy bien, de hecho no dan mucho ruído y nada de humo, pero estos coches estaban allí el día que se fueron los ingleses en el 48 o si me equivoco corregidme, juzgad vosotros-as mismos-as.



No sé si os estoy cansando con tanta cosa mezclada, me da la sensación de que estoy haciendo un gazpacho (se me ha hecho la boca agua, para qué habré dicho gazpacho, mardisión) pero ya voy terminando.

Como guinda de este pastel de varios pisos os contaré que después de Bombay continuamos hacia el sur para hacer una parada en Goa, un estado muy pequeñito en la costa occidental que ha sido el último espacio devuelto a la India autónoma incluso después de haberse ido los ingleses. Y ustedes se preguntarán: ¿Y quiénes fueron estas garrapatas que no se iban ni con agua caliente? Pues los portugueses, si señores, los primeros en llegar y los últimos en largarse, es que le habían cogido cariño, angelicos. Desde 1510 hasta 1961 estuvieron por aquí y claro, ya tenían que creerse que esto era suyo, pero bueno, finalmente cogieron caminito, no sin dejar detrás un verdadero rastro patente en la arquitectura, la comida, la lengua, la ropa, y por supuesto, la religión.

El tren nos dejó en Margao, pero en seguida nos fuimos a Panjim, la capital, para buscar una habitación más cerca de Old Goa, que es la antigua capital, abandonada por los portugueses por unas epidemias y que solo conserva en pie las numerosas y enormes iglesias de un conjunto impresionante envuelto en jardines que ocupan lo que en aquella época debió estar lleno de calles y casas.





Era algo extraño estar tan lejos de casa para visitar iglesias que podían parecerse a la del Salvador en Sevilla. Una de ellas ha sido declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco y alberga la tumba de San Francisco Javier (ellos no le Tratan de “San”) que tuvo que hacer la gracia de hacer venir hasta aquí a la Santa Inquisición para convertir a estos pillastres que adoraban a los ídolos hindús, a los que no se querían convertir al cristianismo pues había que convertirlos en cenizas. ¡Qué afán!, si tanto le gustaba la transmutación que se hubiera ido a la escuela de Harry Potter a aprender a convertir ranas en bocadillos y que hubiera dejado tranquilos aquí a los indios adorando lo que les saliera del mismo tercer ojo ¡digo yo!… Pues la tumba costó un dinero ¿eh? Además mira quién se va a quejar de que adoran ídolos y nosotros tenemos doscientas mil representaciones de la misma señora pero con diferentes nombres y que las vemos y se nos hace el chichi agualimón, pero no con todas, no, con la nuestra, porque “yo soy muy devota de la virgen del tal” “y yo de la Esperanza de cual”. ¡Hombre por favor! si esto es exactamente lo mismo ¡valgame el cielo! Qué pasa ¿que ellos adoran a las vacas? No, las vacas son sagradas, ellos sólo adoran a Nandi, la vaca de Shiva, pero es que ¡es tan mona!




Nótese la mezcla de estilos, ellos veneran muchísimo a San Francisco Javier y lo demuestran provocándole una cervicalgia o como se diga con la cantidad de guirnaldas de flores que le encasquetan, igualito que en los templos hindúes.
Además de la tumba del perla este, también vimos unos pasos de semana santa que, sin ánimo de molestar, eran como una versión plasti-de-gore del Gran Poder, que las manos parecían un manojo zarcisha y la peluca, bueno, para qué me voy a ensañar, si las criaturitas hacen lo que pueden (no hice fotos para no hacer risas de las creencias ajenas, mentira, no hice fotos porque no se podía), esa noche iban a celebrar las liturgias propias del jueves santo, nosotros nos acordábamos de la madrugá y pensábamos que qué oportunos al haber venido ese día, y estaban engalanando las iglesias más concurridas. Todo tenía un aire familiar, os informo que yo de pequeño era monaguillo en Cumbres Mayores- Huelva y aquel ambiente de engalanamiento y decoración religiosa, me resultaba conocido, pero era como si se hubiera parado el tiempo, las imágenes eran extrañas y muy antiguas, todo tenía una capa de viejo y un puntito tropical al que no estamos acostumbrados los católicos en Europa, donde todo es muy solemne, muy grave y muy lujoso en las iglesias. He aquí una representación de los siete dolores de nuestra señora materializados en siete mandobles medievales hincados en el pecho de la pobre señora.



