jueves, 23 de septiembre de 2010

Visita al delta del Mekong e inicio de nuestra ruta hacia el norte de Vietnam

Nota al lector: actualmente, y aunque sigamos relatando historias acaecidas en Vietnam, nos encontramos en China. En este país el gobierno todavía aplica la censura como método infalible para asegurar una “adecuada” información a su población, de modo que no tenemos acceso a Facebook, Youtube y lo que es peor, Blogspot. Así que si estás leyendo estas líneas es gracias a la colaboración de María y Aitor, quienes muy amablemente habrán colgado el contenido que les hemos enviado desde China por email. Mil besos a los dos. Por cierto, esperamos pegarnos el atracón de todos tus comentarios cuando abandonemos en gigante asiático; te damos hasta el 4 de octubre.

Andrés os dejó en Saigón, y yo retomo la narración de nuestro viaje para llevaros finalmente al delta del Mekong. Y digo finalmente porque llevamos siguiendo este cauce fluvial río abajo desde que visitamos Vientiane y Luang Prabang, en Laos, entre finales de junio y primeros de julio.

Sorprendentemente, y todavía desconocemos el por qué, en nuestra guía de viaje, recomendaba visitar el delta del Mekong en un tour organizado. Según la Lonely Planet, esta vez un ejemplar fotocopiado y comprado en la calle por cuatro dólares, unirse a una excursión es barato y más fácil. Quizás nos perdiéramos algo, pero a estas alturas no nos llama lo del megáfono, la banderita y el tiempo libre para hacer compras. Así que nos dirigimos en autobús urbano a una de las estaciones de buses donde según la Loly, salían autobuses a My Tho, nuestra primera visita en el delta. Esta sería la primera de muchas veces en las que la guía de Vietnam nos la jugó sucio; desde la estación de Cholón no salían buses a My Tho, por lo que deberíamos coger otro bus urbano hasta la estación de Mien Tay a unos 10 kilómetros del centro. ¿Será que los de la Loly son conscientes de que su información para visitar el delta del Mekong es una caca?

En Mien Tay fue entretenido buscar el autobús barato a My Tho, ya que en Vietnam, además de haber autobuses públicos, hay compañías privadas que hacen los mismos recorridos pero a precios que pueden ser el doble o más. Tras esquivar varios vendedores y ventanillas de autobuses privados, pudimos alcanzar la venta de tickets de buses públicos, en un área mucho más recóndita y mugrienta de la estación. Dicho y hecho, allí que nos montamos en el minibús sin aire acondicionado para esperar la salida media hora más tarde, todo ello en medio del párking y sin protección alguna del inclemente sol. ¡Qué sudorina querido!

A la llegada a My Tho varios motoristas nos acosaron en la estación dispuestos a llevarnos a nuestro hotel, así como un taxi que con la puerta abierta esperaba que esquiváramos la marabunta de conductores de motos y nos refugiáramos en su tapicería de cuero. “No gracias, nosotros somos más de lo barato, ¿medio dólar por cada moto al My Tho Minihotel?” Allí no hubo ni que regatear, todos de acuerdo desde el primer momento ¡qué raro! Claro, la trampa estaba en que harían el intento de dejarnos en otro hotel en una zona de la ciudad que ni siquiera estaba en nuestro mapa. ¡Menos mal que vamos con los ojos bien abiertos! Un tono serio y contundente bastó para ponernos de nuevo los cascos y poner rumbo a nuestro hotel.


