martes, 10 de agosto de 2010

10 de agosto de 2010, ¿hay alguien ahí?

Y tras unos días de relax en Savannaket nos dirigimos de nuevo al sur. En este viaje nos volvieron a acompañar Jake y Rosie, que tras investigar la misma guía de Laos que nosotros, decidieron Tat Lo como su próximo destino. Si al final todos los guiris acabamos haciendo la misma ruta, o parecida… y nos creemos aventureros o algo así, ja, ja. Lo de ser viajeros independientes está muy bien, pero al final todos vamos con nuestra guía debajo del brazo. Más adelante Jake y Rosie tomarían un ritmo más frenético y nos dejarían atrás. Nosotros, a estas alturas de vuelta al mundo, ya vamos más tranquilitos.

Decidimos hacer nuestra siguiente parada en Tat Lo, entre otras cosas porque un guiri francés, que nos encontramos en la Cameron Highlands en Malasia, nos lo mencionó como un paraíso en el que tuvo que quedarse unos cuantos días porque le cautivó completamente. Pero en la Loly no ponía nada de otro mundo; algo así como un paraje rural entre varias aldeas por las que discurría un río con varias cataratas. Las actividades para hacer eran pocas aparte de pasearnos por las aldeas y saltos de agua, aunque tendríamos finalmente la oportunidad de montar en elefante, algo que habíamos ido dejando para otro momento desde nuestros días en la India.

Para llegar a Tat Lo pudimos evitar los, a estas alturas tan temidos, sawngthaew, esos camiones endemoniados con tablas por asientos. Tomamos un autobús dirección Pakse, la siguiente población importante al sur y también a orillas del Mekong, y desde allí otro dirección este. Por último habría que conseguir un medio de transporte desde la carretera principal, donde el segundo autobús nos abandonaría, y que nos llevara a la aldea de Tat Lo. Un camión con unas sillas de jardín sería suficiente para un trayecto de unos escasos cinco minutos.

Tat Lo resultó no ser nada, unas cuantas casas tradicionales esparcidas alrededor de una carretera de tierra roja. Eso sí, no le faltaba nada en lo que se refiere al Laos más rural, gallinas por todo lados, cochinos con sus guarrinos chicos, niños en pelotas o no correteando de aquí para allá en pandillas, aldeanos en moto o bici a 10 por hora etc. Tuvimos la suerte de no encontrar habitación en la, tan afamada entre los turistas, casa de huéspedes de Tim, y es aquí donde Tat Lo nos sorprendió con una cabaña de madera en el hostal de al lado. Concretamente una cabaña asomada a un río cuya agua caía por una catarata y se ensanchaba formando un pequeño lago frente a nuestra balconada. Desde allí tendríamos la oportunidad de dejar pasar las horas observando la vida local, los niños jugando y bañándose mientras otros hacían la colada, otros pescaban lanzando sus redes en los recodos de aguas más tranquilas, o simplemente cruzaban de una orilla a la otra por el rudimentario puente.

¡Y al día siguiente por fin nos paseamos en elefante! Eso sí, primero esperamos media horita a que los paquidermos se pegaran una duchita en el río mientras nosotros los observábamos desde la terraza del hotel que los empleaba. Evidentemente teníamos que hacer el trekking en elefante -sobre todo estando en Laos, país que fue llamado inicialmente “reino del millón de elefantes” por su primer fundador, aquel camboyano exiliado y que unificó todo el territorio bajo su mandato-, aunque la actividad tiene más de curioso que de excitante o divertido. Eso sí, fue un agradable paseo de una horita en el que primero cruzamos un tramo de selva hasta avistar una catarata en el río, y luego nos acercamos a una aldea cercana para atravesarla a lomos del enorme animal. La verdad es que fue algo surrealista andar ahí montado encima del elefante entre las casas de madera donde los vecinos hacían su vida normal; creo que en este caso la atracción éramos más nosotros para ellos que al contrario, más aún cuando Andrés y yo, sentados en nuestra cesta de mimbre, sujetábamos sobre nuestras cabezas sendos paraguas negros a modo de parasol, ¡qué monos! Siento no tener fotos de esta estampa pero claro, llevábamos nosotros la cámara y era imposible autorretratarnos encima del elefante con nuestras sombrillas.

