martes, 24 de agosto de 2010

Primeros días en Camboya y Angkor

¡Hola de nuevo! Hoy no me entretendré en preámbulos porque voy tarde. Así que al lío, que os quiero mucho y tal. Antonio contó los últimos días de Laos en “las cuatro mil islas” que, la verdad, nos dejaron en un estado de relax y paz con el mundo perfectos para reanudar la marcha. ¡Ala! ¡A Camboya!

Familia camboyana en un desplazamiento cotidiano

Habíamos comprado el ticket de autobús en uno de los restaurantes-agencia de viajes de Don Det y no teníamos que preocuparnos por el visado porque ya lo habíamos conseguido en Vientiane así que sólo había que subirse al vehículo y bajarse cuando nos lo dijeran para enseñar los pasaportes con la correspondiente pegatina. Bueno, no tan rápido, primero había que llegar de la isla a tierra firme en una barquita que nos dejaba en el embarcadero-mercado donde estaban llegando barcas llenas de pescado. Muy pintoresco pero a una chica le dio un yuyu porque tenía fobia al pescado, la pobre, se le puso una cara… Una vez allí había que esperar media hora porque el autobús se había estropeado y entonces había que subirse en un camión de esos que hacen que en vez de dos culos tengas uno ¿se me entiende?

Al llegar a la frontera el camión nos volcó en el lado de Laos porque había que presentar la “tarjeta de salida” que es un papelito que se rellena al entrar a los países y te lo piden al salir, como el ticket del guardarropa o algo así. Por supuesto nos cobraron un dolarcillo por pasar por ventanilla. Habiendo completado esta formalidad un chico de la empresa de transportes vino a acompañarnos hasta el lado camboyano que estaba a doscientos metros, los cuales había que cubrir a pie. En la ventanilla de Camboya otro dolarcillo y una toma de temperatura, no sea que trajéramos enfermedades contagiosas. Luego hubo que esperar otro ratito a que todo el mundo terminara con los trámites antes de reemprender caminito, pero esta vez sí que nos subieron a un verdadero autobús. Un coqueto autobús camboyano color crema en el que nos proyectaron una película de unos chicos que hacen un viaje por Australia en coche pero un psicópata asesino los intercepta y les da la del tigre, ¡qué tacto! En un autobús lleno de viajeros aventureros. Yo, para que no se me quiten las ganas de hacer el trayecto en coche por Australia me puse música a todo volumen y me dediqué a echar unos primeros vistazos al paisaje de Camboya.

Ya nos habían avisado y en las guías había leído algo sobre la deforestación en el país pero me sorprendió que al ver las grandes llanuras sin árboles no daba sensación de desierto, no era un paisaje desolador. Los ojos se te llenan de verde, hasta donde te alcanza la vista. En la mayoría de los casos los campos están cultivados con arroz, Camboya produce muchísimo. Me imagino que el problema de la deforestación será más grave en zonas no cultivables y que el efecto no estará sólo en el hecho de que no haya árboles, el impacto será mucho más que una cuestión visual. El caso es que la tala descontrolada unida a la corrupción política es una amenaza real. En tres palabras y como diría la baronesa Thysen, la amiga de los árboles: “¡no! ¡ala! ¡tala!”.

El autobús en el que viajamos iba hasta la capital, Pnom Penh, pero nosotros nos bajamos en una de las primeras paradas, Kompong Cham. Para que os hagáis una idea, Camboya es un país redondete y en el centro tiene un lago muy grande y alargado, el Tonlé Sap. Nosotros vamos a rodear el lago en sentido opuesto a las agujas del reloj empezando por la derecha.
Al bajarnos del bus un grupito de conductores de motos y motocarros intentaban captar algún cliente pero nosotros fuimos andando porque los hoteles baratos estaban cerca. Pasamos por la orilla del río y vimos a un grupo de señoras haciendo aerobic al lado del puente, algo común en Camboya. La gente le paga una pequeña cantidad al profesor y se ponen allí a menear el cuerpo. También lo practican hombres pero, como siempre, las que tienen más arrojo para estas cosas son las mujeres. Ole.