¿Y qué hacíamos en My Tho? Esta ciudad de 180000 habitantes es la primera población del delta del Mekong viniendo desde Saigón, por lo que nos serviría de enlace para nuestros dos próximos destinos, Ben Tre y Can Tho. Concretamente My Tho y Ben Tre ofrecen la posibilidad de pasear en barca por los canales e infinitos brazos del Mekong. En nuestra búsqueda del barquero que nos ofreciera un buen precio para dar un paseíto sólo encontramos una única oferta, la cual nos pareció cara. En el pueblo no había otros turistas, y parecía que no seríamos capaces de encontrar algo más barato; poca oferta para la, más bien, escasa demanda. Como no teníamos prisa y podíamos pasearnos también en Ben Tre, decidimos dejarlo para el día siguiente a ver qué tal. Y mientras ¿qué? Pues paseíto por el pueblo, visita al mercado, saludos derecha e izquierda “¡xin chào, xin chào!” y sobre todo búsqueda de algún sitio de bia hoi que nos refugiara esa misma noche.


El paseo además nos sirvió para hacernos una idea de cómo es el delta del Mekong. Nada que ver con lo que nos habíamos imaginado. Esperábamos algo más bucólico, más tranquilo y quizás más rural. En su lugar nos encontramos ciudades grandes pobladas de motos, infinitos y enormes brazos del Mekong que separaban grandes islas, e innumerables puentes y megaestructuras que hacen fácilmente habitable un terreno que antes seria poco accesible. Aún así la cosa no nos decepcionó, ya que el ritmo de vida era realmente más lento que en Saigón, y al no haber turistas en ninguna de nuestras dos primeras paradas las visitas fueron muy auténticas y entretenidas. Aquí os adjunto una foto de mi carita con uno de los enormes puentes a mis espaldas así como las traseras de varias casas que reposan sobre enormes palos para no sufrir las crecidas del gigante Mekong.



Lo que no conseguimos fue localizar un bar de bia hoi, así que de vuelta al hotel preguntaríamos el precio de los tercios allí mismo. Tras una incongruente conversación en inglés versus vietnamita con las señoras del hotel, nos enteramos que el bar de bia hoi ¡estaba en la calle de al lado del hotel! Pero eso no fue lo mejor, la mayor sorpresa fue el precio, ¡2500 dongs cada caña! ¡¡la mitad de lo que valía en Saigón!! ¡¡¡Y eso son 10 céntimos de euro cada cerveza!! Claro, hicimos dos visitas al bar, una antes de cenar y otra después, no os cuento más.


(Creo que a partir de ahora el blog se convertirá un reporte de todos los bares de bia hoi que hemos conocido en Vietnam, con su localización y precios exactos, algo que todavía no entendemos no está recogido en la Lonely Planet).


Al día siguiente la cosa fue fácil, moto a la estación y primer autobús a Ben Tre. El minibús nos dejó esta vez en una acera en mitad del pueblo, aunque tardamos algo así como un cuarto de hora o veinte minutos en situarnos en el mapa. Como comprenderéis el inglés no es especialmente bueno en los habitantes del delta del Mekong, pero que venga un vietnamita a Sevilla sin tener ni idea de español y que sólo hable inglés ¡a ver quién le ayuda! No se puede ver sólo la paja en ojo ajeno sin ver la viga en el nuestro ¿verdad? 
También fue fácil encontrar hotel, así como encontrar barquero para el paseíto por los canales. En este caso un hombre nos asaltó por la calle, ofreciéndonos un par de horitas al mismo precio que el del día anterior en My Tho. La diferencia fue que en este caso el hombre nos cayó bien, y aunque no tratamos de buscar algo más barato, directamente quedamos con el hombre para más tarde, creíamos que ocurriría algo parecido a lo de My Tho. Llevábamos razón, no había más barqueros en el pueblo; resulta que muchas veces acertamos en nuestras decisiones, y puede ser que eso lo de la experiencia del viaje. También he de decir que a veces nos equivocamos, aunque la balanza se inclina más hacia los aciertos. Creo que esto tiene algo que ver con un consejo común en las guías de viaje para mochileros o viajeros independientes que a mí me encanta, y es: “haz caso de tu instinto”, sobre todo referido a cuestiones de seguridad. Os parecerá una chorrada, pero generalmente funciona.