Me llamó la atención ver mujeres en sari barriendo las iglesias o mujeres indias vestidas de occidental porque eran católicas, aquí las mujeres conducen y todo, mira, algo bueno les dejó el Javi, hay que intentar encontrar lo positivo.
Para terminar os dejo con un detalle que me detuvo ante la iglesia de la Inmaculada en Panjim. Una imagen blanca y azul con el pelo, eso sí, pintado de negro de la Inmaculada que lleva una corona de bombillas. Las autoridades indias están haciendo una campaña en todo el país para introducir las bombillas de bajo consumo. Quizá estén intentando compensar la polución que sueltan sus fábricas de hacer macroeconomías con los mil millones de granitos de arena que pueden aportar los que se chupan el humo del crecimiento económico. Una aureola de bombillas de bajo consumo coronando a una inmaculada recién encalada, ¿hay algo más limpio, Señor?



Ya sé que me he enrollado un poco con pormenores históricos y esas cosas, pero mira, tenía el día. Perdonad las incorrecciones, la falta de documentación, la mala puntuación del texto y si ha resultado un tostón, otro día seré más ameno. A Antonio le dejo la parte más famosa y refrescante de Goa, las playas.



Hasta pronto y gracias por seguir ahí,
Andrés

domingo, 4 de abril de 2010

De animales y riesgos laborales

Aquí estoy de nuevo dispuesto a contaros algunas cositas de estos últimos días. Ya sabéis que a mí me gusta más explicar chorraditas –supongo que lo entenderéis después de haber visto el vídeo del anterior post-, así que continúo dejando a Andrés la parte más romántica y cultural del viaje. Actualmente estamos en Goa, y para llegar aquí desde Udaipur (Rajasthan) hemos pasado, desafortunadamente, por Amdavad (también Ahmedabad, en el estado de Gujarat) y por Mumbai (antigua Bombay). Esta segunda ciudad, como aseguraba Mecano en su equiparación con Hawaii, es un paraíso, sobre todo cuando se compara con el resto de grandes ciudades indias que hemos visitado. Ya Andrés contará más al respecto.

Hacía tiempo que andaba pensando en escribir algo acerca de la vida animal en este país. Y esto se debe a que, a diferencia de España y Europa, los bichos aquí son omnipresentes. La población animal está tan integrada en las ciudades y los pueblos que a los pocos días de viaje hasta a nosotros mismos se nos pasaba desapercibida. Aunque en los dos primeros días en la loca Delhi ya avistamos gran variedad de bestias, i.e. vacas, caballos, bueyes, así como algún que otro roedor grande y pequeño y multitud de aves, no fue hasta llegar a Jaipur donde apreciamos la rica fauna urbana de este país. Allí observamos elefantes decorados y pintados, camellos tirando de carros, monos trincando lo que podían en un mercado de fruta y verdura, y jabalíes con un pelaje infame –el de la foto es lindo en comparación con otros especímenes no dignos de este blog- que se alimentaban de basura.



También hemos tenido el privilegio de presenciar el coito primate, no os cuento aquí las intimidades referentes a carantoñas, posturas y algunas cosas más desagradables que curiosas del fenómeno, lo dejo como anécdota para compartir a la vuelta tomado una cervecita con vosotros. Como aperitivo os mostramos una foto del despioje entre iguales, proceso bastante similar al que más de una madre que yo me se ha tenido que realizar con su criatura en la Europa del primer mundo. Tampoco es tan indigno coger piojos, estos o los otros ¿a que no?





Y en cuanto a especies voladoras hemos tenido la suerte de avistar al ave nacional, el pavo real, así como murciélagos poblando templos jainistas y algún que otro ejemplar exótico no identificado (siempre lo digo, a ver si me pongo ya con la ornitología). Entre las aves también aquí han tenido éxito ecológico las palomas, y han llegado a ocupar el nicho que constituyen las iglesias del siglo XVI de Goa. Así, revolotean desde el altar mayor al púlpito y vuelta. Qué cosa más bonita… ¡ay si lo viera más de un capillita de la Iglesia restaurada del Salvador o de San Lorenzo! Siento no tener foto.