Del primer hostal que visitamos me ahorro los comentarios, bueno no, os doy una pista, había anuncios de marcas de preservativos en los pasillos, en fin… Luego nos pusimos a buscar otro hostal cercano cuando nos interceptó Didier, un expatriado Francés que vive aquí con su mujer y juntos regentan un restaurante muy especial, como ellos. Me hizo mucha gracia que el único motivo que presentó cuando le preguntamos que por qué no vivía en Francia fue que no podía soportar a Sarkozy poniendo unas caras muy divertidas. Nuestro amigo voluntariamente nos acompañó a varios hoteles hasta que conseguimos una habitación decente a un precio sensato. Evidentemente esta ayuda le fue agradecida con visitas a su restaurante para hacer todas las comidas que pudimos. Pero su espíritu hospitalario no se contentó con lo de la habitación, también nos ayudó a descubrir la ciudad. Al día siguiente, y bajo consejo de Didier y Dany, contrataríamos al señor Kim que nos llevó en su moto a los dos juntos para visitar los puntos más importantes de Kompong Cham. ¡Ay madre! Todo el día en moto de tres, creo que cuando llegue a España tendré que hacerme una reescultura de coxis porque a estas alturas de viaje tengo un mantecao aplastao.

El señor Kim es encantador, los camboyanos en general son encantadores, esa es nuestra impresión. Kim hablaba despacito en un inglés que ha aprendido hablando con guiris como nosotros. Él mismo nos dijo que sólo lo podía hablar, no escribir ni leer. Nos lo explicaba todo plácidamente, incluso que el precio no iba a ser cinco dólares sino nueve, mmmmm. Lo entendimos y nos subimos.

A mí personalmente me ganó cuando la primera parada que hicimos fue para invitarnos a probar unos pastelillos de arroz que una señora hacía al lado de la carretera. No era nada improvisado, Kim sabe cómo cuidar a sus invitados y este exótico postre para nuestro desayuno nos dejó encantados. Eran unas bolitas de bizcocho tiernísimo de harina de arroz y leche de coco cocinado al vapor rociadas con coco fresco recién rallado. Unos kilómetros más adelante pararemos también para comer frutos de loto, unos granos verdes que parecen entre avellana y cacahuete pero saben más a castaña y hay que sacarlos de una especie de alcachofa de ducha que es lo que queda cuando la mítica flor de loto se mustia.

Comiendo pastelitos de arroz con el señor Kim

Comiendo frutos de loto

¡No paramos mover el bigote! Los dos estamos encantados con nuestro guía conductor y el paisaje de las aldeas es precioso. Ya habíamos visto ese tipo de construcciones de casas con patas para evitar las inundaciones pero en esta zona más que en Laos son casas zancudas especialmente altas. Desde la moto era muy difícil hacer fotos, así que no tengo pero, bueno, imaginaros una cabaña de madera con zancos.
La primera parada fue en un monasterio muy curioso, se llamaba Wat Hanchey. Hay que subir unos buenos tramos de escalera para llegar a un recinto salpicado de frutas gigantes hechas con cemento entre los edificios, una delicia. También tenía sus templos con sus budas muy bonitos, de hecho fue precisamente allí donde este buda y yo cruzamos la mirada.

No coment

Buda te ama

De vuelta en nuestra moto, un vehículo en el que se coge mucho cariño a los otros pasajeros, haríamos otro trayecto hasta “la montaña de los hombres” y “la montaña de las mujeres”, dos montículos que tienen en su leyenda una disputa de géneros que Kim nos explicó vívidamente y de la cual nosotros no entendimos ni jota. Subimos primero a la de las mujeres y cuando ya se nos había pasado la sensación de que no había merecido la pena ese matajogazo de escalones, bajamos y nos dirigimos a la de los hombres, poca cosa también. Entre una y otra había unos templos con algunas atracciones como el buda acostao que a mí me encanta. Vale, no es acostado, perdonad este humor irreverente, es que Buda ya no se iba a reencarnar más veces y dijo: “Quedarse con mi cara, pisha, que este que está aquí se va a planchar la oreja pero por los siglos de los siglos, amén”.

Buda acostao

Kim, insisto, sabe cómo hacer un tour, y después de tanto templo y montañitas nos llevó a visitar una aldea típica rodeada de campos de arroz en la cual viven algunos artesanos que se han organizado, gracias a una ONG, en torno al occidentalizado nombre “Amica Village”. Nos dio unas vueltas y nos llevó a casa de una señora muy amable que tejía artesanalmente los típicos pañuelos camboyanos que se llaman krama. Todos son de cuadritos unos más parecidos a un mantel que otros, pero muchísima gente los lleva alrededor del cuello, en la cintura o en la cabeza, es una prenda de llevar a diario. Evidentemente nos llevaban allí para que compráramos algo pero sólo costaban tres dólares y nos pareció bonito este recuerdo. (Nota para mi amigo Manolo: le he prometido a Antonio no te lo voy a regalar cuando vaya a Cortegana, ya lo sé, la he cagado)

