jueves, 8 de julio de 2010

Islas Perhentian y Vientiane

Hola de nuevo! No estaría bien comenzar esta entrada sin agradecer a todos los comentarios a mi anterior entrega, parece que la historia de Maricarmen la porterita ha gustado a muchos y he de decir que el mérito es totalmente suyo, yo solo compartí con vosotros mi sincera perplejidad, en serio, con personajes así cualquiera puede contar historias. Además aunque vosotros no os deis cuenta a nosotros esto nos sirve de terapia para exorcizar algunos espíritus que se nos van metiendo por el cuerpo, o dicho en otras palabras, que nos desahogamos con vosotros, de modo que no os extrañe que otros personajes esperpénticos (que son los que molan) sigan apareciendo por entre estas líneas.

Pero Maricarmen se quedó atrás hace ya algunos días y nosotros hemos vivido otras experiencias inolvidables, a mí concretamente me siguen picando algunas ronchas de los mosquitos de la selva del Taman Negara, y de vez en cuando reviso la cámara para ver las fotos de la raflessia y las mariposas, presioso. De nuestra última excursión en Pulau Redang no tenemos muchas fotos porque la mayoría de las actividades eran subacuáticas y la cámara es de secano.

Tras nuestro contacto con la comunidad china de vacaciones en Pulau Redang estuvimos debatiéndonos entre ir a un centro de conservación de tortugas o tirar directamente hacia el norte a las Islas Perhentian, muy turísticas pero, al parecer, con motivo. Por los comentarios que habíamos ido recogiendo de locales y visitantes lo de las tortugas no pintaba demasiado bien. Dicen que ya no quedan y además nos daba la sensación de que por aquí lo de la conservación de la naturaleza se creen que es embotellar tomates para el invierno, a juzgar por cómo, los propios monitores de las actividades, pisoteaban los corales con las aletas en el resort de Redang. Total, que nos fuimos a la playita. En esta ocasión no había que reservar nada así que bastaría con coger un autobús que nos llevara a Kuala Besut y desde allí un barquito a una playa de arena blanca.

Al terminar nuestros días de resort con familias chinas nos recogió un barquito del hotel y nos dejó de nuevo en aquel destartalado puerto que servía de distribuidor para los visitantes de los resorts de Pulau Redang, el minibús nos esperaba para devolvernos al sur a Kuala Terennganu, que fue nuestro punto de origen para la estancia en el resort. Pero nosotros teníamos que ir al norte para coger el barco a la otra isla. Le dijimos al conductor que nos dejara en la estación de autobuses para ir por nuestra cuenta hasta Kuala Besut y él nos abandonó en el apeadero.

Para hacernos un poco con la situación Antonio fue a preguntar a una señora que estaba cerrando su tienda de ultramarinos porque llamaban a rezar en la mezquita de al lado. Mientras tanto yo me dedicaba a hacer una prospección visual de 360º sin salir de la parada del bus porque se estaba cayendo el sol a pedazos. Desde allí se veían algunos edificios de oficinas, de esas oficinas que están en los polígonos, la mezquita y un restaurante que parecía dar una cabezadita dos locales más allá de la tienda. Todo estaba un poquito borroso y ondulado por el calor como en esas películas de carretera americanas, claramente estábamos a las afueras de… del pueblo. Antonio volvía con cara de pereza, eran las doce del mediodía y teníamos que esperar hasta las tres a que llegara el siguiente bus que tardaría dos horas en llegar a Besut, ¿eeeeeeeh? ¡Ay por favorsito con la calor tan mala que hace! ¡Y además vamos a llegar al puerto justísimos para coger el último barco que nos han dicho que es a las cinco! El canto de la mezquita aportaba lo suyo a este comienzo de pesadilla, parecía que el moecín quería decirnos: tranquilos chicos que si os aburrís siempre podéis convertiros al Islam ni que sea por un ratito, veniiiirse, venniiiiiiirse.