Pronto estábamos paseando por las calles del pueblo, comimos, y tomamos café en un bar cutre con banquitos y mesas de plástico en la terraza. Además de la tradición del pan en forma de baguette, los franceses también importaron a Indochina la cultura del café, sobre todo para el disfrute de los turistas occidentales. Así, Vietnam está lleno de cafés que ofrecen un riquísimo café, valga la redundancia, de cosecha nacional. No sé si Andrés ya os lo comentó en la primera entrada de Camboya y Kompong Chan, pero fue allí donde por primera vez probamos el café vietnamita, que tiene un aroma exquisito a chocolate. Es realmente bueno. Y durante este ratito de café pudimos disfrutar de la amabilidad y buen humor de los vietnamitas. Más tarde nos daríamos cuenta de que sobre todo esta amabilidad reside en los sureños. En este caso compartimos la charleta con un profesor retirado, un chico al que le encantaba la barba de Andrés, a deducir de las caricias que le profería a mi compañero en la carita, y la dueña del local, que le preguntaba a Andrés por señas qué se tomaba para que le saliera ese pelo ajabatado en la cara. Una risa. Uno de esos momentos entrañables del viaje.


Pero todo acaba, y nos tuvimos que ir porque habíamos quedado con nuestro barquero. La actividad de dos horas consistió en un tranquilo viaje de ida por un pequeño canal que discurría entre palmeras, un paseíto andando por los caminos y puentes que comunican las aldeas perdidas entre plataneros, y una vuelta por el mismo camino por el que habíamos ido. En la primera foto os muestro el canal por el que navegamos, y en la segunda un ejemplo de la relajada vida de los canales. También vimos algún hombre lanzando redes para pescar, otros que remojaban la fibra de coco para emplearla en colchones, esteras y otros utensilios, y pequeñas barcas de remo que se desplazaban al estilo vietnamita, de cuclillas al frente del bote y remando tranquilamente, lo que ya habíamos observado en las aldeas flotantes de Camboya. En la última foto, los caminos entre las aldeas.





Y otra vez una sola noche en cada ciudad. El día siguiente mochila a cuestas rumbo a Can Tho, la ciudad más grande y conocida del delta del Mekong. Para todo turista es imprescindible una visita a los mercados flotantes de alrededor de Can Tho. De nuevo alcanzamos en autobús nuestro siguiente destino, e igualmente en moto nos dirigimos al hotel seleccionado, esta vez sin incidentes. Rápidamente, dado que era un poco tarde, salimos en busca de algún barquero que nos llevara temprano al día siguiente al más grande de los mercados flotantes de la zona. Sólo había que pasearse alrededor de la estatua de Ho Chi Minh en el paseo del río y esperar que nos asaltaran con las ofertas. Dicho y hecho, la señora Nam nos llevaría a las 5 de la mañana por 200000 dongs al Cai Rang Floating Market; eso sí, una paga y señal de 50000 dongs fue necesaria para no madrugar en vano. En esta foto os presento a la señora Nam envuelta en un espectacular cielo al amanecer. Nada de retoques en la foto, es tal cual.


Y el mercado resultó ser un mercado al por mayor, de ahí que fuera el más grande. Nada de señoras con sus barquitas haciendo la compra del día, sino barcos cargados hasta arriba de toneladas de vegetales, principalmente. Encontramos el barco de las pitahayas, el de las sandías y así sucesivamente. Suponemos que allí iban a comprar los vendedores de verduras que tenían una tienda aquí o allá. Una de las cosas más curiosas era que, para ser reconocidos en la distancia, cada barco colgaba de una caña uno o varios ejemplares de los productos que vendían, una calabaza, zanahorias, mazorcas de maíz etc. Aquí un par de fotos, en la segunda el barco de las lechugas y algunos tomates.



Y esa misma tarde, no había tiempo que perder, de vuelta a Saigón para desde allí tomar un bus nocturno a Nha Trang. Después de los días de tranquilidad e inmovilidad en Saigón volvíamos a recuperar nuestro culo de mal asiento. El país tiene más de dos mil kilómetros de norte a sur, y a estas alturas ya nos parecía poco un mes para recorrerlo y visitar todos los sitios que nos interesaban.