Señora khmer tejiendo un khrama

Por último y antes de dejar la motito, nos acercamos a una edificación muy curiosa. Se trataba de un templo del siglo XI, previo a la era dorada de Angkor, en el centro del cual se habían ido empotrando otros más modernos. El contorno lo formaba una muralla de piedra gastadísima y en el interior descubrí unas hileras de columnas que me recordaban mucho a las del balcón del Palau de la música catalana, que es precioso y no podéis dejar de visitar si vais a la Ciutat Comtal.

Niños en bici juegan entre la muralla y el templo

¿A que parece el Palau de la música catalana de Barcelona?

El señor Kim nos insistió hasta la saciedad para que le dejaramos llamar a un amigo suyo que nos esperaría en el siguiente destino, Kompong Tom, así es que al final no pudimos resistirnos y le dijimos que vale. Al día siguiente nos esperaba al bajar del autobús la típica pandilla de moteros ruidosos pero sólo uno de ellos tenía un papelito que decía “Mister Antonio”. Con él y con su amigo arreglamos el precio y les dijimos que nos esperaran un momentito que subiéramos al hostal, que estaba al lado, a dejar la mochila para partir en seguida a nuestra excursión.
Habíamos parado en este pueblo para hacer una visita muy concreta, se trataba de Sambor Prei Kuk un grupo de edificaciones en ruinas que albergaron en desde el siglo VII la capital del imperio Chenla y que constituyen el mayor grupo de templos pre-Angkor de Camboya. En aquella época todavía no había entrado el budismo así que estos templos estaban dedicados a deidades Hinduistas, la mayoría al mismísimo Shiva. Son muy curiosas las representaciones fálicas de Shiva denominadas “Linga” que aparecen por todas partes.

La naturaleza ayuda a mantener algunos templos en pie en Sambor

Shiva Linga

Nosotros pasamos una tarde estupenda rondando por los templos, los desplazamientos en moto no fueron tan dolorosos porque cada uno tenía a su propio conductor y después de las visitas nos volvimos al hotel. Resultó que por la noche montaban un mercado nocturno en la calle donde nos albergábamos así que comimos allí mismo. Con lo de mercado nocturno uno se imagina cosas así exóticas de vender y comprar por la noche pero en realidad es que la peña saca el carrito y monta un chiringuito con sillas de plástico para vender comida. Ese día nos costó una mijita cenar porque había cosas muy raritas, una de las más visibles eran unos chocos secos ultra finos que todavía no sabemos cómo se los comen y unos huevos de pato con el pato dentro ya formadito, les llamaban “baby duck” es decir pato bebé ¡aggggg! Al final resolvimos con una sopa de noodles (fideos largos). Pero hubo una grata sorpresa, había un cantante de canción romántica grabando un videoclip en la fuente que había allí al lado y tuve tiempo de sacarle unas instantáneas.

Cantante melo-pop haciendo un terrible playback para las cámaras

Como nos habían avisado nuestras amigas Susana y Gaëlle, las chicas que habíamos conocido en Kuala Lumpur y luego nos reencontramos en Laos, en Camboya están locos con la canción romántica. No, en serio, como decía Susana, les tienen el coco comido con las baladas, ¡es que tienen que ser los enamorados más empalagosos del globo! Así que no es tan extraño que en estas páginas coincidan un cantante pasteloso y los templos de Angkor, todo es patrimonio cultural de Camboya.

Prueba de este meloseo nacional es que en los autobuses (menos el que nos cruzó la frontera de Laos) siempre ponen videoclips de baladas romanticas ¡siempre! Bueno y también ponen unos vídeos de humor así como de teatrito parecido a las matrimoniadas de Telecinco supercasposo. ¡Pero es que los videoclips de baladas…! Hay uno de un chico le regala a su chica la anilla de una lata de cocacola colgando de una cadenita cuando ella se intenta suicidar cortándose las venas. Ella no muere, entre otras cosas porque él le dona sangre mientras ella está inconsciente, claro, y luego cuando ella se recupera él vuelve a verla ¡¡¡pero ella está con otro!!!! ¡Dios mío! A todo esto el otro en ciernes es una especie de representante de artistas (porque creo que ella canta) y seguramente la tiene camelada con un contrato millonario. Al final vuelve con su pichurri, no os preocupéis.