Pero afortunadamente el susto nos duró sólo los cinco minutos que tardó en aparecer un taxista que nos ofrecía un viaje hasta el puerto en sólo una horita y pico por un módico y regateado precio. El propio taxista nos confesaría más tarde que aquel era un viaje de vuelta para él y que por pocos Rinngits que se agenciara, buenos eran para pagar la gasolina y alguna reparación que aquel vehículo empezaba a necesitar después de haber peinado la geografía malaya desde antes que las plantaciones de palmeras lo llenaran todo para la industria del aceite de palma. El mismo taxista se resignaba a haber cedido la mayoría del protagonismo a los autobuses ahora que eran tan baratos, tan rápidos y tan modernos: “cuando este coche era nuevo, yo mismo llevaba a los turistas al otro lado de la península, pero ahora todo ha cambiado”. No sé si era el olor a eskay o esa melancolía de batallitas con turistas de hace treinta años pero me dio la sensación de que en cualquier momento aparecería el cartelito de “Bienvenidos a Benidorm” y el resto del camino lo hice en silencio.

En menos que canta un gallo estábamos en Besut listos para coger el barco a las tres de la tarde, después de habernos entretenido en comer algo e investigar los precios de los tickets y reservar el autobús de vuelta a Kuala Lumpur para dentro de unos días. ¡Uuuuu! ¡Qué suerte!

El pobre taxista se quedó un poco desalmado al comprobar que nosotros esquivábamos las ofertas que él nos ofrecía para llevarse una comisión con más agilidad que el Rey Juan Carlos se saltaba las sesiones de logopedia. Allí se quedó él anclado a sus años setenta. Afortunadamente cuando nos montamos en el barco camino de las Perhentian, concretamente a la isla pequeña, todo volvió a ser fresco y actualizado, Alfredo Landa huyó de mi mente despavorido cuando aquella barquita se puso a cien millas por hora o nudos o la medida de velocidad que se use en Malasia para llevar turistas a la playa muy rápido.

¡Oh, navegar! El chaleco salvavidas te da un aire de lo más chic y las ráfagas de espray salado que levanta la lancha me saben a diversión, luego los porrazos que da la barquita cuando cae en esas embestidas que da contra el mar parece que te van a descolgar el estómago, pero bueno, estamos de buen humor y prefiero concentrarme en la imagen de la isla haciéndose cada vez más y más grande. Es una pena no tener una buena melena en estas ocasiones, no os explico más. Desde lo lejos las islas son dos montañitas selváticas flotando en el mar y cuanto más te acercas más tonos de verde distingues, esmeralda, botella, manzana, pistacho, agua, limón, ¿os dais cuenta? En nuestro lenguaje los nombres de los verdes no hablan de selva, ni siquiera hablan de árboles, ¡quienes ponen los nombres a los colores viven en ciudades!


No me digais que no sienta bien el chaleco, vamos

Al llegar nos apeamos en un embarcadero horroroso que destroza la belleza y la sencillez de Coral Bay, la cala donde hemos decidido buscar alojamiento. Es una playa pequeñita arropada con palmeras y otros árboles, bueno, en realidad la mayor parte de la playa está ocupada por hotelitos, casi todos de cabañas, y dejan escasamente que la selva se asome al mar.

Una nocturna del restaurante donde nos hicimos fijos los dias de las Perhentians

Después de buscar un poco y ver una sola habitación disponible y asequible, nos la quedamos. Al fin y al cabo era una cabaña “a piel de playa“ por cuatro euros la noche, no está mal. Luego nos daremos cuenta de que no tenemos mucha luz natural, ni una triste mesita, ni un enchufe, en fin, detalles.

¡Qué bien! Habíamos llegado mucho antes que si hubiéramos venido en bus, gracias señor taxista. El planning que se nos presentaba para los próximos días era bastante sencillito, descansar y hacer alguna actividad si merecía la pena. Al día siguiente estuvimos dando un paseíto por la playa de Coral Bay y no parecía muy apta para el baño, tenía muchas rocas y las decenas de lanchas que esperaban turistas para hacer excursiones llenaban toda la orilla. No entiendo cómo habiendo construido ese embarcadero tan monstruoso sólo lo utilizan para un barquito que viene tres veces al día a traer y llevar turistas a tierra firme, es absurdo, y todos estos aquí va y viene metiendo ruido y olor a gasolina por toda la orilla. Bueno, no me quiero poner criticón que estoy de vacación, aunque, vale, voy a confesar, lo que pasa es que estos chulitos descamisetados que conducen las lanchas a toda velocidad, de pie, con las gafas de sol más horteras que había en la manta donde las compraron, el cigarrito en la boca y esa actitud de “no me miréis todas que la noche no es tan larga”, pues como que me irrita una poquita, la verdad.