Llegamos a Saigón a media tarde, y no tardamos en comprar nuestro billete a Nha Trang, primera parada en la costa vietnamita de ruta a la capital en el norte, Hanoi. Resulta que en este país el turismo está muy “pero que muy” desarrollado. Tras haberlo visitado y quedar, en general, satisfechos con nuestra estancia, pensamos que hemos llegado a lo justo es decir, la cosa está bastante explotada y en un par de años esto puede ser una costa del sol cualquiera. Fruto de ello los principales puntos de interés están más que definidos, y han pasado a ser las paradas de lo que se conoce como “open bus”, “open ticket” u “open tour”, un tipo de billete de autobús entre Saigón y Hanoi con las fechas abiertas y que te permite hacer el recorrido en un máximo de un mes parando en los puntos de interés que consideres. Por lo que pudimos investigar la cosa no sale mal de precio si sumas las tarifas de los trayectos independientes, y la ventaja adicional es que los autobuses privados suelen ser más cómodos que los públicos, además de que salen y llegan de sitios céntricos en lugar de a/desde las estaciones de autobuses, generalmente en las afueras de las ciudades.


Pero nosotros somos así, y queríamos probar por nuestra cuenta. Además, la segunda escala de rumbo al norte que habíamos planeado era Quy Nhon, una ciudad que no consta en los “open ticket”. Aún así, el bus nocturno que nos llevaría esa noche de Saigón a Nha Trang pertenecía a una compañía de “open ticket”, por lo que tuvimos que preguntar en varias hasta encontrar la que todavía tenía sitios libres en su autobús. Estas compañías venden también los billetes por separado, pero eso sí, a precios un poco más caros. Dejaré a Andrés el placer de regocijarse con las aventuras y desventuras de los “sleeper bus” o autobuses-cama vietnamitas, ya que a mí me queda por contar en esta entrada uno de nuestros trayectos más terribles, el de Nha Trang a Quy Nhon.


Pero bueno, hagamos que ya llegamos a Nha Trang, algo así como siete u ocho de la mañana. Esta vez confiamos en un motorista que nos ofrecía una habitación por ocho dólares. Y Nha Trang, pues poca cosa. Habíamos decidido parar aquí para relajarnos en “la mejor de las playas urbanas de Vietnam”, ya que habíamos dejado atrás a Mui Ne, otra ciudad en la costa famosa por su playa y sus dunas. La playa de Nha Trang resultó ser normal, y el barrio que la acogía era una sucesión de agencias de viajes y tours, bares y restaurantes para guiris, tiendas de suvenires etc. Vamos, una playa como el Arenal en Mallorca o como Benidorm, aunque en este último sitio no he estado nunca, y mira que tengo ganas...


Después de un intento frustrado de playa, ya que las nubes se impusieron a pesar de haber pagado el alquiler de la hamaca previamente, ¡a quién se le ocurre!, descansamos y echamos la siesta en el hotel. Había que prepararse para la búsqueda nocturna de la bia hoy. De nuevo en la calle pronto encontramos lo que queríamos, aunque no nos acabó de convencer: cuatro cañas y dos platos de cacahuetes 30000 dongs, 1,20 euros, pero ¿qué precios son estos? ¡Ni que estuviéramos en plena rambla de Barcelona! Fuera, a otro. Y allí que nos sentamos en una terraza bien concurrida con jarras de buen tamaño a 6000 dongs.