Queridas Gaëlle y Susana, si creéis que no entendí nada del vídeo no os cortéis y sacadme de mis errores.

La primera vez que vi esta maravilla de videoclip fue en el viaje de Kompong Tom a Siem Riep. Ese día salimos tempranito del hotel y nos fuimos a donde nos había dejado el autobús el día antes, porque seguiríamos la misma ruta. Un conductor de moto listillo intentó por todos los medios sacarse unos rieles (moneda de Camboya) encargándose de gestionarnos el ticket. Cuando llegó el autobús ignoramos totalmente al motero, nos subimos y pagamos el precio que valía. ¡Con la iglesia hemos topado!

Como digo, el viaje se nos pasó disfrutando de baladas más empalagosas que comerte una docena de torrijas con Ane Igartiburu, pero nosotros estábamos muy contentos porque nos dirigíamos a Siem Riep, el centro de operaciones para visitar Angkor.

Llegamos a una estación de autobús que no igualaba las grandezas que esperábamos encontrar en este destino pero sí encontramos a nuestro conductor de tuc tuc o remolque de moto, que sería quien nos llevaría a las ruinas los próximos dos días. Como en cualquier sitio tan turístico todo había que negociarlo y con este chico nos pegamos un buen rato dólar arriba dólar abajo hasta que conseguimos el precio que creíamos justo. En esto también nos habían servido de inspiración Susana y Gaëlle y la verdad es que nos salió bastante apañado. Estamos consiguiendo una técnica de regateo que no nos lo creemos, el truco es jugar primero con el factor precio y hacerte el pobrecito, luego, cuando el enemigo ha bajado la guardia, regatearle también con el factor tiempo, ¡oh, qué dulces victorias nos hemos adjudicado con esta sutil estrategia! La verdad es que te lo ponen en bandeja, porque ellos para justificar el precio desorbitante te ofrecen excursiones larguísimas y en muchas ocasiones con visitas a sitios absurdos (no en el caso de Angkor). Nosotros nos dedicamos a quitar toda la paja del tour y pagar sólo por lo que queremos ver en un número de horas sensato, porque a estas alturas de viaje no aguantamos una excursión de ocho horas ni de coña.

Este primer día lo acabaremos reconociendo un poco Siem Riep y visitando la zona nocturna de los guiris para cenar algo, pero a la cama prontito que mañana hay que madrugar.
Efectivamente, antes de que la noche obtuviera ninguna invitación por parte del día a abandonar el cielo que nos cubría ya estábamos montados en nuestro remolque. Los remolques son como un cochecito de caballos, como si fuera para un pony, pero tirado por una moto. Todo funciona estupendamente gracias a un aparejo que ellos instalan en la parte de detrás del asiento de la moto y del que pueden desengancharse cuando no necesitan llevar el carricoche.

Nuestro chofer posa serio pero era muy simpático

La idea es llegar a Angkor Wat para ver el amanecer, una vez allí nos alejamos un poquito de la multitud de turistas, Antonio se puso a dar paseítos por lo que en sus tiempos había sido el gigantesco foso entre el templo y la muralla exterior y yo me quedé sentado a ver como las claritas del día iban recortando con manos delicadas la silueta de las torres. Esta silueta en sí misma constituye todo un emblema nacional presente en la bandera del país, en los billetes y en un sinfín de logotipos comerciales sobre los que destaca la omnipresente cerveza Angkor. Digo omnipresente porque está por todas partes y no porque nosotros la vayamos a catar demasiado; en Camboya una lata de cerveza vale un dólar y a nosotros eso nos parece una barbaridad.

La silueta de angkor wat al amanecer

Angkor significa ciudad o capital y de hecho fue la capital del imperio Khmer desde el siglo IX al siglo XV, la época dorada de los Khmer. Un complejo que debió ocupar un espacio de más de treinta kilómetros de largo por más de diez kilómetros de ancho (más grande que Manhattan) y que fue cabeza de un imperio que llegaba desde Birmania hasta el sur de Vietnam y desde el sur de China a la península de Malasia. Los reyes khmer tenían la humildad suficiente para autodenominarse reyes-dioses y ostentaban el rol de representante del dios Vishnú sobre la tierra. Como rey-dios cada uno de los sucesivos cabezas del imperio fue construyendo complejos religiosos, y en algunos casos funerarios, que hicieran honor a su alteza y divinidad.