Pero qué van hacer los chiquillos, si se han criado aquí rodeados de turistas en biquini cuando no haciendo topless. Bueno de topless sólo vimos una pero os recuerdo que Malasia es un país musulmán y se toma bastante en serio sus creencias, quiero decir, no como los españoles que eran todos muy católicos y muy recatados hasta que a la primera sueca se le olvidó la parte de arriba del biquini en la habitación y pensó que daba igual, que aquellos catetos peludos no podían hacerle nada, razón tenía la mujer.

Pero no sólo había chulitos en las barcas. Sin ir más lejos me di cuenta que uno de esos engendros de playa lo teníamos en la recepción del Fátima Chalet, que es como se llamaba el alojamiento donde pasamos esos días paradisiáticos. No me quiero cebar con la criaturita pero era un treintañero que sólo sabía contar hasta dieciocho, con su melenita, claro, su guitarrita para rasguear lánguidos arpegios tras la puesta de sol, obvio, sus camisetas para lucir tatuaje de hombrito, normal, y una mueca diagonal a modo de sonrisa que, acompañada de esa caidita de ojos que ni Ana Belén, me producía urticarias cada vez que tenía que ir a hablar con él. ¡Preguntadle a Antonio! El pobre me tenía que escuchar una historia diferente cada vez que volvía de la recepción de pedirle algo al pichuflín aquel. Claro, Antonio sabe mucho, él me decía, “¡ve tú, ve tú! Que yo estoy aquí un poco liado con mis cosas” y me mandaba a mí a hablar con aquel Narciso que sólo encontraba ya consuelo en ese ratito que la vida le dejaba pasar ante su espejo cada mañana. El resto del día se lo comía la incertidumbre de no saber si tenía bien compuesta la melena o la expresión de perdonador ¡Ay madre!

Lo primero fue cuando le fui a decir que en mi habitación no había mesa y que pensaba pasar unos días en la cabaña, así es que lo normal es que me apeteciera tomar algo en el porchecito… era como si me estuviera escuchando todo el rato, pero su mente ya tenía bastante información desde la primera frase y a partir de ahí sólo oía un bla bla blá que él estaba deseando interrumpir con una imprecisión de las suyas “no… je je” (todas sus intervenciones para conmigo se entrecortaban con carcajadas forzosas de estilo chupiguay donde está tu tabla de surf) “… no todas las habitaciones tienen mesas” ya, ¡claro! –pensé yo- ¡ni yacusi!, ¡no te fastidia el melenas!, cuando un cliente dice “perdone señor, mi habitación no tiene mesa” está queriendo decir “¿sería usted tan grato de buscarme una mesita si eso?”, yo no he venido hasta tus plantas a descubrirte una obviedad, chico. Lo siguiente que recuerdo es haber cargado yo mismo con una mesa del bar hasta la puerta de la habitación, pero bueno, misión cumplida. Mi sorpresa fue mayúscula cuando al comentarle que mi habitación tampoco tenía enchufe me largó la misma cantinela de que no todas lo tenían, hijo de mi vida ¡estás bajo mínimos! Deja de mirar ofertas de neoprenos en el eBay y léete alguno de esos libros que intercambias dos por uno a ver si se te queda algo ¡perla! Pero esta vez consiguió enlazar otra frase de memorieta para invitarme a que trajese a su despachito cualquier cosa con batería que quisiera cargar, ¡vaya hombre! siempre tiene una solución, no, si va a resultar un tipo eficiente el garabato. Cuando digo despachito me refiero a una mesita que tenía en el rincón de la tiendecita de conveniencia guion recepción donde podías comprar desde repelente de insectos hasta galletas, cambiar libros y por descontado, contratar un snorkeling, si es que el paraíto no se atascaba en sus perezas y le daba por mandarte a otra agencia.

Nosotros no quisimos, supongo que comprenderéis, contratar la excursión al recepcionista de cartón piedra, antes me tiro a bucear con una cañita de refresco que alquilarle a este un snorkel, para que me diga “no… je je, si no todas las gafas tienen cristal”.

Para nuestra sorpresa la actividad estrella que te ofrecían por toda la isla era bastante barata, unos diez euros, y consistía en un snorkelling que te entretenía todo el día y te paseaba por cinco o seis puntos diferentes con la medio promesa de avistar ¡tiburones y tortugas! ¡vaya chollo! nosotros decidimos contratarlo en Amelia Café porque además de ser ligeramente más económico que el resto, te invitaban al desayuno ¡genial! Pero lo haremos mañana, hoy vamos a ir al otro lado de la isla a dar un paseíto y visitar la otra playa, de paso veremos otros alojamientos a ver si encontramos algo más… ¿equipado? Y no me refiero solo al mobiliario.