Un par de chicos bastante agradables de la mesa de al lado entablaron conversación con nosotros, bueno, más bien uno de ellos, que era el que hablaba inglés; el otro estaba más pegado. Y nos invitaron a sentarnos con ellos. Hablamos de lo típico, de nuestro viaje, de qué nos parecía Vietnam, de dónde iríamos en los días venideros etc. Y cerveza tras cerveza la cosa se fue animando un poco, aunque sólo un poco, con lo que al final nos propusieron ir a tomar unas copas después y, quizás, ir a bailar. “¿Por qué no?” Nos dijimos Andrés y yo. Ya que no había mucha cosa que hacer en Nha Trang, podíamos salir esa noche y al día siguiente irnos a Quy Nhon. Allí que seguimos la conversación, y más cervecitas. Y de nuevo otra propuesta. Resultaba que ellos irían a un spa a darse un masaje y unos baños después de la cervecita, y luego más tarde saldrían. “¡Qué raro!” nos comunicamos entre nosotros en castellano. Era sábado por la noche, supongo que algo así como las nueve o las diez, y la excusa es que estaban cansados del trabajo y les gustaba darse el masaje antes de salir de bailoteo, por nada más y nada menos que 200000 dongs por cabeza, 8 euros. La cosa nos olió a chamusquina, y más aun cuando al rechazar la invitación cambiaron los planes de nuevo. Ahora resulta que podíamos ir a un karaoke después de la cervecita, y más tarde a bailar. “Ahora ya sí que no vamos con estos pintas a ningún lado” pensamos al unísono. ¿Pero por qué no? Os preguntareis. Pues resulta que esa misma tarde habíamos estado leyendo timos y engaños varios en la Loly… y ¡chan tata chaaaan! “Atención a los turistas gays” decía la guía. Por lo visto uno de los engaños más típicos es llevarte a un karaoke, a una de esas salas privadas, y después de la jornada musical y múltiples copichuelas te sorprenden con una desorbitada cuenta que no puedes evitar bajo la extorsión de técnicas varias. “Bueno chicos, encantados. Hasta la vista”. Me vuelvo a repetir, menos mal que llevamos los ojos bien abiertos. Y todavía nos preguntamos ¿por qué sólo hacen esto con los gays? Ni idea oye.


Y al día siguiente nos levantamos temprano para que nos diera tiempo a visitar unas ruinas Cham además de coger el autobús a Quy Nhon. Para hacer la cosa más ágil alquilamos una bici, y para hacerlo más divertido nos decidimos por un tándem. De chico siempre había soñado con tener uno. Y la experiencia fue muy entretenida aunque no muy cómoda, la talla del vehículo era más bien pequeña. Allí que sorteamos el tráfico de motos y varias rotondas para ir a la estación a comprar primero el billete de autobús, y luego por el paseo marítimo hacia las ruinas de Po Nagar. La visita tampoco fue nada del otro mundo, así que ni os pongo fotos ni os cuento nada del reino de Champa. Andrés ya se encargará de ello a propósito de otra visita que hicimos en los alrededores de Hoi An. Sí que os enseño una foto de las islas frente a la playa de Nha Trang y otra de los barcos de pescadores.




Lo mejor de todo el paseo fue el cafelito que nos tomamos de vuelta, cuando Andrés habló de las reglas del ajedrez chino con un viejino sordo que le gritaba en vietnamita, imaginaos la papeleta. También paramos en un cartel de propaganda comunista para hacernos la foto de rigor. Pero lo mejor de todo fue el amigo que nos encontramos al lado del cartel, quien tratamos de convencer para que nos hiciera una foto a Andrés y a mí subidos en el tándem. Él no hacía más que reírse y tirar unas fotos horribles y mal encuadradas. Cuando nos fuimos a dar cuenta el gachó resulto ser un mariquita muy gracioso que andaba cancaneando alrededor del baño público que se escondía detrás del cartel Realidades. Como no, foto de rigor con él también. Me meo.