Con el conductor hemos acordado hacer dos días de visitas. Con estas dimensiones comprenderéis que necesitábamos un transporte y preferimos el motor antes que la bicicleta para empezar. No puedo explicar todo lo que visitamos porque estaría escribiendo diez días más, y ya me he retrasado bastante, pero intentaré daros alguna idea.

Angkor Wat, dicen, es el culmen del ingenio arquitectónico del impero Khmer, la pieza clásica por antonomasia del estilo y fue mandada construir por Suryavarman II, el último rey hinduísta. Después, el siguiente rey, devoto seguidor del budismo Mahayana fue el último que construyó grandes templos.

Curiosamente, mientras se construía esta pieza clave del imperio que es la edificación religiosa más extensa del mundo, Angkor Wat, ya habían comenzado a resquebrajarse algunos cimientos de esta civilización. Los historiadores y los arqueólogos parece que siguen discutiendo y afinando sobre cuáles fueron las causas de una caída comparable a la del imperio romano. El crecimiento de la población y el colapso del sistema hidráulico de la gigantesca ciudad, la corrupción del poder y las intrigas de la corte y de las autoridades religiosas tras la aparición del budismo e incluso una larga temporada de sequía son motivos comúnmente referidos para explicar el fracaso. Es curioso saber también que precisamente el hecho de construir los gigantescos templos cuyos esqueletos tenemos hoy la suerte de recorrer fue otra causa más a añadir. Cada rey intentaba con todos sus medios dejar en sombra la megalomanía del anterior y el ansia de edificar templos cada vez más y más grandes pudo suponer finalmente un coste demasiado exigente.

Antonio posa en las ruinas mucho tiempo despues de la caida del imperio

Elefantes de piedra perfectamete conservados

En general se pueden buscar características en común en todos los templos, aunque cada uno tiene su propia personalidad y normalmente algo que les identifica claramente. Muchos de ellos tienen forma piramidal porque representan el monte Meru, monte sagrado del hinduismo y las cinco torres que culminan el recinto central en algunos templos como Angkor wat representan los cinco picos de dicho monte. Casi todos los edificios tienen patios que representan los continentes de la tierra y un foso que representa a los océanos. Para cruzar sobre el foso, algunos templos tienen una pasarela custodiada a ambos lados por dos Nagas o serpientes colosales de siete cabezas sujetadas por un ejército de dioses y demonios. Este puente alude a un arco iris mitológico que debía facilitar a los hombres el acceso a la morada de los dioses.

Uno de los templos montaña

Una imponente hilera de demonios sostiene una de las serpientes

Una de las entradas a Angkor Tom una ciudad dentro de la ciudad

Delírio daliniano

Fantásticas y enormes tallas en piedra

Para llegar al centro del templo, el espacio más sagrado reservado solamente para las máximas autoridades religiosas y el rey-dios, hay que atravesar varios recintos amurallados. En el caso de Angkor Wat el muro exterior mide un kilometro y medio por un kilometro ochocientos , luego está el foso y un segundo muro sobre el interior del cual se extiende una finísima muestra de bajorrelieves que mide ochocientos metros.

Un tramo de las galerías de bajorrelieves

Cuando te acercas al interior es común en muchos templos que las paredes estén cuajadas de Apsaras, unos personajes que representan el ideal de belleza femenina y que nacían exclusivamente para placer de los héroes Khmer y hombres santos. Algunas parecen recién esculpidas y todas presentan fantásticos peinados y vestidos.

Bellísimas apsaras

Por fin se llega al lugar más importante subiendo a empinadísimas escaleras que debían insinuar lo difícil que era acceder al Dios mismo. Las torres centrales tienen diferentes acabados, la de Angkor Wat tiene forma curva piramidal con las aristas rematadas en unas estilizadas esquinas como si fueran llamas, pétalos de flor de loto o alguna otra alegoría que desconozco.
A pesar de la grandeza de los espacios a mí me llamó mucho la atención que en Angkor todos los templos tienen pasillos muy estrechos porque no conocían los contrafuertes y otros descubrimientos posteriores para poder elevar los techos y ensanchar las galerías sin que se desmorone la construcción. Esto da un aspecto muy peculiar a las bóvedas que tienen un acabado tosco aunque permiten apreciar el esfuerzo que tuvo que suponer montar ahí esos bloques de roca que habían sido traídos aquí en carros de bueyes desde canteras a más de cincuenta kilómetros.