Al llegar a la otra playa, Long Beach, que nosotros habíamos dejado de lado a la hora de buscar habitación porque tiene fama de más ruidosa, encontramos que era más grande y que, a pesar de tener más hoteles y restaurantes, dejaba más arena libre para pasear y descansar. Había sombrillas a todo lo largo, el primer día preguntamos si eran de alquiler y nos cobraron, el segundo día preguntamos si eran de alquiler y nos dijeron que no, cositas del turisteo. Pero sin lugar a dudas lo mejor de esta playa era que tenía una arena finísima y limpísima y un agua totalmente cristalina y azul, una vez más las fotos son un reflejo infiel. No había rocas al adentrarse en el mar así que podíamos caminar hasta que nos cubriera sin pisar nada raro y en todo caso si había algo lo veías con total nitidez. Allí nos metimos en remojo y nos quedamos dos o tres horas. Creo que nunca he visto a Antonio tantísimo rato en el agua, ni en la playa de la India donde se bañaba con el pañuelo como las moritas. Cuando te metías en aquel agüita y mirabas hacia la playa era el paraíso, todo lleno de palmeras, esos colores, ¡qué gusto por favor! los chuletas de las barcas se empeñaban en romper aquella burbuja en que nos habíamos sumergido, pero nanai, el buen rollo se había declarado oficial e inquebrantable, el tiempo no pasaba, estábamos como en casa, es que parecía una piscina, de verdad, ¡qué cristalinidad!


Antonio por fin sale del agua en Long Beach

Al día siguiente hicimos la excursión de snorkeling. A las diez menos cuarto estábamos saboreando unas austeras tostadas con mantequilla y un café que era nuestro desayuno gratis y esperando que nos llamaran para subir a una de las lanchas de la orilla.

Antonio desayuna en Amelia Cafe, el dia del Snorkeling no habia este zumo

Por si alguien se había preguntado qué hacen las chicas jóvenes de la isla mientras los chicos aprenden a hacer eso de saludar con el pulgar para un lado y el meñique para el otro y los otros tres dedos plegados, les diré que ellas trabajan de camareras con su pañuelo encasquetado a todas horas para no herir la sensibilidad religiosa de ningún barquero en bermudas. En fin.

El guía lanchero que nos iba a acompañar todo el día se presentó con una especie de pañuelo negro en la cabeza en plan pirata pero de cuero falso y un dudoso bigotillo que le acababa de dar un aire de esbirro de algún mafioso chino de telefilm. Otro treintañero que se piensa que los calendarios se cambian cada año solo porque la alineación del Barça ya no es la misma. Evidentemente intentó hacer bromas de esas de guía enrollado pero ya no le salen naturales y además en esta ocasión le había tocado el grupo de guiris más paraíto del mundo, por otro lado el que más y el que menos tenía el cuerpo cortaíto de salir a navegar con el desayuno que aún no había encontrado su asiento en el estómago.

La primera parada fue en el faro, un aparato flotante a unos cientos de metros de la orilla alrededor del cual se podía disfrutar de un maravilloso buceo de superficie, había muchísimos peces y el coral era más bonito que en Redang, había muchas formaciones grandes con formas muy diferentes. Hay corales en forma de bola gigante, como cactus, planos, alargados, amarillos, azules, morados, mis favoritos son unos que parecen setas pero de color rosa y que forman grupitos como islas. Entre los corales hay peces que van haciendo su ronda en solitario, otros que van en pandillita de tres o cuatro y otros que no salen a la calle si no son más de mil, era alucinante nadar entre esa masa de pececillos con rayas fluorescentes, si te mueves ellos reaccionan todos a la vez, como si todos fueran uno. No me imagino un ecosistema fuera del agua tan densamente poblado y tan agradable de visitar, nada te toca ni hace ruido, yo solo oigo las burbujas que dejo salir por las gafas para que no me entre agua pero de fondo hay un silencio que te anima a entretenerte en seguir a un pececillo cualquiera, todos son bonitos, o embobarte mirando a un pez payaso (el Nemo de Disney) en su anémona. Bueno, yo es que soy más de embobarme, Antonio lleva los ojos más abiertos que yo y va buscando, en tres de los otros puntos donde paramos para bucear me avisó para que viera tiburones que estaban pasando cerca de nosotros. Tranquilos, estos tiburones no comen personas, son tiburones buenecitos, pero son preciosos ¡y grandes! Creemos que medirían entre uno y medio y dos metros ¡eso es un pedazo de pescao! En otra de las paradas nos detuvimos a mirar tortugas, los guías se saben perfectamente por donde paran las cuatro que quedan por allí (que nosotros llegamos a sospechar que estaban domesticadas y trabajaban para el turismo) y no tardamos en encontrar una grandísima que pastaba por los poco profundos fondos. Otra más pequeña nos deleitó además con un vuelo subacuático precioso. En la última parada vimos alguna raya pequeñita, pero de las que pican ¿eh? Era difícil de distinguir pero una vez más mi audaz Antonio la avistó y me avisó. Pensareis: ¡es que el Andrés está en babia! Responderé: sí. Pero es que allí abajo todo es tan bonito y te puedes embobar con tantas cosas… bueno y que yo tengo tendencia, sí.