Y a eso de la una nos fuimos a la estación, Un minibús, en lugar de un autobús nos esperaba para llevarnos a Quy Nhon. ¡Qué digo un minibús! Era una furgoneta de esas grandes, como las Ford Transit esas, que son de carga, pero en este caso con cuatro o cinco filas de asientos para transportar personas. Nosotros, muy espabilados, como llegamos temprano, nos sentamos delante con el conductor. En estos vehículos adelante se pueden sentar tres personas. ¡Y qué inocentes nosotros si pensábamos que habíamos cogido el mejor sitio! Por si venís a Vietnam está bien que sepáis que aquí los “autobuses” salen de las estaciones medio vacíos, pero una vez en carretera paran en cada esquina y puerta para coger nuevos pasajeros. Tras la experiencia dedujimos que el chófer y su compañero, el acomodador, se embolsan todo el dinero que pagan los pasajeros que no han comprado el billete en ventanilla, y estos son todos los que se montan fuera de la estación. También creemos que estos pasajeros pagan menos de lo estipulado oficialmente, aunque cuentan con el privilegio de la recogida a domicilio. Así que cuanto más se aproveche el espacio en el vehículo más dinero que sacan. Imaginaos entonces los esfuerzos del conductor y su compañero por encontrar pasajeros; pitan a todo viandante y paran el vehículo en cada cruce en el que se acumulan los viajeros sin billete. Sí que es cierto que lo primero que se llenó hasta el corral fue la parte trasera, hasta el punto de viajar con la puerta corredera totalmente abierta. A esas alturas el acomodador viajaba colgando con el cuerpo fuera del vehículo y sólo los pies dentro de él; eso sí, enganchado fuertemente para no perder la vida. La “risa” comenzó cuando al llenarse la parte trasera, llenarse con mayúsculas, el siguiente pasajero obviamente vendría delante con nosotros. Muy amablemente el conductor se bajó para dejarle paso y tomara asiento entre Andrés y él mismo. Yo iba en la ventanilla, y este nuevo pasajero viajaba en el espacio para la maniobra de la palanca de cambios. Pero una familia que esperaba en el siguiente cruce también quería venir con nosotros, y aunque los padres cupieron detrás, todavía no entiendo cómo, la niña pequeña no entraba de ninguna de las maneras. De nuevo el conductor bajó, esta vez para coger a la niña y colocarla entre las piernas del hombre que viajaba con nosotros, un completo desconocido para ella. Pero se portó divinamente, y en las tres horas que quedaban de viaje, no rechistó lo más mínimo. Pero no os creáis que el suplicio fueron las tres horas de viaje en esta compañía, no, lo peor fue meter a uno más en nuestra fila. Sí, ¡¡cinco adultos, uno de ellos el conductor, y una niña!! Y os preguntareis ¿pero dónde se sentó el quinto? Pues muy fácil. Ya nos habíamos mofado de un caso similar que vimos pero no sufrimos en Camboya. El quinto viajó “a cuerpo de rey” entre el conductor y la puerta… sí señores sí, ya el conductor no iba ni siquiera delante del volante sino desplazado a la derecha de este, y con una niña y un hombre en la palanca de cambios. Nosotros no íbamos mejor, que conste. Tampoco tenemos foto, pero a ver quién era el guapo que se movía allí para sacar la cámara de la mochila.


Y Quy Nhon, pues como Nha Trang. Bueno, mejor. Mejor porque es una ciudad sin turistas, y con una playa que a pesar de no ser tan grande como la de Nha Trang sí que tiene más encanto. Sobre todo por los barcos que se acumulan frente a ella atracados por el día, y que por la noche iluminan el mar con sus bombillas cuando pescan el chipirón que se acerca a la luz. La estampa nocturna es bastante romántica, y los adolescentes aprovechan para emparejarse y sentarse frente al mar en el paseo durante largas horas. Si echáis un vistazo a las fotos de los barcos quizás os recuerde, como a mí, a las flotas de pesqueros del mar Cantábrico en el norte de España. No sé si la forma de pintar los barcos y los colores son cosas importadas por los franceses durante la era colonial, pero a mí me da que sí. Es una teoría. En la tercera foto aparecen los “cascarones” de mimbre que se acumulan en la playa y que los pescadores utilizan para alcanzar su barco cuando han de ir a faenar. Todo esto le da su gracia a la playa.