Los gorriones también pueblan cualquier hábitat, incluso los medios de transporte público, he aquí la prueba. Cuando Andrés y yo nos montamos en el autobús de Jaisalmer a Jodhpur, nos hizo mucha gracia que estos pájaros entraran también en el vehículo y aprovecharan las sobras de algún aperitivo humano para alimentarse. Por supuesto todas las ventanas del autobús van abiertas siempre, nada de aire acondicionado en los buses gubernamentales. Pero los gorriones no sólo entraban a pasearse, ¡es que tenían allí su segunda residencia! Sí sí, en el hueco de una lamparita mismo. Sinceramente no me imagino esto en los autobuses de TMB, TUSSAM, Comes & Co.





Y lo típico, las vacas. Al principio yo me pensaba que las vacas no eran de nadie, incluso me reía cuando Andrés me preguntaba de quién serían. Y sí, cada vaca tiene su dueño, solo que durante el día las dejan sueltas para que coman por ahí lo que puedan. Y digo lo que puedan porque en algún momento hemos pillado a alguna comiendo papel de periódico e incluso robando cartones del carro de un cartonero. Por lo visto la leche que dan no es muy grasa y no sirve para hacer mantequilla ni quesos ¡con esa dieta no me extraña! Una vez han echado el día por ahí, pues solitas vuelven a casa. En algún momento me ha entrado mucha risa al ver que una vaca entraba a una casa por la puerta principal, je, je. Yo creía que por ser sagradas pues nadie le decía nada, pero a lo mejor lo que pasaba es que la pobre no quería más calle y se estaba recogiendo. ¡Qué tontería…!

Y de los animales ya no se me ocurren más cosas, así que cambio de tercio ¿vale? Otra cosa que nos ha llamado mucho la atención es el tema de los riesgos laborales. No se siquiera si aquí manejan este término, por las cosas que os voy a contar supongo que no. Y fuera de bromas, como está el temita por aquí no me extraña que la mayor parte de los lisiados y amputados que piden por la calle sean víctimas de algún accidente laboral que, condenados al desempleo, se ven obligados a la mendicidad como modo de vida. Vaya tela.

Como os he comentado ahora estamos en Goa, un estado que ha sido colonia portuguesa desde el siglo XVI hasta 1961. Por ello el cristianismo está fuertemente arraigado, y en su antigua capital se aglutinan numerosas iglesias de arquitectura y aspecto bastante similar a muchas de las que podemos tener en Sevilla. En estas iglesias es donde antes he comentado las palomas campan a sus anchas. En la de San Cayetano hemos hecho las siguientes fotos. En la primera aparece el templo, fijaros en la altura del edificio comparándolo con el tamaño de la puerta principal. Pues arriba del todo, en la cornisa, es donde los albañiles/paletas manejaban tranquilamente los palos del andamio, las cuerdas, en fin, lo normal. Por supuesto sin asegurarse ni amarrarse con arnés o similar. Por lo menos estos obreros estaban colocando un andamio metálico, un privilegio comparado con los de bambú que son mucho más populares en todo el país, incluso para construir los rascacielos de Bombay. ¡Qué pena no tener foto!





¡Rosario, vida! Por todos estos aspectos de la seguridad laboral en la construcción y por la siguiente foto nos hemos acordado mucho de ti. ¿Cómo le pueden llamar a la iglesia “The Church of Our Lady of the Rosary”?



Y Mari, ¿cómo te quedas con lo de “Our Lady of Doloures”? Lo de “The Holy Ghost” tampoco se queda atrás. La traducción literal sería “El Fantasma Sagrado”. Suponemos que se vienen a referir al Espíritu Santo pero vamos, que no lo ponen fácil estos indios.