El snorkeling nos había dejado muy buen sabor de boca y un poquito de cansancio, este día lo rematamos con un internete, una cena y a la cama prontito. Y aunque luego estuvimos tres días más, prácticamente no hicimos nada, del porche de la cabañita al restaurante, a Long Beach y vuelta a Fatima Chalet, porque evidentemente no encontramos nada más barato. Han sido unos días muy fáciles, muy tranquilos y muy reconfortantes. Entre estos y los del resort de los chinos creemos que ya llevamos una buena pausa.


Antonio payasea despues de cenar en Coral Bay

La última tarde nos despedimos del recepcionista y le pagamos la habitación. A la mañana siguiente hicimos el viaje de vuelta en lancha, nuevamente, sin la expectación de la ida, me pareció un trayecto más normal. En el muelle de Besut no importaba que fueran las 9:00 de la mañana, la actividad era máxima y decenas de barcos recogían y dejaban pasajeros, incluso había cola de barcos para llegar a la pasarela aunque en este ajetreado puerto las autoridades decidieron construir un tímido embarcadero mucho más pequeño que aquel que partía en dos la pequeña Coral Bay, desequilibrios de la administración.

No hay tiempo para mucho, un pipí, compramos unas galletitas en la tienda y al bus, que quedan diez horas hasta Kuala Lumpur. El chofer remolonea un poquito para ver si llega algún viajero rezagado y amortizar más, si cabe, el trayecto y luego tardamos siglos en salir de ese pueblo, nos hacen cambiar de autobús a los pocos kilómetros y algunas perrerías más, pero no nos importa porque son unos autobuses comodísimos y las horas hasta la capital se nos pasan relativamente rápido. ¡Ay! De vuelta a Kuala Lumpur, a Chinatown y al mismo Guest House de la otra vez, dormitorio compartido, total, para una noche, mañana daremos una vuelta antes de volar hacia Vientiane, la capital de Laos.

Unos gatitos chinos parecen despedirse de nosotros la ultima noche en Kuala Lumpur

Tras las gestiones de aeropuerto bastante ágiles y un vuelo de dos horas y media en el que nos dieron asientos separados llegamos a un aeropuerto tranquilito, como el de Sevilla o algo así. Lo primerito que hicimos fue soltar treinta y cinco dólares americanos para pagar el visado de un mes en la República Democrática Popular de Laos, es decir, un país comunista. Buscamos la oficina de cambio y tras obtener nuestros Kips comprobamos escandalizados que el señor se ha equivocado y nos ha dado trescientos mil de menos, hombre pues no me parece un error despreciable ¿sabe? Ni siquiera al cambio, que son unos treinta euros, ¿hemos cambiado unos doscientos euros y nos querías tangar treinta? O lo que es lo mismo, ¿nos tienes que dar dos millones doscientos mil kips y nos das un millón novecientos mil? Sí, aquí somos millonarios, como cuando vas a Turquía, por un euro nos han dado alrededor de diez mil kips. Al final no hubo que discutir. Nos alejamos de la terminal para buscar un taxi más allá de la cola que hay a la salida, que hemos leído que son bastante más caros y antes de llegar a la carretera nos intercepta un chofer que esperaba en los alrededores. Tras un torpe regateo porque todavía no controlamos la moneda, claro, nos lleva al hostal que teníamos reservado. Nos quedamos pero sin estar convencidos y al día siguiente buscamos otro mucho mejor y más económico.