Ya de vuelta volvimos a atravesar la masa forestal. Y una cosa que yo no sabía hasta ahora es que por lo visto los elefantes nunca se caen. Pensándolo bien, nunca he visto esa imagen, y no me extraña que sea así porque con ese peso un jardazo del animal puede ser fatal. Observamos cómo el animal se asegura bien antes de poner el pie en terrenos resbaladizos, charcos o rocas, y para ello se toma su tiempo y anda con una calma extraordinaria. Mientras pensaba todo esto nuestro animal pegó un traspiés con una de las patas traseras, lo que hizo que sufriéramos un vapuleo y se nos pusiera el corazón a mil en décimas de segundo… hasta el jinete del elefante, que dirigía el animal sentado en su cuello y con los pies tras sus orejas, hizo un gesto de quitarse el sudor de la frente tras el susto. No quiero pensar lo que podía haber pasado, sigamos pensando que los elefantes nunca se caen, más aún cuando además nuestro seguro de viaje no nos cubre una actividad de riesgo como esta. Evidentemente los ocho euros que pagamos cada uno por el paseo no incluyen una posible indemnización en caso de accidente.

De vuelta en la aldea nos apertrechamos de unas mazorcas de maíz y unas frutas para sentarnos en nuestra terracita y ver pasar la tarde. Ese mismo día Jake y Rosie habían decidido darse un paseo río arriba, ya que ellos ya habían tenido la oportunidad de montar en elefante y además tendrían que abandonar la aldea al día siguiente. Disfrutando de nuestras viandas observábamos cómo una pandilla de niños había decidido acompañar a tres guiris que se estaban bañando frente a nuestra cabaña, aunque con tanto jaleo que armaban más que acompañarlos les estaban dando la tarde. Cuando de repente:

-¡Hola! ¿Qué tal? ¿Cómo estáis?- nos imperaba una de las guiris en español.

-¿Quién es?-le preguntaba a Andrés, yo que no veo mucho de lejos y menos cuando va escaseando la luz. Recordadme por favor que vaya a graduarme de nuevo de vuelta en España, que después de diez años de ponerme las gafas y no revisarme además de una corrección de la vista me hacen falta unos cristales decentes.

-¡Ahhh!, creo que son las niñas de Kuala Lumpur- me comentaba Andrés a la vez que saludaba con gestos sin estar seguro del todo de la identidad de las dos chicas y el chico que las acompañaba.

Y sí, resultaron ser Susana y Gaëlle, española y francesa que conocimos en el bus al aeropuerto de Kuala Lumpur cuando íbamos a coger nuestro vuelo a Vientiane. Ellas volarían a Phnom Penh, capital de Camboya. Y la verdad es que no se cómo no se escondieron de nosotros, porque le dimos el viaje contándoles, durante una hora de trayecto sin parar, todas nuestras aventuras y desventuras por tierras indias. Vamos, poco más o menos lo que hemos hecho con el blog y vosotros pero concentrado en una hora de autobús. ¡Qué espanto! ¡Qué tíos más coñazo con la India! Pronto estábamos sentados con ellas en la orilla del río contando batallitas y comiendo rambutanes.

Esa noche cenamos con Rosie y Jake, quienes nos contaron su caminata del día y que nosotros repetiríamos al día siguiente, y nos despedimos finalmente de ellos. Esperamos tener la oportunidad de verlos de nuevo ya que han sido una pareja encantadora con la que compartir unos días de viaje y unas cuantas cervezas. Al día siguiente alargamos nuestro desayuno en compañía de Susana y Gaëlle, y finalmente salimos a pasear en lo que resultó ser una excursión masiva: nueve guiris en total, dos francesas jipilonas un poco cortadas o con poca idea de inglés, no sé exactamente qué les ocurría, un neozelandés de piel morena que debería ser descendente de maoríes o de aborígenes de alguna isla del Pacífico, una pareja alemana que habíamos conocido hacía dos días en el autobús de Savannaket a Pakse, Susana y Gaëlle y nosotros dos. Todos hablando unos con otros, siguiendo un sendero paralelo al río y sin mucha idea de dónde íbamos, sólo teníamos unas breves indicaciones de Rosie y Jake. Primero habríamos de llegar a unas cataratas, y pasadas éstas atravesar una aldea para luego continuar andando por campos de arroz hasta un segundo poblado. Más allá quedaría una catarata enorme pero seca, ya que la presa construida río arriba controla el flujo de agua para producir energía hidroeléctrica. El primer salto de agua precioso, aquí tenéis la foto.