Y vuelta a nuestro tema, la seguridad en el trabajo. También hemos podido presenciar el trabajo rural en las aldeas y las zonas de siembra. Las mujeres son aquí las que llevan a cabo los trabajos más duros, mientras los hombres se dedican más al comercio, los negocios y otros trapicheos. Son ellas las que van a buscar agua a los pozos y acarrean los bidones en la cabeza hasta sus casas. También ellas trabajan la tierra, recolectan y siembran, y en la mayoría de las obras o construcciones fuera de las grandes ciudades las mujeres se cuentan en la misma o mayor proporción que los hombres. En el caso de la construcción de carreteras y manejo de maquinaria pesada son ellos los que dominan el gremio. Concretamente en Jaisalmer presenciamos el arreglo del pavimento de la carretera que llevaba a la estación. Obviamente en esta obra había cinco hombres trabajando y otros tantos mirando, aunque supongo que cobrando igualmente. Uno de ellos conducía el camión que soltaba la grava mezclada ya con el alquitrán, dos o tres repartían y alisaban el futuro pavimento con unos rastrillos metálicos, y por último otro conducía la apisonadora que aplanaba el piso. No sé si os imagináis la indumentaria de todos ellos, ropa normal y corriente de andar por casa, pero es que además todos, sin excepción, llevaban chanclas de dedito ¡Por Dios! ¿A quién se le ocurre? ¿Cómo llevará los pies a su casa ese hombre que anda por encima del asfalto calentito? Anda que la mujer tendrá el cielo ganao… Siento de nuevo no tener testimonio gráfico, pero es que no damos pa tanto. Sin embargo sí tenemos foto de una mujer que ayudaba, suponemos a su marido, a romper piedras y piezas metálicas sujetándole amorosamente el cincel. Él era el que empleaba la fuerza bruta a base de martillazos… claro, el riego para ella, que típico. Además el contexto de la foto no tenía desperdicio, los dos estaban en una isleta que separaba los dos sentidos de la circulación en un puente de Delhi, rodeados de un tráfico y una polución desagerada. Como diría Andrés: ofrece gusto.



Y para el final he dejado el documento más impresionante que jamás hemos presenciado Andrés y yo en cuanto al tema de los riesgos laborales. Además estamos seguros de que no volveremos a ver algo igual en mucho tiempo, o quizás nunca. ¡Es algo revelador! La anécdota tuvo lugar en Udaipur, ciudad en la que se estaba celebrando un mini festival durante los días de nuestra visita. Éste consistía básicamente en que las mujeres al atardecer portaban sobre sus cabezas pequeñas imágenes de lo que suponíamos eran dioses y diosas, los llevaban al ghat del lago –pequeñas escaleras que bajan hasta el agua- y pasaban allí el ratito rezándoles, bailando y charlando un poco. Las mujeres además eran acompañadas por sus hijos y así la festividad tomaba un aire infantil. Por ello en el pueblo se instalaron un tiovivo vintage y un par de norias, una de ellas es objeto de nuestra anécdota. Cuando Andrés y yo pasamos por delante de esta pequeña Calle del Infierno nos paramos al ver el alboroto y la algarabía generada por cientos de niños con sus risas y gritos. Así pudimos disfrutar del espectáculo rudimentario que hacía girar la noria. La verdad es que no entiendo cómo no tienen aún algún motorcillo que se encargue de ello, aunque si tienen generadores portátiles que dan luz con unos focos espectaculares en las procesiones nocturnas de sus dioses más venerados. Y es que para nuestro asombro la noria, por supuesto cargada hasta la bandera, era empujada con fuerza humana, ¡ni siquiera por bestias! ¿Qué cómo? Pues muy fácil, como se ve en la foto, cuando la noria estaba petada para aprovechar bien el viaje, un hombre se subía por los palos internos de la estructura y, una vez cercano al centro de rotación, comenzaba a caminar apoyando cada uno de sus pies en las barras transversales. Evidentemente cuando aquello cogía velocidad el hombre no podía bajarse, así que debía continuar corriendo en el interior de la noria como si se tratara de un hámster dándole vueltas a la rueda. No salíamos de nuestro asombro, de hecho acabó el viaje y esperamos algo así como 20 minutos a que la noria se vaciara y comenzara de nuevo el show. Evidentemente necesitábamos fotos para mostrároslas y que nos creyerais. Aquí están.





Como siga con este tipo de crónicas no creo que me pase como a aquel que dio la vuelta al mundo sin avión y cuando llegó a España le editaron el blog que escribió en forma de libro.

Por cierto, las tarjetas de crédito se pueden lavar a mano dentro de la ropa. Eso sí ¡en cuanto os deis cuenta sacarla lo antes posible y dejarla secar!

Muchos besos a todos,

Antonio