Las primeras impresiones de Vientiane son bastante agradables. Es una ciudad sin edificios altos, cada casa es de su padre y de su madre y Antonio dice que es como Chipiona, tan soleado y tan calmado y con casas tan variopintas y tan raras. Cualquiera diría que estamos en un barrio residencial periférico tipo Santa Clara o algo así pero estamos en el centro de una capital.

Este es un país comunista desde 1975, me imagino que los primeros años tuvieron que ser bastante soviéticos pero la psique nacional pudo ir moldeando la cosa y hoy día tienen un modo de vida bastante relajado, sin demasiadas prohibiciones aunque sí algunas, no es como el comunismo chino. El gobierno de Laos es muy amiguito del chino, claro, pero los chinos no se meten en cuánto de importante es aquí la religión o en si tienen empresa privada mientras les sigan pasando a ellos la producción maderera y les dejen pasar con autopistas pagadas en Yuanes (moneda china) a través de Laos para llegar a Tailandia o Camboya.

Una mujer entregando una ofrenda artesanal hecha de hoja de palma y flores

El aire de la ciudad tiene calma, los conductores de todos los vehículos van tan lentos que parece que ya van a llegar. Las chicas van en sus motos con una sombrillita en una mano, sí, el sol pega bastante, pero si vas a más de 15 por hora la sombrilla se va al garete y a ellas ni se les mueve, todo el mundo guarda una prudente distancia de seguridad y nadie toca la bocina, ¡na! ¡die! ¿Os hemos hablado ya del tráfico en la India? Animados por esta tranquilidad nos alquilamos unas bicis para ir de templo en templo y para llegar a la embajada de Camboya, donde teníamos que pedir el visado. Nos cascaron otros 20 dólares por barba ¡y dale con los dólares! ¡qué manía! pero ¿qué le vamos a hacer? Esto no se puede regatear y si lo quieres pagar en la moneda de Laos te sale más caro. La verdad es que Antonio y yo estamos encantados con los visados porque te ponen unas pegatinas preciosas en el pasaporte y eso como recuerdo tiene un caché que pa qué.

En terminando con las gestiones nos pusimos a visitar cositas, la más conocida de Vientiane, y que constituye un símbolo nacional es That Luan, una estupa dorada que según la leyenda conserva alguna reliquia del mismísimo buda en persona. Todas las excavaciones arqueológicas desautorizan dicha leyenda pero ¿a quién le importa lo que diga un europeo con malos pelos que va limpiando agujeros con una brochita?


Imagen del That Luan con un con un Turista graciosisimo

Al lado de la estupa visitamos un monasterio muy importante de Laos porque en él reside el líder espiritual del budismo Teravada, pero el sólo manda en Laos ¿eh?, no es como el Dalai Lama que es una estrella internacional y hace sus giras y todo, aquí son más humildes. Además de éste visitaremos varios templos más pero en Laos es imposible quedarse con los nombres de los templos no sólo por la dificultad de las palabras sino sobre todo por la cantidad de templos que hay.

Un "guardian" me ayuda a aclararme con los templos

Lo que yo llamo templos se llaman Wat, y son un conjunto de edificaciones que generalmente se componen del templo propiamente dicho, algunos edificios para alojar a los monjes, algún templo secundario, lo que parece una especie de sala de oración pero que no tiene paredes, y el campanario, o debería decir el tamborario, porque es un tambor de dimensiones titánicas el que se aloja en estas torrecitas para avisar a los vecinos de alguna circunstancia especial. De momento yo no los he oído. También suele haber alguna campanita tipo cencerro, pero no siempre.

La serpiente multicabeza (de una a siete) o Naga te da la bienvenida al wat

La sala principal de los templos las preside alguna imagen de Buda, hemos aprendido que hay infinidad de representaciones de Buda y que significan cosas diferentes dependiendo de la postura de la imagen. La más querida para el “retablo mayor” es la del Buda meditando con las piernas cruzadas en esa posición que nosotros llamábamos “como los indios” hasta que se puso de moda el yoga, claro, pero también son muy populares a las entradas de los templos la del buda ofreciendo protección, que es con las manos al frente como si quisiera parar el tráfico, o la del Buda pidiendo lluvia, que es de pie con los brazos extendidos hacia el suelo y las manitas un poco levantadas, como Massiel bailando el “La la lá”. Es muy entretenido y todos son muy bonitos. Por algún motivo no es costumbre tener una sola imagen de buda sino muchas, y cuantas más mejor así que en algunos sitios se cuentan por miles, ¿qué curioso eh? ¿os imagináis una iglesia con dos mil quinientos crucifijos? Hay una manera muy práctica de alojar tantas imágenes que es haciendo pequeños nichos en las paredes.