De lo más auténtico fue la llegada al primer poblado. Nosotros desembocábamos en la aldea desde un camino de vegetación bastante densa y de repente, se abrió un claro en la selva y nos encontrábamos entre las primeras casas construidas con madera y hojas de palmera. No se veía gente ni había ruido, por lo que al avanzar en relativo silencio aquello parecía la llegada de unos exploradores a un pueblo no contactado, salvando las diferencias claro. Pronto nos encontramos en el medio de una plaza de tierra sobre la que se disponían las casas en disposición más o menos circular, y comenzamos a observar la vida de la gente de la aldea, los animales sueltos, y una pandilla enorme de niños y niñas de muy distintas edades jugando y armando jaleo. Allí que nos paramos un rato y un aldeano jovencito se me acercó para ofrecerse, por unos kips (moneda de Laos), a guiarnos a la siguiente aldea a través de los campos de cultivo. Aunque rechazamos amablemente su ofrecimiento y por tanto le negamos el dinero, le proporcionamos algunos cigarrillos. A pesar de todo el chico fue muy amable desde el principio, no dejó de sonreír en todo el rato y finalmente nos indicó cómo continuar nuestra ruta. La gente de Laos es por lo general encantadora, tienen muy buen sentido del humor y son muy relajados, más aún en zonas rurales como esta. Son sin duda lo mejor del país, y no exagero.

En el final de la excursión nos dio tiempo a desorientarnos en los campos de arroz y otras verduras, hacernos fotos, y encontrarnos con un agricultor que pese a sus gritos iniciales al invadir su parcela acabó guiándonos a la siguiente aldea. De nuevo más niños, más risas con ellos, algunos bailoteos y culebra-culebra para hacerles gracia y vuelta a Tat Lo, pero esta vez por la carretera, que aunque menos bonito era más corto.

Nuestra siguiente parada sería Champasak, pueblo más al sur y al otro lado del Mekong es decir, en la orilla oeste. Para ello volvimos a Pakse con Susana y Gaëlle donde nos despediríamos, ya que ellas se dirigían a Tailandia y nosotros continuamos al sur de nuevo en otro sawngthaew. En Champasak había poca cosa que hacer, y básicamente lo habíamos incluido en nuestra ruta para visitar las ruinas de un templo khmer de la época de Angkor. Os explico. Los khmer son los habitantes de Camboya y por tanto, la cultura khmer, el idioma khmer y así sucesivamente, es todo lo que se refiere a Camboya y sus habitantes. En su día, aproximadamente entre los siglos IX y XV, el imperio khmer ocupaba la mayor parte de Tailandia, Laos, y el sur de Vietman. Por lo tanto controlaban gran parte de la costa de la península de Indochina y el cauce del Mekong desde su desembocadura, actualmente al sur de Vietnam, hasta la frontera norte con China. Pero antes de esta época dorada, en la que se construyeron los templos de Angkor cerca de la ciudad de Siem Reap, ya existían pequeños imperios que precedieron al gran imperio khmer, concretamente los de Funán y Chenla, que estarían emplazados en el sur y centro de la actual Camboya. Y con todo esto lo que quiero decir es que, básicamente, en la cultura Khmer se diferencian dos periodos: el periodo pre-Angkor y el periodo Angkor; algo así como nuestro antes y después de Cristo, vamos. Y ¿a qué venía todo esto? Pues volviendo a nuestra parada en Champasak, Laos, allí visitaríamos las ruinas de Wat Phu, un templo construido por el imperio khmer en la época de Angkor; de hecho este templo estaría comunicado directamente con Angkor, en Camboya, por una calzada que uniría las dos ciudades. También es importante saber que la religión que practicaban los khmer en su día era el hinduismo, aunque con algunas incursiones en el budismo. Todavía no tengo muy claro cómo ni por qué se pasó de un culto mayoritariamente hinduista a la práctica del budismo, y menos aún cuando se supone que el budismo de aquel entonces era budismo Mahayana, de la ruta grande (norte) del Himalaya y Nepal, China, Corea y Vietnam, cuando hoy en día es Theravada, de la ruta pequeña (sur) desde Sri Lanka y Birmania a Camboya y Laos.