Y ¿qué más hicimos en Quy Nhon además de pasear por la playa? Pues visitar unas torres del reino de Champa, parecidas a las que vimos en Nha Trang, conocer una pareja de viajeras y cenar con ellas un par de noches, una madre y una hija góticas y australianas de Tasmania, e ir en bicicleta a una playa privada que pertenecía a un hospital de leprosos. Todo muy sugerente ¿no? Pues no me explayaré más, que si no de vuelta en España a ver qué anécdotas nos quedan por contar. Como final, os adjunto la foto de la bia hoi que localizamos en Quy Nhon, esta vez en formato jarra por 14000 dongs, 60 céntimos de euro aproximadamente.


Y por cortesía de María & Aitor, el mapa actualizado de nuestro viaje. Muchos besos a todos, estamos deseando volver a disfrutar de vosotros, pero hasta entonces seguiremos paseando.

Antonio

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5 comentarios:

  1. Chuliiiiiiiinos!!!!
    Que sólo queda un mes para el tan esperado reencuentro, me estoy empapando la guía para ver qué cositas hay por aquellos lares! Qué ilusión, por Diosss!!
    Una duda me corroe...Encontraremos Bia Hoi o similar opr el archipiélago Indonesio?!?!
    Otra no menos importante, conservareis las raquetas de badminton para las playas balinesas?Cruzaré los dedos hasta entonces!!!
    Me he jartao de reir con el momentazo minibus..Estos chinorris están locos!!!
    La cuenta atrás ha empezado...
    Un abrazo enorme pa los dos y cuidarse!!!

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  2. oye flipante el mapa interactivo con todos los caminos-ciudades-vuelos-paradas-mercadillos-cervecerías donde habéis estao!!! fotos, vídeos y webcams incluidas impresionante trabajo de aitor y maría i supous, infinitas posibilidades, recomendable total aunque solo sea por el curro que se han pegao...
    por Sevilla todo bien, ayer inauguración de la asociación laboratorio: intramuros de miriam y gomi, localito en pumarejo para cursos y experimentaciones varias todo ampliamente regado con cerveza a eurito y música modernita, promete promete, arte sosio abe?

    besitos pa la china mandarina...viene de alli el flan de verdad?

    lamiloli dice que gracias por el postalón!!!

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  3. toy aquiiiiiiiiiiii!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! no me idoooooooooooooo!!!!!!!!!! no se por donde empezaaaaaaaaaaaaaa!!!!!!!! pos nada preciosssidades vietnamitaaaasss!!! que de tene toooooo el tiempo del mundo, a no tener tiempo ni pa MEAR!!!!, Me salieron unos talleres extraescolares con un colegio, de manualidades y pintura. y ma han llamaooooo de educacion, estoy haciendo una sustitucion de un mes(una baja paternal) a una hora de mi casa, que no paroooooooo, pero muuuuu contentaaa!!!! cuando viene vieno to junto, coño!!!no pue veni racionao!!aaaiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii, dalai, dalai lama dalai, o o o ooooo, jjejejjejeje, ssssus mando un besazo enormete y que no me olvidoooo de vosallltres!!! muuuuuuuuuuuuuuuuak!!!

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  4. Que bonita la China por favor! me encanto el mercado flotante! ai amores, que ganicas tengo de que nos sentemos en un bar y me conteis mas historias! eso si, el precio de la cervecita en Melbourne no tiene na que ver con lo estais encontrando por ahi...pero bueeeno, ya encontraremos la manera, quizas comprar cajas de mil latas de VB al por mayor?! jajaja!!! os quieroooooo!!! un besito desde las antipodas! por cierto, ya llego el veranito!!! ueeeee!!!

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  5. Ai!!, me meo con el momento mini-bus/lata de sardinas. Es que os imagino allí "enxovats" y no puedo con mi cuerpo...
    Estos días estoy haciendo un intensivo en el seguimiento de vuestro blog y ya casi estoy al día!! Esto es adictivo!

    Os dejo, que me quedan un par de entradas.
    Os quiero

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