Este wat alberga dos mil quinientos budas

Imponente Buda meditando preside el templo ante dos diminutas fieles


Un buda "esmeralda" preside en muchos altares

Buda pidiendo lluvia, en este caso las manitas no estan muy levantadas

Los monjes en Laos están por todas partes y es muy habitual verlos en parejitas por la calle cubiertos con un enorme paraguas negro, el sol pega a base de bien (me encanta esta expresión). Y atención, las mujeres y los monjes suelen llevar paraguas y sombrillas, los hombres, me imagino que con la tradicional y globalizada tontería masculina prefieren freírse las meninges antes que hacer algo inapropiado para personas de su sexo fuerte. Nosotros tenemos dos paraguas estupendos que nos compramos en la India y nos dan muchísimo alivio por estas calles ardientes.

Un grupito de monjes remolonean en el jardin del wat, otros hacen sus tareas

Ya os contaremos más cosas de los monjes, ahora un adelanto. En los wat viven y rezan monjes de todas las edades, antes de los veinte son novicios y después ya son monjes hechos y derechos, aunque la mayoría de los monjes solo están en el wat temporalmente porque es como una tradición que todos los hombres pasen por la vida monástica. Cada vez es más corto el período que se estima mínimo pero lo siguen haciendo aunque en algunos casos el compromiso se resuelva en un par de semanas o tres. Esto a las familias les revierte unos beneficios religiosos indiscutibles y, por lo visto, los chicos no se resisten ni un pelo, al parecer los Lao (gentilicio de Laos) son bastante supersticiosos y saltarse algo así sería terrible.

Nos dio la sensacion de que los monjes "temporales" se ocupan de las tareas domesticas

Un monje sacia la curiosidad de Antonio

Por último, y para despedirme os muestro en vídeo una de las atracciones turísticas que visitamos en bicicleta, el Patuxai. Éste es un arco de triunfo, monumento que el antiguo régimen comenzó a erigir en homenaje los caídos en guerras previas a la era comunista, pero que estos últimos continuarían construyendo con el cemento que el gobierno de los Estados Unidos les regaló para hacer un aeropuerto.


Lo normal seria que un turista pida a un transeunte que le haga una foto con un monje,
en este caso un transeunte pide a un monje que le haga una foto con un turista, al fondo el Patuxai

Según ellos mismos dicen en un arranque de honestidad inmortalizado en una placa al pie del edificio, es un monstruo de cemento y está sin terminar por la turbulenta historia del país. En su interior de siete plantas se pueden comprar todos los souvenirs habidos y por haber incluyendo la mayor variedad de camisetas de recuerdo que yo recuerde. En sus alrededores los Vientianeses y los turistas nos deleitamos con un atronador hilo musical chinoide que a nosotros como podréis ver nos encantó.





Muchos besos y muchas gracias por acompañarnos,

Andrés.

7 comentarios:

  1. vaya, me pido uno de esos de cartón piedra,....

    ResponderEliminar
  2. ...pero Buda no era gordito y bonachón? como Gambrinus pero sin pelo y en una fiesta toga?
    esta entradita ha estado muy bonitikilla Andresito, muchas curiosidades e infinidad de detalles, que envidia de viaje y aventuras!! y pensar que los Perez estamos barajando la posibilidad de vacacionar en elPuerto Sta María!!! con lo que nosotros hemos sido...asín debe ser la senilidad, cambiar pañales y disfrutar del mundo por lo que cuentan otros!!! (aparte del Corega, claro)
    ya que nadie lo comenta y aunque estoy seguro que estareis diariamente informados, mañana España nuestra poderosa y futbolera nación juega la final de la copa del mundo contra Holanda, con grandes posibilidades de ganar según Paul, el famoso pulpo-oráculo... ya os contaré... occidente es asín...