Acerca de las ruinas de Wat Phu que fuimos a visitar en Champasak os puedo decir, como curiosidad, que es un templo que se construyó en la falda de una montaña que se consideraba sagrada. Y esto era así porque los khmer afirmaban que tenía forma de linga, ¿y qué es un linga? Pues una pilila, pene o falo, como queráis llamarlo. Concretamente los hinduistas adoran el linga de Shiva, y es muy común encontrar piedras enormes talladas con forma fálica en los templos. En el de Champasak, un enorme Shiva linga en el centro del templo se utilizaba para verter sobre él el agua del manantial de la montaña con forma de linga, valga la redundancia, y luego repartirla por un sistema de canalización a los campos de cultivo de los alrededores. Así éstos ganarían en fertilidad, evidentemente. El templo estaba en el nivel más alto del complejo, y a él se ascendía tras pasar entre las reservas de agua ya beatilingadas, y atravesar algunas construcciones en niveles intermedios de las que no se conoce con certeza su primitiva utilidad. En el templo hoy día sólo se pueden observar varias estatuas de Buda que sirven de culto y que quedan en el centro de las antiguas paredes del templo. Alrededor del complejo se alojan varias piedras talladas con formas curiosas, como un elefante, un cocodrilo o una huella de Buda. Aquí os pongo las fotos, las dos primeras de la calzada de ascensión al templo y las otras tres de las piedras de los alrededores.

La verdad es que las ruinas estaban bastante hechas polvo, aunque actualmente están siendo reconstruidas y restauradas con la ayuda de profesionales internacionales. Por lo que más mereció la pena fue por las vistas, ya que al encontrarse en la falda de la montaña se podía ver el maravilloso paisaje que se extendía frente a nosotros con el Mekong de telón de fondo. Una pena no tener una buena foto que refleje la belleza de los campos de arroz salpicados con árboles y palmeras, pero es que no se puede triunfar siempre en esto de la fotografía. De vuelta en bici a Champasak, por supuesto con nuestros paraguas en una mano para refugiarnos del sol a la vez que pedaleábamos, pudimos parar para fotografiar un campo de flores de loto. A etas alturas ya hemos probado las raíces de la flor de loto en ensalada así como los frutos, que si os fijáis bien en la foto son una bolitas que quedan atrapadas en lo que se asemeja a una alcachofa de ducha. Las flores se cortan y utilizan como ofrendas en los templos budistas, ya sabéis, para eso de reencarnarse con mejor fortuna.

Y desde Champasak, donde pasamos un par de noches en el hotel más barato que hemos pagado hasta ahora, dos euros la noche, nos dirigimos en minivan al último punto de nuestra ruta por Laos, las islas de Si Phan Don, también conocidas como las famosas 4000 islas del Mekong. La fama les viene, además de por ser un paraje paradisíaco en medio de las aguas marrones del Mekong, por ser el sitio ideal para descansar alojado en cabañas de madera sobre el río y disfrutar de prolongadas siestas en las tan comunes hamacas. Aquí cada casa tiene unas cuantas y parecen ser esenciales para disfrutar de el ritmo d vida más relajado que jamás he visto. Nosotros por supuesto nos apuntamos, aquí una foto.