Las torres de Bayon tiene esculpidas la cara de Avalokitesvara, la divinidad
budista de la compasión, pero con los rasgos del rey que lo mandó construir

Vista general de Bayon

Nosotros teníamos una entrada de tres días así que el tercero decidimos cogernos unas bicis y acercarnos a otro grupo de templos que estaba a unos dieciséis kilómetros de Siem Riep y continuamos visitando a otro ritmo.

La terraza de los elefantes
Edificaciones en ladrillo en el grupo de templos de Roluos

Perdonad que haya intentado resumir lo irresumible pero, insisto, es que no se puede contar ni el uno por ciento. Angkor Wat es increíble, no te aburres ni un minuto, todo es tan grande y hay tantos sitios para ver que ni en dos semanas podrías ver todos los templos. Si hay una visita que recomiendo totalmente, sin dudas ni reservas es Angkor. Los camboyanos y camboyanas son muy lindos y la peleilla turística por unos dólares se te olvida en seguida cuando pones tus pies en esta joya de la humanidad.

Un visitante se toma un merecido descanso entre las ruinas


Antonio también se toma un descanso en el masaje de pies con peces

Gracias por esperar y gracias por seguir ahí. En esta ocasión quiero mandar un saludo muy especial a Juanfra, el seguidor que de manera más constante comenta nuestras entradas. Te queremos Juanfra y nos alegramos de que estés viviendo una época tan bonita en tu vida, muchos besos.

Andrés

6 comentarios:

  1. gracias queridos amigos por acordaros de mi en aquellos mundos de dioses, jejeje, pero os he de reñir, mi nombre es terminado en N , no hay cosa que mas coraje me de que me llamen sin mi N detras, asi que advertidos quedais, jeje !!
    por favor, cuando volvais quiero ser el primero en salir con vosotros por que estoy segurisimo de que cuando vayamos al bosque animado o al utopia o a cualquier terracita pa tomarnos unas birras en la alameda automaticamente se vais a liar a regatear con los camareros sobre los precios de las cruzcampos, jejejejejeejej!!! que fuerte que soys, un dolarcito una cervecita de angkor, me meo con vos...

    os quiero, a seguir tan bien, qeu yo lo estoy y dentro de unas semanitas mas con la feria de hinojos y mis vacaciones sevillanas pa estar con mi paco, ta otro ratillo, que espero que sea pronto, no dejarme en este sin vivir de 14 dias sin escribir

    mil bezitos

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  2. Hola chicos, aunque no os de muchas señales de mi existencia, estoy por aquí y procuro leeros de vez en cuando, siempre voy retrasada pero de vez en cuando me pongo al día del tirón. Me gustan mucho vuestros relatos así que se me pasa pronto saltar de país, JaJaJa!!!! Oye, por cierto, no estaba Mogli por esos templos tan bonitos???? Son ideales!!! Y también me gustan mucho las fotos de obreros haciendo el cafre, muy ilustrativo para mi, la verdad, si veis a algún otro no dudéis en hacerle la foto porfa!!!! Me alegro de que todo lo que contéis sea tan bueno y divertido, eso es muy buena señal. Os quiero mucho y os espero en Sevilla leyendo vuestras aventuras. Por cierto andrés, terminé mis vacaciones en la piscina de Cortegana, muy a gusto!!!!!! Un beso niños!!

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  3. besos de los perez al cubo desde portugal¡¡¡vendese llelo, novedades sobre niño padaria mu fuerte, en cada calita nos acordamos de ese verano gay y de esos paseos del niño daniel y yo para que pudierais dar rienda suelta a vuestra pasión..frango nao brasa os saluda... menos templos y mas bacalao!!!

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  4. que bien la etapa que estaís haciendo ahora, es preciosa¡¡, yo después de estudiar oposiciones y no aprobar, jejeje, pues nada vuelvo a la vida y al ocio, seguiré leyendo y sobre todo mucho ánimo y que lo sigais pasando tan bien.besooo

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  5. por cierto las fotos estan superxulas,ilustran muy bien lo que escribis

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  6. Hola Antonio y Andres,como va todo...bueno cuanto viaje,cuanta moto,cuanto medio de locomocion,no me extraña que se os borre la raya del culo!!!las ultimas fotos son preciosas tambien,bueno tener cuidaito con lo que comeis por esas calles que luego os entran las cagaleras.Bueno deciros que ojala me hagais la visita cuando salteis a USA si es que lo haceis ,que no lo se,bueno que me haria mucha ilusion....y que tengo muchas ganas de veros un besito pa los dos.

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