    ResponderEliminar
  3. Buenas de nuevo Zagales,
    Qué diítas de playa más agradables no?. La verdad es que merecen cierta envidia, con lo que aprecio yo la limpieza de las aguas... ya quisiera FontVella... (y lo malamente que hemos tratado las de Huelva, de pena). Por cierto Andrés, por si te queda alguna duda: las fotos me parecen maravillosas y preciosísimas. Se agradecen enormemente, te invitan a viajar mentalmente a la situación antes de questampe la famosa pompa de mistol y además pienso de pedirte algunas pa ponerlas en el salón de casa (de camino te informo que, siguiendo tus sugerencias, estamos en pleno cambio de iluminación del mismo, por fin!!!). Además, esa imagen de ese Antonio saliendo del agua con la gorrita puesta en plan anuncio no tiene precio (qué vista has tenido querido, y también la Juli, que se dio cuenta de momento de que es muchísimo más ..., ja, ja ja,). El video tampoco tiene desperdicio, personalmente me ha echo más gracia que lo de la porterita y todo, so payaso.
    Antonio qué disfrutina no?, yo creo que después de la (maravillosa) panzaíta de hormonas y cascaditas, hemos encontrado er camino (si es que esa esencia ginense plasmada en rotula quiere decir algo, no es casualidad, ja, ja, ja). Parece que fue ayer cuando nos comimos las castañuelas ibéricas y eso quiere decir muchas cosas. Desde luego, ya que se habéis dejado caer, estáis invitados a cervecitas para aumentar la curiosidad de las vivencias del viaje, o de la forma de vida que elegisteis, como a mi me gusta pensarlo. Esto es demasiado tiempo como para llamarlo vacaciones o viaje no?, o el tiempo no es lo qie importa?, bueno, pues eso.
    También deciros que, aunque francamente pensaba que os enrollaríais menos a la hora de escribir (qué aplicados estos niños) y las respuestas serían más numerosas también, se pone uno un poco nervioso y ansioso cuando tardáis más de una semana en escribir, será por lo de la añoranza.
    Un saludo muy grande y apretado de la familia, os queremos mucho.
    BESOS.

    ResponderEliminar
  4. Bueno bueno bueno....no puedo parar de leer y actualizarme en vuestra aventura!!!! Aiiiiish cómo me habeís transportado al Sudeste Asiático!!! Qué os echo de menos!!!!
    Así da gusto!!! Qué "pluma", Andrés...da gusto leerte!!!
    Las fotos me tienen maravillada, ARTISSSSSSTAZO...el video...por favor...por favor...no puedo para de reirme...me ha recordado a nuestro viaje por Laos...el tubing..jajajaja...Luang Prabang, paisajes, campos de arroz, la calma....qué bien que esteis disfrutando y con los ojos bien abiertos empapándoos de todo..Esos son mis niños!!!
    Sois grandes!!! Los más grandes!!!
    Besos y un abrazo gigante!!!!

    ResponderEliminar
  5. Buenooo! Tras mi desconexión temporal, me reengancho al internet, y por supuesto a vuestro viaje. Es que me he estado desintoxicando de mails urgentes y constantante cliqueo del ratón, que me ha salido hasta un quiste en la muñeca, que me da un asquito que tú que sabes... Que me relío, chicos, que entrada, aún a riesgo de repetirme, qué disfrute! Y yo que perjuraba que la playa más bonita del mundo era Bolonia y "rodalías", ufff, no me queda a mi na por ver!
    Pos yo nada, de vacación en Algeciras, haciendo vida "paquista" y relajándome bastantito, disfrutando del calor, que la gente no para de quejarse y yo en cambio no puedo dejar de sonreir mientras sudo, será que ya me veo venir el inviernito que me espera... ay por dióóó!
    Me ha encantado el relato, me echo unas carcajadas yo sola que no veas, las fotos coincido con aquí los amigos blogeros, una pasada, y como siempre, que os echo mucho de menos, el otro día con el Moi que estuvo por aquí, hablábamos, será verdad que volveremos a estar una temporaíta tos juntos? Un beso amores, seguid con ese buen rollo en lo alto que da un gusto...

    ResponderEliminar
  6. jajaja, qué bueno, ya te tocaba actuación a ti .-D, los visitantes alelaos contigo, jajaja. Por cierto, ayer estuvo mi madre (con otros cuantos de Cumbres) viendo Lisístrata en Mérida. Prota Paco León y le dije a la mama, "si le vais a pedir autógrafo dile q conoces a Andrés", jajaja. A ver qué me cuenta.
    BSssssssssssssssss

    ResponderEliminar