Y aunque no haya nada que hacer, una parada en Si Phan Don es estrictamente necesaria para todo visitante de Laos. El paraje es muy especial, y no sé si son realmente 4000 islas, aunque seguro que son muchas. Infinidad de trozos de tierra grandes y pequeños repletos de vegetación que descansan entre los miles de brazos en los que se divide el enorme río. Es como un delta infinito pero a cientos de kilómetros del mar. Aquí os añado una fotos de las vistas desde nuestra cabaña, la segunda de una puesta de sol.

Y aparte de cuidarnos, dormir y descansar, cambiar cena por cerveza alguna que otra vez y hartarnos de comer, también nos dimos un paseo en bicicleta uno de los cuatro días que en total estuvimos en la isla de Don Det. En concreto esta isla está unida a la isla de Don Khon, más al sur, por un puente de piedra sobre un brazo del Mekong que corre vertiginosamente hacia una enorme cascada. De nuevo en bicicleta recorrimos los caminos de piedra y tierra de las islas, explorando las zonas más rurales y huyendo de la concentración de casas de huéspedes al norte de la isla de Don Det donde nos alojábamos. A pesar de haber muchos hostales y restaurantes acumulados en un mismo punto, esto dista enormemente de Lloret de Mar o Torremolinos, con lo que esperemos por muchos años siga siendo un pequeño paraíso en el sudeste asiático. Por último os enseño unas fotos de la excursión, la primera una foto obligada para que entendáis por qué la gente local se ríe de nosotros cuando vamos de paseo, y la segunda y tercera fueron fotos que nos sacamos en los alrededores pedregosos de la cascada que fuimos a visitar.

Y hasta aquí las historias de Laos, un país que sin duda es el que más me ha cautivado en lo que llevamos de viaje. Recomendamos cien por cien una visita a esta joya del sudeste asiático, sobre todo mientras el turismo sea tan tranquilo como hasta ahora, y antes de que el gigante chino acabe con sus bosques a cambio de carreteras de asfalto y estructuras de hormigón. Sin más os dejo, deseando que todos estéis pasando unas estupendas vacaciones. Os echamos mucho de menos y, por cierto, ya podemos asegurar que cruzamos el charco, pero no el pequeño sino el grande, el Pacífico. ¡Ya tenemos billete! Ahora sólo nos falta ahorrar un poco más para poder volver a casa desde allí pero… ¿a qué casa? ¡Ay por Dios! Dejemos de pensar en esto ahora, ya resolveremos la papeleta. Muchos y enormes besos.

Antonio

5 comentarios:

  1. 4 díasss pa nuessstrasss vacacionesss al paisss lussso (broma interna con andresss...) ay wapos os vamos a echar de menos, anerdotas y sobreinformación. jo.

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  2. que me gustaria haberos visto con vuestros paraguas encima del paquidermo, jejejejeje !!!!!!!! chicos, precioso todo, y la siesta en las amacas fantasticas, no?? aqui como no sea con consolas de aires no hay quien duerma, ni denoche ni de dia...
    entonces cruzais uno de los charquitos, no?? que bien, ya vais a estar por zonas mas civilizadas? aunque no se si quereis volver al mundo, jeje, seguid asi de bien y guapos por supuesto, yo deciros que ya al menos los fines de semana vivo independizao con fran, poco a poco, jejeje, bezitos

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  3. Hola amiguitos!!a mi tambien me hubiera gustado veros con el paraguitas encima del elefante,"menuda estampa"aunque supongo que sin el paraguas no se podra vivi,en estos sitios la gente esta acostumbrado a tener siempre uno a mano,verdad? tanto pa la lluvia como pa er calo"aqui donde yo vivo pasa igual,pero al final uno se acostumbra a verlos todo el año.Bueno conta mas cosita de ese billete a donde vais a aterriza?quiero informacion ya pa teneros controlaos,bueno un beso guapines que sino me pongo pesao.

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  4. andioso de una nueva entrada, me teneis aburrido, jeje

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  5. Ya le estoy achuchando a Andres, pero es que no hay manera. Además, tenemos entendido que en China esta censurado el Blogspot, así que como no nos pongamos al día en breve sufriremos un grave retraso por culpa del gigante asiático. Haremos lo que este en nuestras manos. Juanfran, eres nuestro fan mas incondicional, y eso nos encanta!!! Besos a todos

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